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Ahn está muy rara. Bueno, y Jungkook. Es como si ambos compartiesen un secreto que solo ellos dos saben y del que no quieren hacerme partícipe. O quizá Ahn sí que quiera contármelo, por eso a veces la pillo mirando a Jungkook como si quisiera desgastarle, alzando las cejas y dándole pataditas debajo de la mesa hasta que se pone a mi lado para que le deje en paz.

Es eso o le está lanzando fichas y él no se entera. Aunque, por lo que tengo entendido, Ahn se lió con Shownu (un atleta que ya está acabando sus estudios), no sería raro: ya está empezando a correr el rumor por el campus de que Ahn se ha acostado con más de media universidad. Una exageración y, en mi opinión, algo machista, porque si las dos partes quieren, Ahn está en su derecho de hacer lo que le apetezca. Aunque eso incluya acostarse con Jungkook.

Hoy he quedado con él para hacer mi parte del trabajo de los retratos. Ya que el día que intenté dibujarle en el parque al final acabé yo siendo la modelo (y como no para de llover), he acabado ofreciéndole venir a mi habitación para poder terminarlo. No me gusta la idea de que alguien entre en mi cuarto, pero se me está echando el tiempo encima y no me quedan muchas más opciones. Así que he escondido las muletas y todo lo que pueda decirle que me falta una pierna, y he dejado todo preparado para empezar a dibujarle y acabar cuanto antes. Cuanto menos tiempo pase ahí, menos posibilidades hay de que lo descubra.

—¿Hoy vas a dejarme dibujarte sin interrupciones? Namjoon me ha dicho que necesita tu ayuda para una cosa, pero no te voy a dejar ir hasta que acabemos —le digo, mientras esperamos al ascensor para subir a mi planta. Hemos venido a mi residencia después de comer con Ahn. Y sí, siguen igual de raros, incluso cuando no están en la compañía del otro.

—¿No te ha dicho qué quiere? —pregunta. Noto cierta curiosidad en su tono, pero en realidad sigue medio ausente desde la comida.

Jungkook es el primero en entrar al ascensor en cuanto llega a nuestra planta. Yo le sigo cuando he tomado una gran bocanada de aire. Son solo cinco plantas. Las subo y las bajo cada día, pero la sensación de angustia no se va, ni aunque haga ese mismo viaje diez veces por día. Siempre tengo la sensación de las paredes cerniéndose sobre mí y el aire volviéndose más denso. Más aún cuando hay alguien conmigo.

—No —digo, sin más, una vez se han cerrado las puertas.

—¿Tienes pánico a los ascensores? —pregunta Jungkook, saliendo de su ensimismamiento. Sé que me está mirando, pero yo solo miro a la puerta roja, rezando porque se abra pronto y pueda respirar con normalidad. Quizá por eso ha notado él mi angustia.

—Claustrofobia.

—Podríamos haber subido las escaleras. Si quieres bajamos en la siguiente y...

—No, está bien. Tengo que acostumbrarme —miento. Porque no puedo decirle que prefiero pasar esta angustia a necesitar ayuda para subir cada escalón.

Salgo escopetada del aparato en cuanto llega a mi planta y Jungkook me sigue en un pasmoso silencio. En cuanto abro la puerta de mi cuarto, él, con las manos en los bolsillos, observa la sala en silencio.

—Es bastante grande, has tenido suerte —susurra—. ¿Puedo...?

—Sí, claro. Yo me sentaré en la silla, ponte cómodo.

Jungkook planta su culo en mi cama y, con mucho cuidado, yo me siento en la silla, frente a un caballete con el bloc de dibujo.

—¿Tengo que posar de algún modo o...?

Me río un poco, porque Jungkook, pese a tener una belleza natural y la capacidad de ser modelo de Vogue si se lo propusiera, siempre muestra esa inseguridad, ese modo de no saber cómo tenerse en pie por si no es correcto.

The ghost of it - jjk, myg, pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora