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Hay luz. Y un pitido. Y pisadas. Y una respiración pausada.

¿Es así como se siente el cielo?

No lo parece. Suena a lo mismo de siempre.

Abro un ojo, pero lo cierro de golpe y gruño. Porque hay mucha claridad. Demasiada.

—¿Hye?

Intento volver a abrirlo, para ver quién me está llamando, pero no soy capaz. También pruebo a llevarme el brazo a los ojos, pero hay algo que tira y duele. No me da tiempo a quejarme, porque enseguida noto una mano sujetar mi muñeca con delicadeza. Sus dedos están en la parte interna, acariciando, y me siento más tranquila. Hasta que reconozco que es su tacto y me pongo nerviosa. No sé si en plan bien o en plan mal, porque de repente el pitido se hace muy seguido y noto mis manos cosquillear por las ganas de tocarle. Pero se aparta.

—Tranquila, no te muevas —susurra. Su voz suena grave, como siempre que se acababa de despertar y sus primeras palabras eran para mí—. Estás llena de cables. Voy a apagar la luz para que puedas abrir los ojos, ¿vale? Y... a llamar a la enfermera.

Ni si quiera pregunto por qué tiene que llamar a una enfermera. Solo murmuro una especie de asentimiento y, al segundo siguiente, noto que la luz no es tan intensa. Pruebo a abrir un ojo y, con la suave luz que entra por las cortinas blancas de la ventana, me atrevo a abrir el otro. La visión de Jungkook, con el pelo revuelto y ojeras, hace que aguante la respiración un segundo.

—¿Cómo....?

No puede terminar la frase. Al segundo siguiente llega una enfermera montando un escándalo que me hace querer cerrar los ojos de inmediato. Pero ni eso puedo hacer, porque me hace abrirlos para vete tú a saber el qué, antes de comprobar los goteros que tengo al lado. Por suerte no hablo mucho (solo para decir mi nombre, que estoy consciente y que no me duele nada), porque Jungkook responde al resto (cuándo he despertado, si ha notado algo raro...) antes de que se marche.

Respiro aliviada cuando lo hace, degustando el silencio con los ojos cerrados.

Estaba mejor dormida.

—¿Cómo estás? —pregunta Jungkook, finalmente. Abro los ojos para verle, para poder apreciarle por completo. A su cara, preciosa a pesar de las circunstancias. A su voz; suave, grave. Profunda.

—No lo sé... —digo. Porque sé que no se refiere a lo físico—. ¿Qué hago... en el hospital?

Mi voz suena fatal. Todo lo contrario a lo bonita que suena la suya. Él me sonríe con suavidad y con tristeza.

—¿Te acuerdas de algo?

Niego. No sé ni por qué estoy aquí. Por qué la enfermera ha dicho algo del estómago. Por qué estoy llena de cables. Por qué siento mi cuerpo tan pesado.

—Yo...

Intento esforzarme ahí, mirándole, en pensar qué ha pasado para que esté aquí. Pero veo cosas difusas y mucho blanco. Muchísimo. Recuerdo que lo dejamos, entonces no entiendo que hace ahí. Y recuerdo que estaba con Jimin, así que no sé por qué él no está. Pero tampoco sé por qué estoy aquí y...

—Hye... —susurra, antes de salir de los pies de la cama para venir a mi lado.

Ni si quiera me doy cuenta de por qué lo hace hasta que siento sus brazos a mi alrededor y mis lágrimas mojando la tela de su camisa.

¿Por qué lloro?

¿Por qué no me acuerdo?

Joder, menuda mierda.

—Tranquila, estás a salvo, ¿vale? Tranquila.

—N-no m-me acuerdo... De nada... No sé... por qué estás... aquí.... Y Jimin...

The ghost of it - jjk, myg, pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora