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—¿Tres minutos?

—Eso pone en el paquete, Nam —digo, señalando el envoltorio que contiene el ramen que estamos cocinando para hoy como parte del cursillo intensivo que he titulado: "10 platos para que Namjoon no queme la cocina".

El ramen parece siempre la opción más fácil, pero él mira el paquete como si hubiese nitrógeno líquido dentro y pudiese quemarse al tocarlo.

—¿Y van a quedar comestibles? ¿No voy a quemar nada?

—Teniendo en cuenta que la probabilidad de que quemes una olla con agua hirviendo es bastante improbable... Solo echa la mitad de la olla de agua, para que no se desborde, y pon el ramen y las especias cuando salgan las burbujas. Es fácil.

Namjoon sigue mirando aterrorizado a la olla, pero se acerca con ella al fregadero y sigue mis indicaciones paso a paso. Yo superviso, porque si lo hago por él no estoy favoreciendo a su supervivencia futura. Y, aunque se ha convertido en una costumbre diaria bajar a comer juntos y, a veces, ver alguna serie en Netflix en su habitación o en la mía, sé que no va a ser siempre así.

—¿Así? —pregunta, enseñando la olla sobre el fuego como si fuese un anuncio de la teletienda.

—Sí, Nam. Pero si no enciendes el fuego creo que el agua no va a hervir.

—Vale. Deséame suerte para que esto no salga mal.

Yo pongo los ojos en blanco y me río por su ocurrencia. Es muy difícil hacer ramen mal, pero Namjoon puede ser esa persona entre un millón que lo consiga.

Pulsa el botón táctil de la placa de inducción que tenemos en la cocina y pone la temperatura adecuada con infinita paciencia. Yo observo apoyada en la mesa. Por suerte, nadie viene a comer a las horas a las que Namjoon y yo bajamos.

En cuanto ha terminado empieza a sonar un ruido, más bien, la sintonía de peligro que tiene mi teléfono.

—¡Ya lo he hecho mal!

Me río más y busco mi móvil por la mesa hasta que doy con él. No estoy muy acostumbrada a tenerlo en sonido, pero voy a tener que cambiar ese tono si no quiero asustar a Namjoon cada vez que esté con él.

Miro extrañada al nombre de la pantalla antes de descolgar. ¿Qué hace llamándome un domingo?

—¿Jungkook? —pregunto. Namjoon de repente deja de mirar la olla y me mira a mí, interesado. En el fondo es una reina cotilla, aunque nunca lo admitirá.

—Ay, Hye, perdona por molestarte hoy. Pero es que soy un desastre. Aunque ya lo sabes, bueno. El caso es que se me olvidó hacer la compra. Y en la residencia tienen comida, sí, pero es que no quiero molestar a alguien que no conozco y robar algo y las tiendas están cerradas y seguro que si como en un restaurante no me llega el dinero para fin de mes y...

He captado aproximadamente la mitad de su discurso. O la idea principal, que es lo que suelo hacer cuando Jungkook empieza a atragantarse con todas las palabras que tiene que decir y que no es capaz de pronunciar con la rapidez que su cerebro las formula.

—Jungkook, tranquilo. Ven a comer a mi residencia: no pasa nada.

—¿Seguro? Es que no quiero ser una molestia, pero seguro que estoy siéndolo para ti.

—En serio, no te preocupes. Un amigo está preparando ramen y tengo un paquete extra, estás invitado.

—Vale, vale. Gracias. Muchas gracias. Intentaré ir lo más rápido posible para que no me tengáis que esperar mucho. Lo siento.

—Jungkook: para y respira —digo, con una sonrisa en la cara—. Te esperamos, no te preocupes.

—Vale. Gracias.

The ghost of it - jjk, myg, pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora