Capítulo 4

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Candy parecía tener un sueño muy intranquilo pues se revolvía inquieta, de hecho se trataba de una horrible pesadilla, corría por el campo, y los hombres la perseguían con ese atemorizante fuego de pasión en sus ojos. Sus caras estaban distorsionadas por el deseo, no era posible reconocer del todo sus rostros. Candy corría como un zorro que escapa de un grupo de perros de caza, se cayó y unas manos fuertes la sostuvieron, ella luchó se soltó y siguió corriendo, sentía que sus piernas ya no le respondían más, su corazón latía con fuerza como si quisiera salírsele del pecho y al voltear, finalmente pudo distinguir los rostros de Niel y Archie, el siempre elegante ahora con instinto de cazador ... Y detrás de ellos el Sr. Albert.

-¡No por favor!.- trató de gritar pues los acosadores eran implacables, algo más fuerte que ellos hacía que la siguieran persiguiendo, repentinamente Candy cayó de nuevo, se volvió de espaldas empapada en sudor frío, los miró de frente. Los rostros rojos de lujuria se le acercaron, las manos de los tres hombres comenzaron a rasgar su ropa, a tocarla por todo el cuerpo... Candy gritó...

Despertó con la respiración agitada, sentada en la cama se tocó la cara con manos temblorosas. Los niños estaban apiñados a su alrededor y la señorita Pony entró apresuradamente en la habitación.

-¿Qué te pasa Candy?,- Preguntó la anciana, preocupada.

-Nada... nada ...- susurró la chica apenada, -solo tuve una pesadilla ...-

Miss Pony se echó a reír. - ¡Válgame Dios Candy!...que susto nos diste, seguro es debido al exceso de emociones por la fiesta y el baile...¡ahora descansa, acuéstate otra vez, reza y tendrás buenos sueños!.- agregó con una sonrisa.

La pecosa se acostó obedientemente, se cubrió con una manta pero no pudo volver a conciliar el sueño, todo lo que vivió esa noche le siguió dando vueltas en su cabeza atormentada.

Muy temprano, las voces de los niños la hicieron volver a la realidad:

-¡Candy! ¡Levántate! Candy ... ¡Levántate! - Los chicos entraron de nuevo a su habitacíón.

-No he dormido nada, - se volvió de lado y cerró los ojos. Por alguna razón, quería estar sola, solo necesitaba estar ahí y sentirse como una niña otra vez.

Después de un rato, Candy se levantó por fin, tenía que hacerlo de todas maneras. Además, hoy tendrá que irse a Chicago a su apartamento, para estar en el trabajo por la mañana.

Se puso un vestido sencillo, contenta de que el día anterior hubiera terminado. Quería verlo como un mal sueño, como una pesadilla para olvidar y no recordar más. ¿Pero qué hay de Archie y el Sr. Albert?.

Candy ya se había sentado a la mesa, deseó a todos buenos días y comenzó a servir café en las tazas, cuando de repente la señorita Pony le dijo con picardía:

-Candy te han enviado flores.-

-¿Flores? – sus ojos verdes parpadearon sorprendidos.

-¡Sí, flores! - gritaron los niños.- ¡Incluso dos ramos enormes!.-

-¡Y tres notas!,- la señorita Pony le guiñó un ojo. - Parece que ayer rompiste los corazones de muchos jóvenes.- dijo con una gran sonrisa.

Candy se levantó silenciosamente de la mesa y entró en la habitación donde los niños inquietos la jalaron de la mano. Sobre la mesa había dos ramos de flores, cada uno tenía una nota.

Y una nota más sobresalía con un simple sobre blanco; yacía sola sin flores. La rubia la tomó primero.

-"Candy, necesito hablar contigo. Esto es importante Nos reuniremos mañana a las 18:00 hrs. en el café que está frente al Hospital...Archie".-

Vorágine de pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora