Epílogo

944 61 66
                                    


La luz del mediodía iluminaba la suite matrimonial de un lujoso hotel en las afueras de Chicago. Los ventanales aún cubiertos por unas gruesas cortinas en combinación con los tonos de la habitación, no impedían que algunos rayos traviesos de luz incomodaran a los ocupantes de está, anunciándoles en cierta manera la hora del día que era.

Unos ojos ambarinos se abrieron apenas levemente y al momento, el dueño de estos frunció el entrecejo por la luminosidad que traviesa se colaba por el resquicio del ventanal. Suspiro y volvió a cerrar sus ojos, quería seguir descansando... estaba demasiado agotado, molido, sediento, ¡pero feliz!... y la causante de esa inmensa felicidad, yacía dormida a tu lado.

Se dio la vuelta y enrosco uno de sus brazos sobre su flamante esposa, atrayendola de esta manera hacia él, sumergió su rostro en la rubia mata abultada y rizada de su amada. Aspiro su aroma profundamente hasta que sintió que se impregnaba completamente hasta en lo más profundo con ese aroma y empezó a dar besos suaves sobre la cabellera, pasando de a poco por el lóbulo, metiendo este en su boca y succionando y mordiendo levemente; lo que ocasiono un gemido en la adormilada rubia que sonrió gustosa por esa manera tan "cálida" de ser despertada.

—Mmm buenos días amor.- Su voz era apenas un murmullo, mientras aprovechaba el abrazo para acurrucarse seductoramente en el cálido cuerpo junto a ella y a acariciar la morena piel de sus fuertes brazos y de su torso que tanto le atraía.

—Aún no son buenos, —respondió él, mientras reclamaba sus labios en un apasionado beso, que empezó suavemente probando las mieles que estos le proveían pero de a poco dando paso al calor abrazador que ambos tenían dentro.

Era su primer despertar como marido y mujer; y, aunque ya hubiesen probado las mieles del amor antes de haberse casado, eso no lo hizo menos especial. Al contrario, el haber experimentado anteriormente solo les dio la libertad de ya conocer lo que querían y darse permiso para conocer nuevas experiencias el uno de la mano del otro.

La noche había comenzado después de dejar a sus invitados en la fiesta, donde todos reían y disfrutaban el enlace del heredero de la familia Leagan y la señorita White y al ritmo de la mejor orquesta y del mejor champagne bebían y bailaban. Todo era algarabía y felicidad.

Sin embargo, había dos seres que morían por apartarse de todo ese tumulto y huir lo más pronto posible, para poder disfrutar a su modo y sin ningún otro testigo de lo que deseaban brindarse.

Huyeron apenas tuvieron la oportunidad, sin despedirse, ni hacer alarde. Él manejó directo hacia una suite a las afueras de Chicago, que había sido previamente preparada para recibir al joven y feliz matrimonio.

Les esperaba un exquisito vino espumoso de la mejor calidad, trufas al licor, fresas sumergidas en un ganache de chocolate amargo; que fueron ignorados por la pareja pues a ellos les urgía saborear otro tipo de manjares con desesperación.

Al llegar a la puerta de la habitación, Neil como todo un caballero, tomo a su esposa en los brazos para entrar como lo dictaba la tradición, Candy solo se aferraba gustosa a su cuello con ambos brazos, mientras una sonrisa iluminaba su rostro. Una vez dentro, la coloco en el suelo pero no la soltó, cerró la puerta con la punta del pie y se enrosco en la pequeña cintura de su amada, pegándola más a su cuerpo, sumergiendo su nariz en su melena y aspirando ese aroma que le fascinaba.

-Al fin solos mi amor,- dijo en un susurro cerca del oído de Candy y empezó a besar punto por punto ese cuello de piel nívea que lo enloquecía, hasta llegar al inicio de los botones de ese bendito vestido, que si bien la hacían lucir como una princesa, el maldito fastidio de tener que desabotonar todos y cada uno de ellos, lo hacían querer desgarrarlo sin importarle lo valioso que este pudiera ser. Sin embargo se contuvo, Candy se merecía que todo fuera perfecto, por ella y para ella, y claro que él haría lo que fuera para que así fuese.

Empezó lentamente a desabrochar, —armándose de una paciencia que no tenia, y que quien sabe de donde sacó, -cada botón desabrochado era un logro sobre su ansiedad e impaciencia y se premiaba besando y saboreando la piel que poco a poco iba quedando al descubierto. Cada botón seguido de una probada de esa cremosa piel y pronto descubrió que la tarea no había sido tan titánica pues se dio cuenta que sin querer había llegado al último de estos y que su esposa, temblaba levemente en expectación por lo que se aproximaba.

Deslizo suavemente su vestido y este cayó al suelo, un suspiro salió de la boca de su amada, mientras él la giraba para disfrutar del panorama que ante él se mostraba, no podía menos que sentirse afortunado de tener a tan bella mujer a su lado y con la plena seguridad de que era de él y para él y siempre lo seria.

Tomo su corbata y cuando iba a empezar a deshacer el nudo, la mano blanquecina de Candy, lo detuvo. Y fue el turno de ella de empezar a desnudar a su flamante y amado esposo. Lentamente y con parsimonia, fue desanudando, desabrochando, abriendo y quitando todo lo que le obstaculizaba para llegar a tocar, sentir y probar esa piel enfebrecida ya por las caricias previas. Las manos de Candy volaban por sobre él, por su espalda, pecho, brazos, piernas, desvistiéndolo y encendiendo cada lugar que tocase aunque fuera levemente.

Una vez que la última prenda cayo, se observaron profundamente, había en sus ojos una llama de deseo que bailaba en sus pupilas, ambos nerviosos y expectantes, —pese a que ya se conocían— de lo que se venía a continuación.

Lentamente Neil acorto la distancia y la tomo de la cintura, sus ojos no dejaban de mirarse y expresarse cuanto deseaban ese momento, las palabras salían sobrando entre ellos y sin más preámbulo tomo esos labios, acariciando lentamente la espalda de arriba hacia abajo, mientras con pasos lentos, se dirigían a la cama que estaba perfectamente dispuesta para ellos.

Una vez ahí, la recostó suavemente, de sus labios, poco a poco empezó a bajar muy lentamente por su cuello, chupando, lamiendo y saboreando; siguió su recorrido deslizándose hacia abajo hasta llegar a los senos redondos y turgentes, donde se entretuvo succionando y mordisqueando la punta de estos; mientras que Candy se revolvía debajo de él, presa de un calor que la incendiaba y que liberaba a través de gemidos.

Continuo su camino por el vientre, dando besos húmedos, mientras le acariciaba las piernas y las abría lenta y ceremoniosamente, para posicionar su boca, justo fuera del centro de placer de su bella esposa; y sin más, lo acaricio con su lengua; la sacudida que tuvo Candy le indico cuanto lo había disfrutado y como si fuera posible, esto lo encendió aún mas, volvió a repetir la acción esta vez con un poco más de presión e intensidad, saboreando el néctar que su amada producía y, del cual él era responsable.

El gemido que lanzo Candy, lo enloqueció y perdió todo el control del que hasta ese momento había hecho alarde y, arremetió sin piedad, lamiendo, succionando y mordisqueando esa pequeña parte sensible; mientras, que la receptora de estas caricias, enloquecía con cada toque en su parte más sensible, mientras que imploraba a Neil que la hiciera suya.

Neil se incorporó y posicionando su pene sobre la zona húmeda y resbaladiza de Candy, la penetro con intensidad, mientras que buscaba los labios de la mujer que lo volvía loco. El ritmo frenético los envolvió a los dos y se entregaron a la pasión que los consumió completamente, llevándolos lejos de este mundo en un estado de completo gozo y felicidad.

Después de esa entrega, le siguieron otras más, celebrando que de ahora en adelante eran tan libres como quisieran, de hacerlo cuando así lo desearan.

+-+-+-+-+-+-+

Al principio su matrimonio no estuvo ajeno de peleas y discusiones, ya que el carácter desconfiado de Neil a veces rivalizaba con la ingenuidad de Candy, pero al final, ambos terminaban cediendo y arreglando sus diferencias como mejor sabían hacerlo y como ella ya lo había pensado, se terminaron acoplando por ese amor inmenso entre ellos que cada día encontraban nuevos motivos para que creciera más y más.

Tuvieron tres hijos; dos guapos morenitos y una linda rubia, traviesos, mimados y consentidos por sus padres y el resto de la familia, pero criados con la dulzura, el amor y la presencia de unos padres firmes cuando lo requería la situación.

FIN

Gracias a tod@s por leer y comentar este neilfic, próximamente publicaré otro para celebrar el cumpleaños de mi bello Neil (agosto)

Agradezco a C.C. por su colaboración en este fic.  

Vorágine de pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora