Capítulo 11

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La suave música creó un ambiente romántico y el cantante entonaba una canción de amor, Candy y Neil se levantaron a bailar y una timidez incomprensible volvió a apoderarse de la rubia.

Un sentimiento nuevo e inesperado crecía dentro de ella, lo cual la dejaba desconcertada e indefensa, comprendió que Neil probablemente trataría de besarla al final de la noche, pero no estaba segura si quería detenerlo o si anhelaba ese momento con impaciencia.

-¿Qué pasa conmigo?,- seguía preguntándose a sí misma mirando a su pareja de baile inmediatamente bajando las pestañas y sonrojándose. ¿Acaso era un anhelo de amor, un resentimiento inesperado contra esa mujer, o simplemente el largo cortejo finalmente derritió su corazón? ¿o tal vez esta noche el príncipe lucía tan atractivo que no podía resistirse a sus encantos?, ¿Por qué sus ojos parecen tan apasionados y tiernos al mismo tiempo?.¿Por qué su sonrisa la desarmó? ¿Por qué, bailando con él, se volvió tan estúpida?.

Desesperación, sí, ella está con él por desesperación... o no, puede ser solo una coincidencia. Si es eso entones ¿Por qué rechazó el amor del señor Albert?, Candy estaba completamente sumida en sus pensamientos y no se dio cuenta que Neil se detuvo, al ver la expresión de su rostro, la rubia se dio cuenta de que la iba a besar.

Si quisiera evitar que lo hiciera, entonces debe impedirlo ahora, sin embargo ella solo cerró los ojos rindiéndose por completo a las sensaciones que le llegaban en cascada. Este nuevo sentimiento dentro de ella estaba creciendo y o estaba saboreando, su corazón latía con fuerza a cada segundo, le pareció que se quedaría sin aire.

Obedeciendo a sus nuevos sentimientos, levantó las manos y abrazó a Neil por el cuello, luego le tocó el pelo y lo revolvió, maravillada por su inesperada audacia. Cuando sus labios se separaron, ella escondió la cara en el hombro de su príncipe aun abrazando su cuello, en sus oídos sonó su apasionado susurro:

-¡Mi amor...mi único amor!.-

Cuando Candy subió al auto para regresar a su departamento, no podían separarse el uno del otro ni por un segundo, se tomaron de las manos, incluso si no era muy cómodo.

Candy vaciló, después de algunas dudas, apoyó suavemente su cabeza en el hombro del joven Leagan, fue un gesto conmovedor de confianza y sintió como él se congelaba, temeroso de asustarla como si fuera un pequeño pájaro.

-Te vas a reír de mi, -susurró la pecosa.

Volteó ansiosamente para mirar su rostro siempre tan arrogante y frío, pero él sonrió tan cálida y abiertamente, como si hubiera estado esperando esa conversación:

-¿Por qué debería reírme de ti? - Neil levantó las cejas sorprendido, su gesto era tan amable, agradable y sincero, que algo, una nueva sensación en el interior de la chica se agitó con renovado vigor.

Cierto, ¿por qué debería reírse de ella? ¿por qué debería reírse del amor?.

Estaban parados en el umbral de la puerta y no podían separarse, sus manos eran tan cálidas y sus ojos brillaban con una luz suave. Los ojos marrones se vuelven tan tiernos y profundos cuando la luz del amor se refleja en ellos.

Los amantes subieron silenciosamente, Candy abrió la puerta y entraron. Neil cerró la puerta en silencio y la niña levantó la vista sorprendida: pensó que se estaba despidiendo y él se retiraría, pero contrariamente a eso, la abrazó y lentamente la atrajo comenzando a bañarle la cara de besos.

Una ola cálida capturó nuevamente a la chica, ella lo abrazó fuerte para sostenerse de él, pues sus piernas parecía que no le respondían. Los besos se volvieron más apasionados, los masculinos labios bajaron y besaron su cuello, besos húmedos y cálidos.

Vorágine de pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora