Capítulo 43

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Candy bajó lentamente las escaleras tomada del brazo de su prometido. Cuando se encontraron ante los ojos de todos los presentes, ninguno de los dos se dirigía la palabra, solo asintieron con la cabeza ceremoniosamente.

Nerviosa, la rubia tocó con su mano libre las cuentas de su collar de perlas colocado alrededor de su cuello. -"Las perlas significan lágrimas ...",- dijo por alguna razón cuando Gladys le ofreció el collar y el brazalete haciendo juego con el vestido azul que portaba, aunque Candy nunca fue supersticiosa.

-¡Oh, no, señorita Candice!, -la sirvienta la tranquilizó, -las perlas que significan lágrimas son las que adornan el vestido de novia.-

Pero no podía evitar que ahora su corazón estuviera inquieto, como si fuera un mal presentimiento.

-¡Ya no pensaré más en esas tonterías!.-Candy sonrió y miró a Daniel, pero su rostro era impenetrable; lo más probable es que todavía estuviera enojado.

¡Oh sí!, estaba muy enojado. -Ella me hizo pasar un mal rato delante de la sirvienta, ¡esos caprichos! ... nunca pensé que Candy fuera capaz de armar semejante escándalo.- Pensó Leagan, ahora que volvió a ver a su amada y decidió que no hablaría con ella en la cena.

Pero sus ojos de posaron de reojo en su amada, ella lucía tan hermosa, sus bellos ojos color esmeralda lo miraban con tanto amor que lo hicieron reflexionar... ¡pero este acto de rebeldía suyo de querer dejar la mansión para irse a su departamento!, e incluso discutir con él en presencia de extraños ... ella debe de entender que hirió su orgullo, su condición de futuro jefe de la familia Leagan. En privado, puede comportarse como le plazca, pero la manera en la que le reclamó ¡es inaceptable!.

¿Y qué fue lo que le disgustó tanto a Candy? ¿fue porque no le pidió su opinión respecto a donde vivirán antes de casarse y sobre la sirvienta que contrató para ella? Pero porqué tenía que haberle consultado ... ¡Nada está claro! De hecho, cuanto más te preocupas por una mujer, más insatisfecha está.

Neil frunció el ceño cada vez más mientras se sentaban a la mesa y las intromisiones de la abuela Elroy influyeron en su mal humor. –Por supuesto hay que controlarse y conservar la decencia.- esa voz monótona retumbó en su cerebro.

-¿Me podrías pasar la ensalada? – preguntó Candy y Neil contestó con voz seria. -Sí, por supuesto.- Le entregó el platón y sus dedos se tocaron haciendo que ambos se estremecieran.

¡Maldición! Sí, él fue grosero con ella. Muy grosero y no debería haberla encerrado ... Por supuesto, ella debió de haberse sentido ofendida... ¡es una pena que no pueda regresar el tiempo y actuar de manera diferente!, pero lo hecho...hecho está.

-"Madame Campbell también estará presente en tu boda y tú debes ..." -escuchó que la tia Elroy empezó a dirigirse a él pero decidió que no prestaría atención en ese momento...que aburrido es todo esto, ¡Cuándo terminará esta aburrida cena!, la prioridad es hablar con Candy. Será necesario disculparse con ella y en todo caso, aclarar sus puntos de vista.

Madame Elroy estaba muy contrariada porque no tuvo oportunidad de discutir con Neil el motivo por el cual decidió abandonar la propiedad de los Andrew tan rápido y marcharse a Chicago, también escuchó rumores sobre una pelea con cierto actor, así que la anciana sentenció que quería hablar con él y con Candy, tomar un té después de la cena.

Y así fue, los tres se reunieron en la sala azul y siguieron hablando y hablando hasta altas horas de la noche sobre varios asuntos pendientes acerca de la boda, así como sobre cómo deberían comportarse ahora, cuando la atención general de toda la sociedad se enfoca en ellos, hasta que al joven Leagan le dolió la cabeza y luego, en un tono categórico, la anciana le ordenó a Henry que acompañara a Neil a su habitación y a Gladys que hiciera lo mismo con Candy, asegurándose de que los novios no se quedaran solos después de la cena.

Vorágine de pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora