Vorágine de pasión

Capítulo 41

Candy se despertó de excelente buen humor y saltando impacientemente de la cama, corrió hacia la ventana y abrió las persianas. Los suaves rayos del sol del verano que pasaban calentaron suavemente sus mejillas y los pájaros trinaron en las ramas de los árboles... ¡Hoy irá a elegir un vestido de novia con sus mejores amigas!.

La rubia presionó sus manos contra su pecho y giró alrededor de la habitación...¡su vestido de novia!, con el que toda niña sueña de corazón desde la infancia. Un vestido en el que su amado la verá por primera vez para decir los juramentos más importantes en la iglesia frente al altar...-¡Juntos para siempre! ¡Tan genial, maravilloso que Annie y Patty estarán conmigo hoy!.- pensó Candy, vistiéndose apresuradamente.

Annie siempre sabe lo que está de moda ahora y lo que le queda mejor a cada una de ellas y Patty siempre tiene su propia opinión especial, ¡que sin duda expresará con tacto! ¡Estarán felices juntas!.

Peinando su cabello, entró en la sala de estar y distraidamente tomó una naranja, que estaba entre varias más en un plato sobre la mesa. La rubia dejó el cepillo y se llevó la naranja a la nariz, respirando su aroma. -¡Qué maravilloso huele! ... ese olor me recuerda a mi madre...así olía ella.-dijo pensativa.

De repente se sintió triste, Candy se dejó caer en una silla e inhaló nuevamente el olor a naranja. Por alguna extraña razón que no alcanza a comprender, esta fragancia le recordaba a su madre. El olor a frescura, verano, felicidad infantil ... dulces sueños de su niñez sobre sus padres antes de acostarse.

Las manos suaves de una madre, tan confiable y las del padre que dan seguridad ... si su madre estuviera a su lado hoy, ella elegiría un vestido de novia perfecto. Cuidadosa y atenta, ayudaría a las chicas de la tienda a escoger la mejor tela, la más adecuada para Candy, discutiría y opinaría sobre el estilo, la confección y los accesorios adecuados al mismo.

Un sentimiento de soledad, siempre atacando inesperadamente como un monstruo de pesadillas, de nuevo la poseyó. -Me gustaría tanto que mis padres estuvieran conmigo ese día ... que vieran que he crecido y soy feliz con el amor de mi vida, solo por tenerlos cerca daría cualquier cosa...pero estoy sola.-

Por supuesto, eso no es del todo cierto, tiene a su ser amado con el que planea pasar el resto de su vida, amigos que se preocupan por ella ... sus madres del hogar de Pony, los niños que tanto la quieren y muchos conocidos que desean su felicidad.

Ella no tiene familia, no hay personas de su propia sangre en este momento a su lado pero solo cuando no es capaz de compartir con ella misma su felicidad es cuando Candy se da cuenta de su orfandad. En la primera infancia, ella siempre trató de alejar esos pensamientos tristes de su mente, cuando dormía, todavía soñaba, que de repente, sus verdaderos padres entraban al Hogar de Pony y la llevaban a su propio hogar.

No necesitaba que le pidieran perdón por dejarla en la nieve ese frio día frente al refugio. Ella solo quería verlos, los hubiera perdonado de inmediato sin sentir ningun tipo de rencor por supuesto. Para recordar sus caras y al menos una vez sentir su amoroso toque.

Solo el olor a naranjas le recordaba a su madre.

Sintió una vaga sensación de ansiedad. Muy pronto, ella entrará en la familia Leagan...sola, si algo sale mal, surge alguna disputa, resentimiento o malentendido, estará sola. Ella no tendrá parientes que la respalden pero...¿Por qué de repente tiene esos pensamientos negativos? ¡Todo estará bien con ellos! Ciertamente serán felices, tiene que conservar el positivismo que siempre la ha caracterizado además Neil la ama, lo ha demostrado de mil maneras, siempre la apoyará no hay duda, él se enfrentó a su familia por ella en el pasado y en el futuro...lo volverá a hacer si es necesario.