Capítulo 23

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Archie se agarró la cabeza con las manos. -Candy, lo intento créeme, hago todo lo posible para comprenderte, pero no esperes que salte de alegría por tu elección.-

-Esto es muy serio Candy, -dijo su amiga suavemente. -mira, el matrimonio es para siempre...¡para el resto de tu vida!.-

-¡Eso es exactamente lo que quiero!, que estemos juntos para siempre. - exclamó la rubia.

Sus amigos la miraron como si hubiera perdido la razón. Se hizo un silencio pesado y los ojos de la pecosa comenzaron a llenarse de lágrimas.

-Candy Escucha,- Cornwell, se calmó con un gran esfuerzo y continuó hablando de manera tranquila.

-Bueno, así lo decidiste, está bien...supongamos que él está siendo amable contigo ahora que dice amarte, ¡pero no te apresures! ¿por qué no se tratan, por ejemplo, un año? y si él sigue comportándose de la misma manera contigo, entonces te casas.-

-¡Eso es razonable Candy! – Annie apoyó la idea de Archie. - Después de todo, una decisión tan importante no se toma tan apresuradamente.-

Candy se levantó de un salto. Sus ojos brillaron con una oleada de ira. -¿Qué pasa con Annie?.-

- Y cómo se toman esas decisiones ¿eh?, ¿acaso cómo ustedes? ¿unos siete años para pensar, pensar y luego romper el compromiso de un momento a otro? Solo quieren separarme de él, no, ¡no lo harán!.- inmediatamente se dio cuenta que fue algo indebido, algo que no debió de haber dicho, pero fue espontáneo, sin pensar...

Annie palideció y Archie miró a Candy, como si la hubiera visto por primera vez.

-Tú...¡te has vuelto como él!. – le contestó Annie .- ¡desagradable, grosera y violenta!.-

- Bueno, ¡genial!- contestó Candy y salió corriendo de la cafetería, azotando la puerta con violencia.

¡No tenían derecho a insultarlo!, ella se los pidió...¡varias veces!.

Aunque se arrepentía de haber dicho eso, porque por supuesto no fue correcto, aún así, está molesta con ellos.

Totalmente contrariada, Candy subió a su departamento y una vez dentro se tiró en el sillón de la sala y abrazó a su enorme oso... ¡ella se volvió igual que él!... bueno, ¡que así sea!.

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Neil Legan redactó la última invitación para sus invitados, sentado en el escritorio de su habitación, después de un duro día en la oficina, inmediatamente puso manos a la obra.

-Tengo que hacerlo yo mismo, atender cada detalle para preparar la fiesta, detalles que son solo asuntos de mujeres, pero no hay otra manera, no puedo confiar en nadie, incluso mi propia madre.-

La tía Elroy entró a su habitación sin llamar a la puerta. - ¿Qué es ese trapo que llevas puesto?.-

-No es un trapo, es una bufanda,- respondió Daniel con calma mientras seguía escribiendo unas líneas exageradamente largas, solo entonces se puso de pie para mostrarle respeto a la anciana.

-Claro, ese es...su regalo, ¿verdad?-

-Si, e incluso si ella me diera un lazo con un simple nudo, me lo pondría en el cuello con el mismo entusiasmo.-

Madame Elroy miró sorprendida a los ojos de Neil y se encontró con una mirada tan feroz como la de ella.

Dos pares de ojos marrones se miraban fijamente, pero los ojos de Leagan lucían más penetrantes y la anciana fue la primera en desviar la mirada.

Vorágine de pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora