Capítulo 39

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Fue indebido, incorrecto, e incluso temerario, pero ese día...volvieron a hacer el amor.

Probablemente Neil perdió completamente la cabeza por el hecho de darse cuenta que estuvo a punto de perder a Candy y por eso permitió que sucediera lo que sucedió.

Al menos, eso se explicó a sí mismo, había jurado respetarla hasta que se consumara la boda, pero esa promesa ya se había roto unos días atrás.

Besando a Candy con más pasión en la sala vacía donde no había nadie, sintiendo de nuevo a su amada, su frágil cuerpo, sus cálidas manos en su cuello, sus tiernos labios ligeramente hinchados por sus furiosos besos oyendo su respiración agitada, volvió a perder el control.

Si Candy hubiera dicho –"No, no lo hagas"- se habría detenido en ese mismo momento, pero ella respondió a sus besos atrayéndolo suavemente. Daniel cargó a la rubia en sus brazos y subió al segundo piso, entró a su habitación, cerró la puerta, corrió las cortinas y luego ... luego la acarició, se besaron apasionadamente hasta quedar sin aliento, él quería que le suplicara que la hiciera suya.

Y finalmente, cuando escuchó un débil - ¡Neil, por favor, hazme tuya! ...- él entró en ella, sin contener más su deseo, todo su ser quería poseerla y al mismo tiempo disolverse en ella.

Y solo después de mucho tiempo se quedaron en silencio, abrazados, disfrutando de ese estado bellamente sensual, que ocurre solo después de la intimidad con tu ser amado.

- ¿No te lastimé cariño? - preguntó Daniel ansioso, mirando a la cara de su novia.

-No...no,- la chica sonrió con tanta confianza.

Él continuó frunciendo el ceño.

-¿Qué te pasa? - preguntó Candy preocupada. -¿Hice algo mal?.-

Neil la estrujó en sus brazos y susurró. -¡Dios por supuesto que no!, soy yo, hice mal, cariño sabes que no deberíamos haberlo hecho de nuevo, tendríamos que haber esperado sesenta y un días - se lo dijo a Candy, pero en realidad se dijo a sí mismo.

-¡Solo sesenta y un días, y estaremos juntos todas las noches!, mientras tanto, debemos ser cuidadosos. No quiero que nadie hable de nosotros, alguien podría vernos y eso trascendería a la familia, tu sabes, los chismes de la servidumbre, pero linda, ya ves, no tengo la voluntad para resistir tu belleza, debes detenerme si vuelvo a intentarlo antes de la boda...di no e incluso puedes golpearme si no te escucho.-

Candy levantó las cejas. -Pero no quiero rechazarte, quiero besarte,- dijo simplemente. Daniel se rió y besó a la pecosa otra vez.

-¡Me parece que me estás tentando a propósito, mi pequeña inquisidora! ¡Ninguna tortura es peor que escucharte decir de tus bonitos labios que quieres besarme y no atreverme a besarte!.-

Después de un rato se vistieron y bajaron las escaleras. Neil decidió abandonar Lakewood de inmediato, porque no podían quedarse allí juntos por más tiempo, así que los amantes se fueron a Chicago.

-Candy, ¿harás lo que te dije si no puedo contenerme?.- Una vez más le preguntó Neil.

-¿Cómo puedo decir que no si quiero decir que sí? - respondió la niña.

-Pero aún así, di que no.-

-Está bien, no prometo nada pero lo intentaré.-

-Terry se fue sin decir adiós ...- pensó Candy, una vez que estaban en el auto, mirando hacia el camino. Los reconcilió y se fue en silencio. –Gracias Terry, sé feliz.- susurró suavemente.

Vorágine de pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora