✿ Prólogo

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Dicen que el hecho de cumplir los quince años es el momento más especial de tu vida, marca una etapa entre el antes y el después en donde pasas de tu infancia a la adolescencia, un acontecimiento que no se vuelve a repetir jamás en la vida.

No obstante, para Tamaki sus quince años habían adquirido otro significado.

Ese día su familia iba a organizarle una fiesta, una en donde estarían sus parientes más cercanos, incluyendo a su mejor amigo Togata Mirio y Hadou Nejire.

Por ese entonces, la inocencia con la que Amajiki y Mirio jugaban era digna de admirar y de inmortalizar en fotos, ya que ambas familias sabían de sobra la eterna confianza y cariño que los dos niños se tenían, así que por ende lucían adorables a los ojos de los adultos mientras compartían tiempo juntos.

Nejire ayudaba a la madre del azabache a hornear el pastel, ya que dentro de poco comenzarían a llegar los demás invitados y debían tener todo listo para cuando llegara el momento. Entre tanto, Tamaki y Mirio jugaban a las escondidas dentro de la casa, sin importar que ya fueran "grandecitos" para esas cosas.

Y es que a veces lo que uno quiere hacer no sale como se planea, y el azabache es la auténtica prueba de ello. En una de sus escapadas para que el rubio no le encontrase mientras contaba contra la pared, decidió deslizarse por la baranda de la escalera confiando en que caería de forma correcta.

Mas no contó con perder el equilibrio en el acto.

Cuando apenas fue consciente de que estaba en el suelo algo aturdido por la caída, Mirio ya se hallaba a su lado arrodillado y preguntándole si es que estaba bien, y si es que le dolía algo para luego regañarle por haberse arriesgado así. Sin embargo todo ese monólogo había pasado a segundo plano para Amajiki, quien embobado y ruborizado observaba fijamente el rostro del rubio, sintiendo que ya no le estaba escuchando.

Tal vez fuese la cercanía o que le estuviera sosteniendo ambas manos al instante de haberse reincorporado del suelo, que su corazón comenzó a acelerarse por estar en semejante situación con su mejor amigo por primera vez.

Jamás Amajiki había visto de otra manera a Mirio que no fuese como un amigo, a quien podría confiarle su vida de ser necesario, al cual le daría todo el mundo en agradecimiento por quedarse a su lado a pesar de su exasperante comportamiento de siempre... porque claro, quién podría querer a un chico retraído e idiota como él?

Tarde Tamaki se dio cuenta de que sus manos ya no estaban unidas a las de Mirio, y una especie de tristeza inexplicable brotó de su pecho ante esto. Luego de ese pequeño "accidente" en las escaleras, el día siguió su curso de forma normal, en donde los invitados al cumpleaños de Amajiki empezaron a llegar conforme pasaban las horas.

Cuando el momento de cantarle el "feliz cumpleaños" a Tamaki llegó, y a pesar de estar rodeado de gente y tener el pastel con las velas enfrente suyo, él no sentía que estuviera allí ahora mismo; su mente divagaba desde hace unas horas atrás, desde la caída prácticamente.

Le perturbaba la cercanía entre él y Mirio durante esos minutos, su rostro ardiendo y su corazón latiendo más deprisa mediante asimilaba la situación; no era normal, claro que no lo era. No podía cometer la osadía de ver a su mejor amigo con otros ojos, dejarse llevar por ese momento sin saber a dónde iría a parar si daba rienda suelta a la sensación floreciendo en su pecho gracias a ello.

Amajiki pareció regresar a la realidad cuando escuchó "pide tres deseos" por parte de su madre, la que sostenía el pastel. Por unos breves segundos observó a Mirio, y tras cerrar sus ojos por unos instantes, sopló con la seguridad de que lo que pidió llegase a cumplirse en un futuro.

O quizá nunca.

Sus quince años habían llegado de una forma inusual, una en la que su vida cambiaría rotundamente y sus días se volverían una completa locura a partir de ese entonces.

Tamaki ya no estuvo muy seguro de si había hecho bien en dejar pasar el tiempo con respecto a ese asunto, creyendo ciegamente en que se le pasaría y que había sido una confusión del momento. Los meses pasaban y su cuerpo ya no reaccionaba de la misma manera cuando Togata se le acercaba para saludarlo, entablar una conversación con él o simplemente quedarse a su lado por ser ya una costumbre.

Todo dentro del azabache enloquecía al tenerlo así de cerca, y todavía quería mantenerse firme fingiendo demencia o haciendo de cuenta que era producto de su imaginación lo que sentía, porque no podía ser real, y es que le atemorizaba que lo fuera.

Finalmente un día, a sus plenos dieciséis años, Amajiki supo que todo aquello se le había ido de las manos. Había descubierto que era demasiado frágil e indeciso sentimentalmente, le era imposible poner sus pensamientos en orden y acababa en un completo caos que había terminado por convertirse en amor.

Se había enamorado de Mirio, de su mejor amigo y de quien consideraba el ser más importante en su vida. También se convenció de ello en el preciso momento en el que Togata le hizo saber con una gran sonrisa y emoción que él y Nejire habían comenzado a salir, como pareja.

Otra desventaja que el azabache había pasado por alto era esa. Dejó fluir sus sentimientos a sabiendas de que su mejor amigo y la peliazul se comportaban como algo más que amigos desde hace tiempo, y le era bastante complicado ignorar las tontas miradas que se dedicaban ambos al estar en un mismo espacio.

Ellos podían tener algo que él no. Ella podía tener al rubio de la forma que quería, y Mirio podía lucir normal, feliz y agraciado al estar con una hermosa chica como Nejire.

Era una bonita historia de amor en la que Tamaki sólo podía aportar tocando el violín.

Quizás lo mejor sería olvidarse de aquellos sentimientos por su propio bien, hacerse a la idea de que a nadie le importaría lo que Amajiki sintiera y que nunca estuvo a su alcance el amor que Mirio le estaba dando a una de sus amigas, aunque...

Si intentó olvidarlo una vez, por qué lo haría ahora si anteriormente no lo logró?

Young Blood | MiriTamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora