26.

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Sabía que estaba por enterar a las puertas del infierno. Pero como la inevitable fuerza de gravedad...no hubo nada que pudiera hacer.

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Abrí mis ojos lentamente, me sentía desorientada, no sabía en donde me encontraba hasta que mis sentidos se espabilaron y logré reconocer mi habitación. Intenté levantarme pero no pude hacerlo, mis manos estaban atadas a la cabecera de la cama.

Fue en ese momento que recordé en la situación en la que estaba y no sabía cómo había parado aquí, lo último que recordaba era que estaba en su baño, presa del pánico.

Miré mi cuerpo y estaba completamente desnuda, a excepción de mi kimono blanco, el primero que había diseñado y que era mi favorito. Miré hacia todas partes en busca de él pero no lo vi a simple vista.

Junto a mi cama había una taza de té y un plato con galletas, mis favoritas.

—¿Ya despertó de su sueño reparador, princesa?.

La poca esperanza que tenía, de que se había ido y me había dejado en paz, se esfumó. Miré hacia su dirección y estaba parado a los pies de mi cama, con las manos en los bolsillos de su chaqueta.

—¿Cómo llegué aquí?.

—Te traje yo.—me miró como si fuera obvio y se echó a reír.

—Estaba en tu baño, no recuerdo haberme desmayado...

—Ah si eso es cierto.—asintió sentándose en el borde de la cama.—Es un gas especial que inventé, como el gas pimienta, pero este tiene una droga que hace que tu cerebro se apague, te marea, estas vulnerable y recibes instrucciones de otro.

—Me drogaste.—dije mirándolo a los ojos y comencé a llorar.

—Tuve que hacerlo Mía, no querías escucharme...me dijiste que querías que te dejara ir y aquí estás, en tu casa, cumplí, ahora sólo quiero que me escuches.

Sus dedos comenzaron a acariciar mi pierna sutilmente, subiéndolos hasta mi muslo haciendo figuras abstractas, bajó de nuevo su mano dejándola sobre mi rodilla y sonrió mirándome de nuevo a los ojos.

—Soy un asesino Mía, me gusta, no me avergüenzo de eso.—negó sosteniéndome la mirada.—Maldita sea, me encanta...la sensación de blandir un cuchillo, de rasgar la piel, de sentir la sangre aun tibia en los dedos, el olor, mientras te suplican que por favor no lo haga, con miedo en sus ojos...maldición es mejor que el sexo.—rió apretando suave mi rodilla.—Y entonces llegaste tú y de repente esa necesidad que sentía de degollar, desaparecieron, así de la nada...me sentía tan completo, que tu sola presencia era suficiente para que llenaras esa necesidad, era extraño, jamás me había sentido de esa manera...

Suspiró mirando un punto fijo de la pared y comenzó a divagar.

—Cubrías esa necesidad que sentía, cuando teníamos sexo y tú misma me pedías que te asfixiara, que te golpeara, que te hiciera daño...dios Mía, me tenías en tus manos, ver como disfrutabas eso, jamás decías que parara, me pedías más, fue cuando supe que te gustaba el dolor tanto como a mí me gustaba causarlo.—negué cerrando los ojos lentamente.—Mientras estuve contigo, no asesiné a nadie, no tenía la necesidad, tú eras como la luz que devolvió todo lo que la oscuridad se había llevado...pero entonces llegó Vanessa, queriendo arruinar todo, queriendo lastimarte, no iba a permitirlo y fue el motivo que necesitaba para acabar con ella porque te juro Mía, te juro que era en lo único que pensaba cuando la tenía cerca.

—¿Dices que la asesinaste para protegerme?...

—En parte, ella lo iba a arruinar todo.

—Entonces porque mataste...a Liliam.—mirar su rostro era como ver el de una estatua, no tenía algún tipo de expresión facial, no tenía indicio de remordimiento, sus ojos parecían las ventanas al infierno.

—Cuando maté a Vanessa, no pude parar, había recordado de nuevo lo bien que se sentía...matar a esa chica no estaba en mis planes, yo quería ir por Michael.—escuchar el nombre de Mike hizo que mi corazón se acelerara y me temí lo peor.—Pero eso te iba a lastimar demasiado y como te he dicho un millón de veces, nunca te lastimaría...digamos que Liliam se sacrificó por Mike, necesitaba alguien con quien liberar la ira y ella se subió a mi auto.

—Tú no puedes tener sentimientos...—reproché mirando directo a sus ojos.—No puedes decir que me amas cuando me estás dando un discurso de lo mucho que te gusta asesinar, hablas de las personas como si fueran un maldito trozo de carne...tú no puedes amar a nada, porque ni siquiera tienes alma.

Estaba resignada en morir esa noche y no iba hacerlo dándole el gusto, ya no estaba asustada, no iba a morir asustada.

Me escaneó con la mirada varias veces y comenzó a subir su mano por mi abdomen, hasta mi pecho, apartó la tela que me cubría y pensé que me iba a tocar un seno, pero en vez de eso puso su mano en mi corazón.

—Escucha, como tu corazón bombea sangre...amo ese sonido, ¿sabías que cuando escuchas música, el corazón cambia su ritmo para seguir la velocidad de la música?.—se me quedó mirando esperando mi respuesta, pero no dije nada.—Yo sentía que mi corazón se alineaba con el tuyo...y no me equivoqué, laten al mismo ritmo.

—Si me sueltas, podría ver.—él no era estúpido, sabía que sólo quería que me soltara para salir corriendo, lo supe cuando me sonrió ampliamente, mostrándome su perfecta hilera de dientes y esos preciosos hoyuelos que tanto me derretían.

—Es la primera vez que me pides que te suelte, Mía.—se acercó hasta mi dejando un beso en mi frente y sentí que aflojaba el nudo.—Claro que te soltaré, debiste pedírmelo antes, iba hacerlo cuando despertaste pero me distraje viéndote.

Liberó mis manos y sujetó mi mano derecha para darle besos delicados que fue bajando hasta mis muñecas.

—Por cierto, me encanta como se te ve ese kimono...ahora si eres la princesa de la luna.—acaricié su rostro, sosteniendo su mejilla, admirando cada perfección en él.

Cerró los ojos dejándose llevar por mis caricias y ese sentimiento de culpa me invadió al darme cuenta de que, por más horrible que sea por dentro, no podía dejarlo de amar.

Mi James Dean perfecto.

—Mía...no me dejes, por favor.

Escucharlo suplicar de esa forma, me quebró el alma, él se había convertido en todo para mi, en el centro de mi pequeño universo.

Su obsequió era la prueba de que me amaba tanto como yo lo amaba a él, que en medio de su psicosis, me amaba, a su manera...y no podía abandonarlo, no sabiendo que sentía todo eso por mí, que su amor hacia mí era tan poderoso que reprimía sus instintos más bajos.

Luke era un monstruo pero hasta los monstruos tenían sentimientos, nunca intentó dañarme, pudo haberme destrozado en su baño, me había confesado sus crímenes, me había dado las pruebas para acusarlo y sin embargó, no me lastimó.

—No pienso dejarte, mi amor.

Sus ojos se abrieron de nuevo, mirándome con ese brillo tan especial, como me miraba todo el tiempo. Deslicé mi mano hasta su pecho, dejándola sobre su corazón y comencé a sentir sus latidos, sonreí al darme cuenta de que él tenía razón, nuestro corazones latían al mismo ritmo, con la misma frecuencia.

Nuestras miradas volvieron a encontrase y me incliné hacia él, sosteniendo su cara entre mis manos, nuestras narices se tocaron y presioné mis labios contra los suyos, besándolo delicadamente.

Había sellado mi pacto con el diablo, con un simple beso.

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Sʏᴍᴘᴀᴛʜʏ Fᴏʀ Tʜᴇ Dᴇᴠɪʟ | L. HemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora