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Mike no tocó el tema de nuevo. Ni siquiera habló más en toda la noche.

Mi pequeña táctica había funcionado tan bien que lo distrajo del verdadero problema y me sentí orgullosa de mi misma. 

Al día siguiente despertamos a eso del medio día, amaba trasnocharme con él viendo películas y me recordó los viejos tiempos cuando eramos él yo contra el mundo. 

Como no tenía nada para desayunar, comimos las sobras de la comida de anoche y le pedí que me dejara en el supermercado.

—¿Por qué no quieres acompañarme?.—hice un puchero mirándolo.

—Quedé con Calum, hoy. ¿Recuerdas que me está enseñando a tatuar?.—asentí.—Quiere que practique en su brazo.

—Puedes practicar en mi también, si quieres.—sonreí apoyando mi cabeza del respaldo.—Confío en tu pulso...

—Él no me dejará practicar con otra persona hasta que no esté listo porque dice que si la cago mancharé su reputación—hizo una mueca y me eché a reír.

—Bueno pero, me acompañas a mi y luego yo te acompaño a ti. 

—Tengo que ir a buscar las cosas a mi casa. Si quieres ve comprando y paso por ti para ir juntos a donde Calum.

—Esta bien.—asentí y me acerqué hasta él dejando un beso en su mejilla.—No te tardes.—me bajé del auto despidiéndolo con la mano y lo vi marcharse.

Odiaba hacer la compra sola, me parecía deprimente. Pero no podía pasar de hoy porque Luke volvía en la noche y quería sorprenderlo con una cena deliciosa.

Entré al super, tomé un carrito  y saqué la lista de mi mochila para ver que era lo primero que debía tomar.

Fuí llenando el carrito de a poco, ahora que podía darme el lujo de comprar cosas costosas comencé a tomarle el gusto a comprar.

Antes no me gustaba porque apenas tenía dinero para comprar una bolsa de pan, cereal y una jarra de leche y tenía que sobrevivir a base de eso y pizza de un dólar hasta que pudiera cobrar en alguno de mis empleos temporales.

Pero ahora se me hacía divertido llenar el carrito con cosas sin preocuparme por la cuenta. Me parecía mentira que estuviera en un supermercado, en la sección de comida costosa, arrojando cosas a mi carrito de compras vestida de Versace.

Nunca me había sentido tan bien en toda mi vida.

Lo ultimo en la lista eran las proteínas. Elegí los mejores cortes de carne, salmón y un trozo de queso que nada más un pequeño pedazo costaba casi cien dólares.

Cuando estuve lista, empujé mi carrito hasta la caja registradora y mientras estaba colocando los productos sobre la cinta transportadora, mi teléfono comenzó a sonar.

Quité la mochila de mi espalda y saqué mi teléfono para ver de quien se trataba, sonreí como idiota cuando vi la cara de mi novio iluminando la pantalla. 

Mon amour...—contesté risueña.

—Mía...—hizo una pequeña pausa y algo en su voz me inquietó.—¿Dónde estás?.

—Haciendo la compra.¿Qué sucede?.

—Tenemos un problema.—un ligero escalofrío me recorrió toda la espina dorsal. 

—¿Qué tan grande?...

—Enorme.—ambos nos quedamos callados por un rato hasta que él habló.—Necesito que vuelvas a casa ahora.

—Espera...¿Estás en mi departamento?.—fruncí el ceño.

—Sí...no te va a gustar esto, Mía.

Sʏᴍᴘᴀᴛʜʏ Fᴏʀ Tʜᴇ Dᴇᴠɪʟ | L. HemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora