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«Es la mejor época del año en San Francisco, prepárense para un día soleado y caluroso, no olviden usar protector solar y divertirse...»

Cambié la estación de radio y la dejé en una donde estuvieran trasmitiendo música, Doin Time de Lana del Rey comenzó a sonar y mis caderas se movían al ritmo de la música mientras preparaba el desayuno que consistía en tostadas francesas, tocino bien frito y jugo de naranja.

—¿Despertamos de buen humor hoy?.—escuché la voz de mi novio y sonreí al mirarlo en la puerta de la cocina.

—Siempre despierto de buen humor...cuando despierto contigo, claro.—sonrió acercándose a mí y me abrazó por la espalda .

—Feliz cumpleaños...mi hermosa—musitó contra mi cuello mientras dejaba besos húmedos en él y cerré los ojos por inercia.—Dime por favor que estás en el menú.—reí al escucharlo y apoyé mi cuello de su hombro ladeándolo para darle más acceso.

—Yo siempre estoy en el menú...—lo sentí sonreír y rozó la punta de su nariz por todo mi cuello hasta quedarse en mi oreja, sentí su lenta respiración mientras su mano se colaba debajo de mi camiseta y rozaba sutilmente la yema de sus dedos por la piel de mi abdomen.

Me quité la camiseta por encima de mi cabeza y mi cuerpo se estremeció por completo al sentir sus labios en mi hombro, su cálida respiración chocaba contra mi cuello mientras su deliciosa lengua se paseaba desde mi hombro hasta el lóbulo de mi oreja.

—Me encantan tus pantaletas de lunares.—rió clavando sus dientes en mi mejilla y sentí como bajaba lentamente la prenda que segundos antes había mencionado.

Odiaba que supiera como descontrolarme, él sabía que me desesperaba con facilidad y le gustaba empezar lento sólo para sacarme de quicio.

Apartó mi cabello de la espalda dejándolo sobre mi hombro y apretó mi cintura mientras besaba mis omóplatos acercándose lentamente al centro de mi espalda, suspiré encorvando mi espalda por completo y gemí cuando sentí su mano impactar con fuerza contra mi nalga.

Maldito Luke Hemmings, ya me tenía por completo bajo su control.

—¿Otra?.—preguntó como si necesitara de mi aprobación para que me diera una nalgada, asentí apoyando mis manos del mesón y me sujeté de los bordes con fuerza.

Otra nalgada, esta vez con más fuerza me hizo gemir.

Conté diez, aunque sinceramente perdí la cuenta a partir de la quinta, me las daba tan fuerte que llegué a un punto en que perdí un poco de sensibilidad y mis ojos se llenaron de lagrimas.

—Podría hacer esto todo el día Mía...por favor detenme.

—Pero no quiero que te detengas...—musité mirándolo de reojo y observé cómo se relamía los labios.

—Fuiste hecha para mí, definitivamente.

Recibí la ultima nalgada gustosa, mordí mis labios para evitar que un chillido se me escapara y alarmara a los vecinos, aunque a estas alturas ya debían estar acostumbrados.

Se agachó quedando a la altura de mi trasero y mi menté se nubló cuando lo sentí pasar su lengua por mi sexo, separó mis nalgas apretándolas con fuerza con ambas manos y gemí por el dolor, me ardían demasiado pero el dolor se disipó en el instante en que sentí su deliciosa lengua dentro de mí.

—Cara de ángel, lengua del diablo...—dije apenas en un susurro y no sé si él logró escucharme, reí para mí misma mientras me dejaba llevar por el placer.

Me incliné apoyando los antebrazos del mesón y mis gemidos no se hicieron esperar, con sus dedos estimulaba mi clítoris y con su boca absorbía todo lo que estuviera a su paso, mi sexo encajaba en su boca perfectamente como si su labios estuvieran hechos para ese propósito.

Estaba luchando conmigo misma para no correrme tan rápido. Es que era tan hábil con su lengua que cada vez que me hacia sexo oral me corría casi que de inmediato.

Pero siempre perdía la batalla, era inevitable, lo hacía tan deliciosamente que mi cuerpo se rendía ante él y los movimientos de su lengua. Me corrí en su boca gimiendo su nombre al mismo tiempo que mi cuello se ladeaba y sonreí soltando un par de maldiciones.

Estaba extasiada, sumergida en un pequeño trance que sólo fue interrumpido cuando lo sentí hundirse en mi, volví a gemir, mi sexo estaba demasiado sensible y su manera tan brusca de poseerme se sintió tres mil veces mejor.

—Eres mejor que el café por la mañana.—ronroneó contra mi oreja mientras me sujetaba por las caderas y se hundió por completo en mi interior hasta que su ingle se unió con mi trasero.

Entramos en un delicioso vaivén, sus movimientos eran lentos pero profundos y estaba encantada con cada suspiro y gemido que salían de sus labios y chocaban contra mi oreja, no podía creer que lo estuviera disfrutando tanto, yo amaba su brusquedad y casi siempre era yo la que le pedía que lo fuera...pero en ese momento quería tomarme el tiempo de disfrutarlo, cada segundo, cada fragmento de él.

La manera en cómo me llenaba con cada lenta penetración, salía casi que por completo y luego se volvía a hundir, cada vez que salía mi interior lo extrañaba y cada vez que entraba apretaba la pelvis para retenerlo lo más posible, gemidos que se escapaban involuntariamente de mi boca llenaban toda la habitación y me corrí por segunda vez esa mañana.

Era una locura, era como si ante él mi cuerpo no tuviera opción, cómo si supiera cada uno de mis puntos débiles y me llevaba hasta el máximo placer posible.

Me llevaba a límite y ni siquiera se esforzaba demasiado por hacerlo.

Él continuó moviéndose, esta vez acelerando un poco más sus movimientos, provocándome nuevos gemidos, que a pesar de que ya no podía más seguían saliendo de mi boca sin permiso. Cuando escuché un gemido ronco y su líquido corriendo por mi pierna supe que se había corrido.

Sonreí aun sin aliento y giré mi cara para encontrarme con sus labios y besarlo tiernamente.

—Sexo de cumpleaños y dos orgasmos seguidos, sí que sabes cómo tratarme mi amor.—reí contra sus labios mientras lo besaba y él apretó mi cintura sonriendo.

—Y eso que sólo estoy empezando.

—Y eso que sólo estoy empezando

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Sʏᴍᴘᴀᴛʜʏ Fᴏʀ Tʜᴇ Dᴇᴠɪʟ | L. HemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora