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El mundo no está amenazado por las malas personas, sino por aquellas que permiten la maldad  ❞ -Albert Einstein.


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—Esto tiene que ser una maldita broma, Luke.—negué repetidas veces mientras miraba a la chica desmayada que estaba dentro de su cajuela.—¿Explícame como mierdas trajiste a esta mujer a la cajuela sin que los chicos se dieran cuenta?.

Se estaba riendo, estaba disfrutando demasiado mi estado de alteración, es que como no estar inquieta al ver a un cuerpo en la cajuela de su auto, de paso me lo mostró en el estacionamiento del parque.

Era como si no le importara.

—Sencillo, estaba en la fila para comprar dulces, la vi pasar hacia el baño, le dije a ellos que iría a orinar, la desmayé con el gas y la saqué por la parte de atrás del parque donde nunca hay guardias.

—No...—iba a hablar pero me callé unos segundos para intentar ordenar las ideas en mi cabeza.—No puedes estar haciendo eso en un sitio lleno de personas, Luke...ten sentido común.

¿Pero qué rayos me pasaba? Como le pedía a él que tuviera sentido común si yo también carecía de el.

—Mía cálmate.—sujetó mis hombros.—Nadie me vio...ni siquiera la chica.—abrazó mi cintura y comenzó a dar besos en mi sien.—Te prometo que no le haré daño...—me separé de él para mirarlo. —Además es la cuartada perfecta, quien va imaginarse que yo le hice algo si sólo me aparté de ellos cinco minutos para ir al baño.

—¿Entonces qué le harás?.

—Vamos a divertirnos.—me miró con esa sonrisa malévola y negué sacudiendo mi cabeza.

—No Luke, hasta aquí.—dije firme empujándolo levemente para que se alejara.—Yo te acepto tal y como eres, Te amo, pero ya esto es demasiado.—señalé la cajuela—No me pidas que participe...

—¿Por qué te encanta tanto reprimir tus instintos?, sabes que quieres hacerlo, Mía.

—¿Tú que sabes lo que yo quiero?.—reproché cruzándome de brazos.

—No quieres que haga esto no porque te importe la vida de las chicas si no porque no quieres que nada me pase...¿Te diste cuenta de que me estás reclamando porque alguien pudo verme y no porque hay una chica en mi cajuela?.

Iba responder pero me callé en cuanto supe que no tenía un argumento para refutarlo, él tenía razón.

—Está bien...—suspiré resignada.—Pero no hoy.—negué mirando a la chica. —Dejémosla en algún lugar y no sé, róbale las cosa para que crean que fue asaltada.

—Mía...

—¡Hoy no Luke!.—hablé con severidad mirándolo fijamente a los ojos.—Lo haré cuando yo diga y con quien yo diga.

Pensé que se iba a molestar por la manera en que le había hablado, pero una sonrisa se le dibujó en el rostro y asintió cerrando la cajuela.

—Como digas, tú mandas.

Me cargó de repente haciéndome pegar un grito y me dejó sobre la cajuela, reí rodeando su cuello y se acomodó entre mis piernas para besarme mientras me recostaba lentamente sobre la cajuela.

Me cargó de repente haciéndome pegar un grito y me dejó sobre la cajuela, reí rodeando su cuello y se acomodó entre mis piernas para besarme mientras me recostaba lentamente sobre la cajuela

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—¿Estás segura?.—Asentí mirando fijamente a la chica.—¿Qué tiene de especial?.

—La conozco...—aparté mi atención de la interpelada para mirar a Luke.— Y estoy segura que toda esa ropa imitación de diseñador que trae puesta, la pagó con mi dinero.—apoyé mi cuello del asiento mientras lo miraba y él frunció ligeramente su ceño.

—No estoy entendiendo nada.

—¿Recuerdas el ex novio que te conté que me dejó en bancarrota?.—asintió y volví mi cara para verla.—Se fugó con ella, la conoció en un club de strippers, le decía que tenía dinero y en realidad era el mío, estaba vaciando las cuentas dónde tenía el fondo de mi universidad y se robó las únicas cosas que me quedaban de mi abuela...para dárselas a ella.

En su cuello, tenía una de las gargantillas de diamantes que le pertenecían a mi abuela, ella me dejó todas sus joyas para que pudiera pagar mi universidad y ahora estaban en el cuello de esa zorra.

—Supe que estaban en la ciudad, la reconocí el otro día en el centro comercial.

—¿Al chico también lo viste?.—asentí lentamente.

—Él también me las va a pagar.

—Ya estás hablando como tú personaje del juego.—reí al escucharlo y volví mi mirada hacia él.

—Rompimos el record anoche...no hemos celebrado.—acaricié su mejilla con mi pulgar y sonreí.

—Algo me dice que ellos van a ser la celebración.—señaló de nuevo hacia donde estaba la zorra y sentí la sangre hervirme cuando miré al sujeto que la abrazaba.

Logan, el maldito que había roto mi corazón y mi cuenta bancaria.

—No puedo creer que salieras con él.

—No sólo eso, me enamoré o al menos eso creía.

Verlo, hizo que se me formara un nudo en el estomago, por un tiempo quise tenerlo de frente para pedirle explicaciones, para entender porque me había engañado así, le había dado todo de mi y él se metió esa confianza por el trasero.

—Parece un pandillero, Mía...claro que te iba a robar.—se echó a reír cubriéndose la boca y lo miré mal.—Es que míralo nada más.

—Tengo el peor gusto en hombres.—comenté recorriéndolo con la mirada, él sólo me sonrió de lado.

—Te atrae la maldad, eso está claro.

—Ni yo misma sé que es lo que me atrae.

Nos miramos fijamente por varios segundos, ninguno de los dos quería hablar, sólo nos sonreíamos mutuamente hasta que no pude más y me eché a reír.

—Me encantas...—me subí sobre su regazo y comencé a darle besos en el cuello.—Está dulce agonía, que me consume lentamente, cada vez que pienso en tus labios y la forma en cómo se funden con los míos y en tus manos recorriéndome la piel y en tu voz seduciendo mi alma...estoy tocando el cielo y ni siquiera me esfuerzo por alcanzarlo...mi amado, no sabes cuánto tiempo te he esperado, para saborear el dulce elixir que tus labios me han dejado y hoy con la luna siendo nuestro testigo, te juro que iría hasta el mismo infierno sólo si voy contigo... —recité en su oído mientras le sostenía la cara con una mano y lo sentí estremecerse.

—Estás mejorando.—asintió y me separé de su oreja para mirarlo.

—¿Sólo eso? a cabo de recitarte un poema bellísimo que acabo de inventar y apenas me dices que estoy mejorando.

—Soy estricto Mía.—dijo ocultando una sonrisa y sentí sus manos apretando mi trasero.—Tienes que pulirte un poco más, pero para acabártelo de inventar, está bien.

—No te soporto.

Le di un leve empujón por el pecho y me pasé de nuevo a mi asiento, lo escuché reír pero me hice la ofendida, crucé los brazos sobre mi pecho intentando hacerme la dura y no derretirme con los besos que le regalaba a mi cuello. 



 

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Sʏᴍᴘᴀᴛʜʏ Fᴏʀ Tʜᴇ Dᴇᴠɪʟ | L. HemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora