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Luke POV

Mía probablemente sea el primer amor de mi vida, bueno, ella y mi primera consola de video juegos.

Tenía los mejores recuerdos de mi infancia  junto a ella, siempre deseaba que mis padres salieran para que Mía pudiera cuidarme. Ella era demasiado divertida, siempre me dejaba dormirme hasta tarde viendo películas de terror, jugamos vídeojuegos todo el día, leíamos comics, nos disfrazábamos de los personajes de Stars Wars y actuábamos como si estuviéramos dentro de la película.

Por eso, cuando no quiso ser más mi niñera supe que el culpable había sido Jack, ella y Jack salían cuando iban en preparatoria y el estúpido de mi hermano la engañó con su mejor amiga o algo así.

Así que Mía no quiso volver a pisar nuestra casa.

—¿Podrías apagar la estufa?.—gritó desde su habitación y dejé sus dibujos en donde los había encontrado para entrar en la cocina y apagar la estufa.

Desde la cocina, se podía ver su habitación, la puerta estaba un poco entre abierta y pude verla frente a su espejo sacándose la blusa. Me crucé de brazos y sonreí admirando su belleza como todo un acosador.

Seguía siendo la más hermosa, la reconocí de inmediato porque no había cambiado nada, ni siquiera el color de su cabello, seguía siendo castaño oscuro aunque lo tenía más largo y un flequillo que le cubría la frente.

Cuando se quitó el brasier no quise seguir viendo, no porque fuera un moralista si no porque no sabía que iba hacer con mi erección y eso si que sería vergonzoso.

Volví a la sala sentándome en el sofá y mi teléfono comenzó a sonar, seguro era Vanessa, puse los ojos en blanco sacándolo de mi bolsillo y contesté.

—¿Te fuiste?.

—No, estoy en el departamento de Mía. ¿Ya terminaste?—suspiré porque no quería irme.

—Sí...

—Bajo en cinco minutos, la estoy ayudando con algo—trancó sin darme una respuesta y negué guardando de nuevo mi teléfono.

—¿Ya debes irte?—su linda voz se coló por mis oídos y me giré en el sofá para verla.

Tenía puesta una camiseta gris, algo desteñida, con el logo de un vídeojuego, la camiseta tenía manchas de pintura y reí por su original atuendo.

—Lo siento, es lo único que tenía limpio, no he podido ir a la lavandería.—se excusó haciendo una mueca y entró a la cocina para servir las tazas de té.—¿Te gusta el de durazno?.—preguntó mientras me miraba.

—Es mi favorito

Odiaba el té, pero Mía podía ofrecerme agua del inodoro y yo lo recibiría con todo el gusto del mundo.

Se sentó a mi lado, entregándome una taza y subió las piernas al sofá acomodándose al estilo indio. Sonrió mientras bebía de su taza y la dejó con cuidado sobre su regazo.

—¿Desde hace cuanto vives aquí en San Francisco?.—preguntó de repente.

—Poco más de un año, estoy estudiando en la universidad.

—¿Qué estudias?.

—Arquitectura, aunque antes estaba estudiando diseño gráfico, pero me cambie de carrera.—bebí un sorbo de té, que me sabía horrible pero como estaba hecho por ella no dije nada.—¿y tú?...

Tomó una profunda respiración y soltó una pequeña risita, miró su taza humeante y luego me miró a mí.

—Vivo en San Francisco desde que dejé la casa de mis padres, hace ocho años, pero en este basurero vivo desde hace seis meses.—hizo una mueca dándole un pequeño sorbo a su taza y recostó el cuello del sofá para mirarme.—Estaba saliendo con un tipo que decía amarme y en realidad sólo me estafó, un día desapareció vaciando mi cuenta bancaria, había embargado nuestro departamento y se robó las joyas que había heredado de mi abuela...tuve que vivir en mi auto como por una semana, lo vendí para poder alquilar este lugar y sobrevivo gracias a los trabajos temporales.

Carajos, su vida si que era un completo desastre.

—Siempre fuiste mala para elegir pareja, todos los días me preguntaba cómo es que alguien como tú podía ser novia de mi hermano.—sus hermosas carcajadas me contagiaron a mi también y terminé riendo con ella.

—Lo sé, sólo me enamoro de drogadictos y vagos.—hizo una mueca y le dio otro sorbo a su taza.—El corazón quiere lo que quiere...—comentó en voz baja casi para sí misma.—En fin, tuve que dejar la universidad en mi último semestre porque era demasiado costoso.

Se había distraído mirando hacia la ventana y admiré cada detalle de su perfecto perfil.

Mía era de esas chicas que son hermosas naturalmente, que no se esforzaban demasiado para ser lindas, creo que ni siquiera intentaba serlo, simplemente tenía ese algo que enamoraba.

Tenía un pequeño aro negro en su nariz y noté que tenía un tatuaje en su muñeca, intenté ver que era pero a simple vista no podía detallarlo, parecía escrito en japonés. Lo que más adoraba de ella era ese lunar que tenía sobre el labio, era pequeño y sólo lo notabas si la veías muy de cerca.

—Casi estoy pisando los treinta y ¿puedes creer que lo único relevante que he hecho en mi vida fue doblar un personaje de caricatura?—rió volviendo su mirada hacía mi.

—¿Olvidaste que eras la número uno en los vídeojuegos?, eras mi ídolo.—volvió a reírse dejando la taza en la mesita del teléfono.

—Lo sigo siendo, estoy en el top diez de los mejores del mundo en juegos en línea.—la miré completamente sorprendido y sonrió con suficiencia.—Pero a casi nadie le importa así que...—se encogió de hombros mientras reía.

—A mi me importa.

Nos quedamos viendo fijamente por un momento.

Sʏᴍᴘᴀᴛʜʏ Fᴏʀ Tʜᴇ Dᴇᴠɪʟ | L. HemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora