La mente de Exenttio

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Es un paisaje mustio que ni recuerda,

la agonía de la muerte es lo único que le concuerda.

Ella misma se desconcierta sobre su diversidad.

No tiene habilidad, entiende por maldad,

pero nunca sabe reconocerla.

Tiene tantas heridas que no son de coserlas.


Ven, te voy a dar un recorrido.

Este es el valle de las penas

donde está todo podrido,

el cielo es negro, está cubierto de lágrimas,

de vez en cuando llueve

y salen serpientes de sus raíces,

con movimientos leves

se comen las perdices,

dejan los ojos fuera para avivar a los cuervos,

pero ellos en su duelo,

nunca visitan tierra ajera.

Luego del valle hay arena,

al rojo vivo, no se convierte en cristal,

seguido de una llanura abismal,

cada vez que caes, caes con un laúd,

siempre se clava y va al fondo del océano,

un océano negro, huérfano,

solo le abundan los sueños en ataúd.

El cielo es como un mar a punto de caer.

Las corrientes me llevan a ningún lugar,

los dedos de la muerte siempre me quieren jugar,

puedo cruzar el océano de pie,

aunque sé que es mucho más hondo,

siempre he podido ver las estrellas en el fondo.

Aparecen estas sombras que quieren subirme al mar,

quieren ahogarme, dicen que para mí el océano es demasiado,

cuando me suben, se comienzan a esfumar,

entro en mi cosmos, hay un búho mirándome del revés,

lo he visto muchas veces, pero nunca me ha hablado,

todo se torna blanco en la lejanía,

es la vida que ya quiere perecer.

Eso creía.

Hay un choque entre los mundos,

por cada explosión salen mis cuervos, mis águilas.

Se aparean entre sí, mientras van volando.

Toda la luz se va opacando,

me encuentro, no sé si con vida,

en un oasis, donde habita una sirena,

siempre me ha hablado

que quisiera tener piernas,

cuando no tiene ni cola,

tiene tentáculos de medusa,

me droga y me excita con su veneno,

me da de beber de un coco, me alimenta el ego.

Me besa y me ignora,

soy el recluso de mi reclusa.

Nunca me había zafado,

hasta que vi la luna llena,

primero me había mirado,

luego estaba en sus piernas,

luego yo había despertado,

luego yo combatía con las hienas,

luego había parado,

luego...

Estoy flotando entre claros colores,

todos ellos me atemorizan,

representan cada uno de mis dolores,

esos que no agonizan,

las heridas que no cicatrizan,

están en otro lugar.

Completo desparpajo en el orden,

ambiente taciturno de la urbe.

Si esta locura se quiere frenar,

tan solo debería de quitarme la vida

o quizá solo debería

de abrir mi puerta más simple.


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