Beso difuso

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– Yo pienso que deberíamos de ponernos al día –.

– Yo opino lo mismo y más ahora que estoy tranquila –.

Comenzamos a mirarnos el rostro, queriendo recorrer cada folículo, cada pigmento de color, ocasionalmente nos estacionábamos en los labios de el otro, diciendo con la vista: te quiero besar. Solo eso me pasaba por la cabeza, solo eso y su sonrisa, seductora y con nerviosismo, miel con limón. Estábamos alargando algo que sabíamos que era inevitable, nuestros labios no se conocían, pero ya estaban acomodándose perfectamente para el otro. Obviamente no nos íbamos a quedar ahí, quería propagarme como una mala plaga, buscando en lo banal, en lo profundo; la desvestí, la lleve a su cuarto, quería que conociera el éxtasis, le tape los ojos, le detuve las manos, le dije que se dejara llevar, no se puede sacar medidas más perfectas de todo su cuerpo, lo recorrí entero con los labios, ella solo pudo conocer una milésima del placer, cuando iba a comenzar con el coito, sonó el intercom, llegaron sus padres, no había otra puerta de salida, tuve que salir por la terraza de un segundo piso.

Pasé por la esquina de el parque y me robaron mi bolsa, una persona de baja estatura, le seguí corriendo, cuando esta persona entra en una especie de pasillo entre dos edificios, se detiene para ver mi bolsa, hay dos cosas que no me parecen normal, una que se haya detenido y otra es que donde estaba no parecía ser del mismo entorno, pero aún así lo podía ver, cuando pasé por la una especie de zona, de verdad que sentí que acaba de entrar en otro lugar, se sentía distinto, se veía distinto. Cuando entre el hombre se asombro y dejo mi bolsa caer, al momento de recogerla me di cuenta de que faltaba mi navaja familiar, que para mi es importante, por eso no deje de perseguir a ese hombre, no sabía hacer más nada además de correr, tal parece. Lo seguí por todo el barrio, el mismo barrio, pero todo se siente distinto, no sé muy bien que es lo que pasa, pero intento hacer que el hombre se dirija al gran portón de hierro que tiene un tiempo cerrado, pero casi nadie sabe sobre eso. Lo acabo de acorralar, me acerco, el dice unas palabras extrañas y corta el aire con mi navaja, abre una especie de portal, con algo que se siente como siempre debería de sentirse, como el mundo en el que vivo, él tira la daga hacia el portal, atraviesa la puerta de hierro como si su cuerpo no existiera, yo impactado de todo, paso por el portal, recojo mi navaja y comienzo a caminar.

[Notificación]

– Oye puedes venir a mi casa, mis padres se fueron de viaje, van a durar unos días fuera de la ciudad –.

– Esta bien, por hoy creo que solo deberíamos de dormir –.


Pensamientos inéditosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora