42 pétalos de una rosa

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Hago esto en su nombre, pero no se nombra.
Hago esto a su luz, que no deja sombra.
Los 42 pétalos de una rosa,
simple, fragante, preciosa.

Una caricia que deja dos sonrisas,
tres pistas que me dejan perdido en cuatro momentos,
en cinco ocasiones sumisa,
en seis bailando a tempo,
en siete bailando a tu propio compas.
Tiene ocho formas para distraerme,
es más correcto si la multiplicas por nueve,
le agregas varios ceros, para que tenga nota de diez,
once suspiros cuando me ves,
doce cuando te veo,
trece latidos que me llevan a catorce formas de vivir,
quince formas en las que leo,
dieciséis que no entiendo,
diecisiete que me llenan,
dieciocho que me las pasas explicando
con más de diecinueve besos.
Veinte aromas que me acuerdan a ti
en veintidós posiciones,
veintitrés que me tientan a seguir,
veinticuatro de espaldas,
veinticinco de frente,
no hablo de sexo, hablo de veintiséis formas para amar,
de las cuales, veintisiete no entiendo,
pero veintiocho me encantan.
Tenemos veintinueve momentos
para ser treinta instantes
en nuestros treinta y dos mundos distantes
y nuestros treinta y tres universos contiguos;
treinta y cuatro tonos de rojo,
reflejando treinta y cinco pasiones,
en treinta y seis no me conozco porque nos volvemos constelaciones,
para saber si es de verdad en treinta y siete miro tus ojos,
para encontrarme en treinta y ocho
y desvelarme en treinta y nueve.
El cuarenta sabe lo que le conviene
de cuarenta y una formas cuido
los cuarenta y dos pétalos
de esta rosa amarga,
pero la sensación siempre ha sido dulce

Una rosa solo se apaga
cuando ya no seduce.
Solo se marchita
cuando no huele sin luces.

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