Capítulo 30

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Rodé sobre la cama sabiendo que estaba en presencia de un nuevo día

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Rodé sobre la cama sabiendo que estaba en presencia de un nuevo día. Estaba sola en esa habitación y sabía porque no se escuchaba la ducha de fondo.
Acomodé mis manos debajo de las almohadas e intenté volver a dormir. Iba a ser imposible, la claridad ya inundaba la habitación invitándome a salir de la cama. Y justamente fue lo que hice cuando reuní las fuerzas necesarias para ponerme de pie.
El ambiente frío erizo mi piel y froté mis manos dando más calidez a mi cuerpo. No funcionó. Pero una tibia ducha me ayudaría.
Caminé hasta el armario y tomé una toalla, seguido de mi ropa para ese día. Entré al baño y prendí la ducha. Mientras esta se templaba, me despojé de mi pijama.
Cinco minutos más tarde me encontraba secándome el cuerpo con la toalla blanca. Me coloqué un jean desgastado junto con un pulóver beige. Salí del baño y me até las pequeñas botas para luego cepillarme y secarme el cabello. Me maquillé como siempre, sencilla. Y luego me dispuse a pedir el desayuno.

—Muchas gracias— dije recibiendo mi pedido—. ¿Puede agregarlo a la cuenta de Agreste?— pregunté. Después de todo, él siempre lo pagaba.

—Claro— dijo mientras anotaba el apellido en una pequeña libretita—. Que disfrute su desayuno— sonrió antes de retirarse por el extenso corredor.

Me senté en el sillón y encendí el televisor. Puse mi desayuno sobre la mesa y me dispuse a desayunar tranquilamente.
Me concentré en ver "E news" mientras tomaba de el jugo de naranja y comía pequeñas tostadas con mermelada de frambuesa.
Un ruido me hizo sobresaltar y tirar el jugo sobre el sillón. Hice una mueca e insulté por lo bajo mientras volteaba a ver la puerta de la habitación.

—Buen día— dijo cerrando la puerta con desgano.

—Buen día— le respondí levantándome del sillón para limpiar lo que había causado.

—¿Qué has hecho?— preguntó cuando se fue a sentar y no pudo por la mancha naranja.

—Abriste la puerta y me asusté— grité desde el baño. Lo sentí gruñir—. No te quejes, es tu culpa.

—¿La mía?— preguntó tirándose en el sillón más pequeño.

—Si, tú culpa— dije frotando el sillón con una toalla húmeda por agua.

—Ja, claro, ahora yo tengo la culpa de abrir la puerta y que te asustes estúpidamente mientras derramas el jugo de naranja— dijo fastidiado.

—Cállate.

—No me callaré cuando tú me lo pidas, voy a callarme cuando a mi se me dé la merecida gana.

—Cállate.

—Cállate tú— gritó.

—No, tú— le tiré la toalla por la cabeza y al quitársela respiró hondo intentando calmar sus nervios—. Yo estaba muy bien hasta que tú llegaste.

—¿Acaso anoche tampoco dormiste?— preguntó tirando la toalla al suelo.

—Si, anoche si dormí porque tú no estabas aquí para violarme.

La Bella y la Bestia [AU Adrinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora