Capítulo 7

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—Solamente tienes que atender el teléfono y separarme éstas carpetas en "Entregados y pendientes"

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—Solamente tienes que atender el teléfono y separarme éstas carpetas en "Entregados y pendientes". ¿Entendido?— me explicaba mientras me pasaba las carpetas—. Las que tienen el sello rojo son los entregados y los que no lo tienen son los pendientes— me observó— ¿Me estás escuchando?

—Si, Adrien— respondí como si fuera su empleada— ¿Nada más?

—Si, sólo pásame los llamados de éstas dos personas— me pasó un papel—. Anota— me dio una lapicera—. Peter Hamilton y Edward Maphers. Para las demás personas que llamen, yo estoy en una importante reunión. ¿De acuerdo?— caminó hasta la puerta— ¿Crees que podrás?

—Si, Adrien— dije obvia—. Ya vete y déjame en paz.

Cerró la puerta de "mi oficina". Comencé separando las carpetas en entregados y pendientes, no hubo ningún llamado hasta las diez de la mañana, pero ya luego el teléfono no paraba de sonar. Era un llamado tras otro y luego otro. No creí que ser la secretaria de Adrien Agreste sería tan agotador.

—Oficina de Adrien Agreste ¿En qué puedo ayudarle?

—Qué sensual suena cuando tú lo dices— dijo su voz tras el teléfono.

—No juegues, hay como seis personas esperando que atienda.

—¿Más importantes que tu futuro esposo?— contestó con seriedad.

—Adrien, tú mismo sabes que no nos casamos por amor, así que no me vengas con pavadas.

—Marinette, te advierto que soy muy celoso— su voz aún sonaba seria, eso me preocupaba.

—Bueno, como digas— le dije fríamente.

—Ya nos vamos. Para eso llamaba. No atiendas a la gente que está en llamada de espera. Sólo ven hasta mi oficina— finalizó la llamada.

Tomé mi bolso y salí de la oficina. Varios hombres que trabajaban ahí, me dedicaron miradas. Eso me puso nerviosa pero no podía acelerar el paso porque quedaría como una nena huyendo. Sólo intenté ignorarlos, es que no estoy acostumbrada a esto, mi cuerpo nunca llamó la atención de ningún hombre.

Entré a la oficina de Adrien.

—¿Estás bien?— preguntó al oír un suspiro de mi parte.

—Si— dije intentando fingir que sus empleados no me habían pasado la mirada por todo el cuerpo. Como él había dicho antes, era celoso.

—No parece— miró la pantalla de su computadora. Me senté en un sillón.

—¿Te falta mucho?— pregunté con impaciencia. Ya quería irme a casa.

—Si— respondió secamente.

—¿Entonces para qué me llamas?— dije de mal modo.

—Estoy molestándote. Ni una broma se te puede hacer— dijo levantándose de la silla para que nos fuéramos. Preferí no responder, tenía pensado unos cuantos insultos no aptos.

La Bella y la Bestia [AU Adrinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora