Capítulo 44

335 14 3
                                    

Un rayo de sol se coló por la cortina dándonos la bienvenida a un nuevo día

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Un rayo de sol se coló por la cortina dándonos la bienvenida a un nuevo día. Adrien se estiró sobre la cama y acomodó uno de sus brazos sobre mi cara. Bufando, lo quité y me di la vuelta para no tener que soportar el sol sobre mi rostro. Adrien, se removió entre las sábanas y tomó mi cintura para pegarme a él.

—Buenos días— susurró en mi oído y segundos después depositó un beso en mi cuello.

—Buenos días— contesté, aún con los ojos cerrados.

—No quiero levantarme— se quejó mientras sus dedos brindaban caricias sobre la piel de mi pierna—. Quiero estar aquí todo el día, así, sin movernos un centímetro— murmuró y bostezó. Sonreí.

—¿No piensas desayunar, almorzar, tomar la media tarde o cenar?

—Tengo mis maneras de saciar el hambre— dijo y largó una tierna carcajada.

—Cállate— dije y reí.

—¿Has visto alguna vez una erección matutina?— preguntó. Eran recién las diez de la mañana y yo ya estaba sonrojada.

—Duérmete, Adrien— dije y reí. Se pegó más a mi—. Vas a obligarme a enterrarte mi codo en tu panza— dije. Rió.

—Malévola— dijo y besó mi cuello nuevamente—. No has dado respuesta a mi pregunta— dijo y siguió con sus besos.

—No, Adrien— dije y mordí mi labio inferior.

—¿Tienes los ojos abiertos?— preguntó.

—No, ¿eso viene al caso?— pregunté riendo.

—No— rió—. Solo quería saber— añadió luego—. ¿Sabes?— bajó su tono de voz y habló a mi oído —. Amaría despertar todas las mañanas así.

Mi corazón dio un vuelco y sentí como mi respiración se aceleraba. Capaz era una manera de demostrarme que algo sentía por mí, que algún día podríamos llegar a ser más que una pareja forzada al casamiento.

—Eso fue tierno— dije y abrí los ojos.

Di la vuelta entre sus brazos y quedé de frente a él. Su pelo desordenado le daba un toque hermoso a su perfecto rostro y sus labios humedecidos por su propia saliva, invitaban a darle un beso.

—Ahora si te veo— sonrió.

—Veo que estás de buenas, Agreste— dije. Rió y volvió a rodearme con sus brazos—. De muy buenas— añadí.

—Si, se llaman ataques de ternura— dijo. Sonreí—. ¿A ti también te dan?— preguntó.

—No lo sé— dije y reí—. Me gusta que estés así.

—Me suena extraño— sonrió. Asentí—. ¿Quieres que salgamos a desayunar?— preguntó.

—¿No querías quedarte en la cama todo el día?— pregunté. Rió.

La Bella y la Bestia [AU Adrinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora