Capítulo 48

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Dos dedos deslizarse por mi mejilla me hicieron darme cuenta que aún estaba viva

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Dos dedos deslizarse por mi mejilla me hicieron darme cuenta que aún estaba viva. Tenía a Adrien a mi lado y de seguro permanecía recostada sobre una camilla en el hospital. Era de día, se sentía el canto de los pájaros fuera del lugar. Mi respiración era tranquila y con Adrien a mi lado estaba completamente segura.

—¿Estás despierta?— preguntó con voz aterciopelada.

No tenía fuerzas para abrir los ojos y menos, para responder. Permanecí quieta, sin mover un músculo sobre la camilla. Sentí un suspiro de parte de Adrien y luego su cabeza se apoyó sobre mi plano abdomen, las caricias no cesaron.

—No puedes dormir por más de catorce horas— sollozó. Me sentí mal—. Dijeron que estarías bien, por favor, no me contradigas eso— siguió hablando—. Quiero que te levantes de aquí, que me pelees, que luego nos reconciliemos— sentí como ya no se apoyaba allí. Me sentí observada—. Despierta, Marinette.

Luego de pronunciar eso, se quedó completamente callado. Pude sentir como se ponía de pie y abría una puerta para luego cerrarla. No estaba segura de a donde iba, pero no podía dejarme sola. Podría abrir los ojos, pero, mis párpados pesaban más de lo pude imaginarme.
Segundos después, la puerta volvió a abrirse y tras unos pasos, se cerró. Recé por que fuera Adrien y así fue, se sentó nuevamente a mi lado y tomó una de mis manos.

—Si de verdad me estás escuchando y no puedes responder, abre los ojos— apretó mi mano con fuerza—. Levanta una ceja— casi ordenó—. ¿Puedes hacer algo? Me siento estúpido.

Y no era estúpido, pero no podía alzar una ceja y menos hablarle. Tal vez podía presionar su mano, pero hubiera sido inútil. Si no podía alzar una ceja, menos iba a poder apretar la mano de Adrien.

—Vamos, Marinette. Quiero que vayamos a casa, juntos— siguió hablando—. Necesito que conozcas la casa nueva, que festejemos tu cumpleaños con toda la gente que te quiere, tenemos que hacer noche de películas y dormir juntos luego de que te asustes— sentí como su voz se quebraba—. Tienes que estar bien.

Sonaba triste, arrepentido, muy mal para lo que él solía ser. Quería avisarle que podía escucharlo, que estaba escuchando las cosas que él decía, que íbamos a cumplir todo aquello.

Nuevamente apoyó su cabeza sobre mi abdomen.

—Por culpa de un estúpido chico que te ha dado de beber piña colada con cuatro pastillas diferentes, no dejaremos de ser felices juntos, ¿o si?

No pude responder a eso, ¿Ian me había drogado? Porque por lo que sabía, las pastillas dentro del alcohol, era casi como drogarse, no tan así, pero de un modo muy parecido.

—Extraño tu voz— prosiguió con su sermón melancólico—. Que cursi acaba de sonar eso— rió amargamente—. Pero lo cierto es que desde que nos casamos, ambos somos cursis— rió nuevamente y levantó su cabeza. Me estaba observando—. También extraño tus besos, Marinette.

La Bella y la Bestia [AU Adrinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora