Capítulo 49

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—¿Puedes con eso o necesitas ayuda?— preguntó quitándome los globos de la mano

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—¿Puedes con eso o necesitas ayuda?— preguntó quitándome los globos de la mano.

—Hey, Agreste— me quejé—. Puedo sola, no soy una inútil.

—Lo sé, amor— respondió y tomó mi bolso—. Pero no puedes llevar todo.

—Son simples globos— bufé—. Sé que te abruma el hecho de que me los hayan regalado a mi y no a ti— dije y reí. Negó divertidamente con la cabeza y abrió la puerta del auto.

—Entra allí y deja de fastidiar.

—Tú eres el fastidioso— entré al auto y lo observé—. Dame mis globos— ordené. Rió y me los entregó.

Un día antes de que me dieran de alta, Emilie había aparecido por el hospital con los dos pequeños y me habían llenado de cariño toda la tarde. Chloé había dibujado con crayones en una hoja celeste y me la había entregado con un chocolate. Félix sostenía los globos y a la hora de dármelos, besó mi mejilla y enrojeció tiernamente para luego abrazarme. Y Emilie, mi suegra, me había dado mil y un consejos para recuperarme pronto. Se podía decir que la familia de Adrien, era bastante amigable y cariñosa. Adrien, se había encargado de recordarme el amor que me tenía y me dejaba sola una vez por día para ir a casa por ropa limpia y una ducha para él. Regresaba con un ramo de rosas o una revista para cuando el aburrimiento se apoderara de mí.
La estadía en el hospital se había prolongado dos días más, por el simple hecho de que me tenían que sacar sangre y a la hora de sacarme sangre, los resultados no eran lo que se esperaba y tuve que permanecer medicada por un día más y a eso se le suma un día más de reposo absoluto, con suero incluido.

—¿En qué piensas?— preguntó mientras frenaba en la luz roja.

—Nada— alcé los hombros y agité los globos—. ¿Sabes? Espero que la próxima vez que vengamos al hospital y salgamos con globos, traigamos de vuelta a un pequeño en brazos— sonreí ante la idea y a Adrien pareció gustarle.

—Coincido contigo— sonrió y avanzó ante la luz verde.

En menos de diez minutos, las calles que recorríamos no se me hacían para nada conocidas y sentí como mi estómago se revolvía. ¿Qué se traía Adrien entre manos? No podríamos ir a almorzar por allí, por el simple hecho que debía comer sano y cuidarme por dos semanas.

—¿A dónde vamos?— pregunté con la intriga a flor de piel.

—Ya se me hacía extraño que no preguntarás— rió.

Volvió a extrañarme que Adrien no respondiera a mi pregunta. De cualquier forma, estaba exagerando las cosas y Adrien no iba a hacerme nada malo. No era momento para paranoias y menos cuando sabía que él me amaba de la misma manera en que yo lo amaba a él.

—No respondiste— insistí.

—A casa, Marinette— respondió y dobló para pasar de calle.

La Bella y la Bestia [AU Adrinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora