Capítulo 18

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¿Por qué no besarlo si yo realmente quería?

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¿Por qué no besarlo si yo realmente quería?

Le seguí el beso. No había nada de malo en eso, después de todo éramos novios, o eso era lo que tendríamos que ser.
Me besó con ternura y pasión. Una de sus manos descansaba sobre mi espalda y la otra secaba mis lágrimas mientras me brindaba pequeñas caricias.

—Marinette, yo...— dijo entre besos—. Yo... nada... olvídalo— dijo antes de atraerme más hacia su cuerpo.

Me obligó a moverme y sentarme sobre él, no con palabras, si no con caricias y pequeños empujoncitos.
Nuestros labios no se separaban y la temperatura en esa habitación comenzaba a subir.
Mis piernas, ambas, a los costados de su cuerpo. Esta vez, sus manos se posicionaban de manera distinta, sobre mis muslos.
Una de sus manos comenzó a recorrer mi espalda, pero por debajo de mi pijama, no lo alejé de mi, ciertamente me encantaba.
Con su lengua delineó mis labios pidiendo permiso para entrar en mi cavidad bucal, sin dudarlo un segundo abrí mi boca permitiendo que nuestras lenguas se encontraran. Subió la parte de arriba de mi pijama y se separó un poco de mi para quitarlo. Sin gesto alguno volvió a apoderarse de mis labios. Me tomó firmemente por la cintura y se echó para atrás dejándome sobre él. Perfecto, ahora yo llevaba la iniciativa.
Siguió brindando caricias sobre la piel desnuda de mi espalda mientras jugaba con el elástico de mi short.

Si debemos parar debe ser ahora o nunca.

Pero prefería el nunca. Sus caricias y besos me hacían que me sintiera amada y deseada a la vez, una sensación increíble.

De un momento al otro Adrien giró dejándome debajo de él. Sus manos se posaron en mi cadera y bajó a besarme el cuello. Eché la cabeza para atrás dándole espacio a su boca. Besaba y saboreaba cada rincón de mi cuello, succionó dejándome una marca que seguramente luego se notaría.

Nuevamente subió hasta mi boca y me besó pasionalmente mientras se despojaba de mi short. Me sentí completamente desnuda, pero aún no lo estaba, una de sus manos acariciaba el elástico de mi ropa interior provocando desespero. ¿Vergüenza? Se había ido en el momento en el que Adrien había comenzado a besarme. Sentí como lentamente comenzaba a bajar mi ropa interior.

Simplemente no podía entregarme a él.

—Adrien...— murmuré. Volvió a besarme. Intenté separarlo un poco para hablarle—. Adrien... escúchame.

—Marinette, no tienes nada que decir, te deseo tanto como tú a mi.

Y supe que no podía negarme, pero tampoco podía aceptar el hecho de que me quitará mi virginidad sin antes habernos casado.
Siguió con lo que antes hacía, bajar mi ropa interior.
No podía decirle que parara porque luego me arrepentiría pero no podía hacerlo con él porque luego también me arrepentiría.
¿Las palabras correctas para detener esto? Bien, ninguna llegó a mi mente. Simplemente las lágrimas comenzaron a bajar por mis mejillas. Lo notó y se alejó un poco de mi.

—¿Te lastimé?— preguntó acariciando mi cabello. Negué con la cabeza, me da vergüenza hablar—. Marinette, por favor, dime que es lo que pasa— hablaba tiernamente. Cerré los ojos con fuerza—. Marinette— insistió—. ¿Quieres que me quite de encima tuyo?— me dijo, asentí con mi cabeza.

Se quitó de encima mio y buscó mi ropa en el suelo, la dejó a mi lado y se sentó mientras me miraba.
Me sentía asquerosa, sin pudor alguno, no tenía cara para volver a mirarlo a los ojos.
Me senté a su lado y sin decirle nada me coloqué la ropa y caminé hacía el baño. Me miré al espejo y nuevas lágrimas recorrieron mis mejillas.
Me sentía sucia, había dejado que él me tocara a su manera, estuvimos a punto de juntar nuestros cuerpos. Acomodé el bretel de mi pijama que se resbaló por mi piel, ahí note la marca que Adrien había dejado en mi. Pasé mi dedo por la marca y lo noté algo hinchado, sonreí desganada, después de todo tenía que admitir que me había gustado un poco.

Abrí la ducha y cerré la puerta con llave, me despojé de mi ropa y entré a la tibia lluvia artificial que caía sobre mi cuerpo.

Con tan solo diecisiete años había estado por perder la virginidad con él, con el que por ahora, era mi peor enemigo.
Pero la pregunta que ocupaba mi cabeza era:

¿Por qué le seguí el juego?

Claro estaba que él no era para nada feo y bien deseable se veía en boxers pero... ¿Amor? Ni una pizca de ese sentimiento.
Sé que de parte de él había lujuria, deseo y pasión por mi cuerpo, pero de mi parte había más que eso. No sé muy bien que... pero que lo había, lo había.

Me envolví en la toalla y volví a mirarme en el espejo mientras cepillaba mi húmedo cabello.

—Yo no lo amo— murmuré mientras me miraba—. ¿O si?— me pregunté—. No, no lo creo.

Volví a colocarme la misma ropa, después de todo, estaba limpia porque me había bañado hacía menos de cinco horas.
Respiré profundo y tomé el picaporte de la puerta, tenía que salir de ahí, pero no iba a ser fácil mirarlo a los ojos.

Le di vuelta a la llave y salí del baño intentando no cruzar miradas. Y definitivamente no cruzamos miradas porque él no estaba en la habitación. Miré el sillón, dentro del armario, debajo de la cama, pero nada.
Me sorprendí y tuve miedo a la vez.

¿Qué tal si se fue para siempre?

Me metí en la cama y coloqué la sabana sobre mi cuerpo dejando mis brazos al descubierto. Dejé el velador encendido, tenía miedo. Cerré los ojos y lentamente caí en un profundo sueño.

Desperté al sentir un rayo de sol que daba justo sobre mi ojo, volteé sobre la cama haciendo que ya no me molestará más. Estiré mis músculos y me senté en la cama, miré hacía el sillón, Adrien no estaba ahí.
Presté atención para saber si la ducha estaba encendida, pero no. Me levanté y caminé hacía el baño, Adrien tampoco estaba ahí.
Luego de lavarme la cara, los dientes y cepillar mi cabello, me coloqué un short de jean y una musculosa celeste, y por supuesto mis cómodas ojotas. Pedí el desayuno por teléfono, no iba a bajar a desayunar sola.

Me sentía abandonada por Adrien. Si bien aún no sabía como íbamos a reaccionar al vernos frente a frente, no quería estar sin él, me sentía desprotegida.

Pasé toda la mañana y la tarde, completamente sola sentada viendo televisión. No quería salir de la habitación por miedo a perderme y no encontrar a Adrien nunca más.

Eran las tres de la mañana y yo intentaba no caer en el sueño. Mis parpados estaban pesados y se caían provocando que cerrara mis ojos. Sentí la puerta abrirse y casi me caigo del sillón.

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Lamento haber demorado tanto. Aquí les traigo otro capítulo en compensación.

También quería agradecer a todos los que leen esta historia y les agradezco sus comentarios de apoyo, me ayudan y alegran mucho.

Nos leemos en el siguiente capítulo.

La Bella y la Bestia [AU Adrinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora