Capítulo 20

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—¿Entonces? ¿Vamos a desayunar así de callados?— preguntó mirándome

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—¿Entonces? ¿Vamos a desayunar así de callados?— preguntó mirándome. No le dediqué ni una mirada, solo asentí con la cabeza—. Quería preguntarte algo— agregó.

—Guárdatelo, no quiero saber que quieres preguntar— dije. Rió cínicamente.

—¿Por qué tan a la defensiva?

—Porque tú eres un maldito fastidioso.

—Lástima— dijo echándose para atrás sobre el respaldo de la silla—. Vas a soportarme toda tu vida.

—Aún no entiendo. Está bien que me compres en una subasta y todo eso, que me tengas en tu casa y me fastidies todo el día, pero... ¿Por qué me tengo que casar contigo?

—Porque a mi se me da la gana— me dijo. Ahora si lo observé.

—¿Y si a mi no se me da la gana?— arqueé una ceja. Sonrió—. No me hace ningún tipo de gracia, es más, cuando estemos en el altar y pregunten si acepto o no, diré que no.

—Dilo y quedas expuesta a cualquier tipo de venganza— me dijo. Arrugué la nariz y le saqué la lengua—. Yo también te amo Marinette— me dijo entre risas sarcásticas.

Aún estaba sin entender todo esto. Él podría haber abusado de mí, me podría haber golpeado y hasta insultado de manera extravagante por mi comportamiento, sin embargo solo me molestaba y me deseaba en su cama.

—Como digas Agreste— dije tomando el último sorbo de mi jugo—. De todas maneras no ganas nada siendo mi esposo, así que da igual.

—Si que gano bonita— me sonrió—. Y créeme que aún no sabes lo que tú te ganarás.

—Depravado— dije haciendo una mueca de asco. Rió.

—Ya verás, cuando estemos casados no dirás lo mismo, todo a su debido tiempo.

—Adrien, ya deja de soñar despierto y termina con tu café, quiero irme de aquí.

—Tranquila, tranquila pequeña— dijo calmado. Desvié la mirada.

Estoy segura de que era a propósito. Estaba tardando más de media hora en tomarse un insignificante café. Me tenía harta, cansada y muerta de sed. Quería irme, escaparme de su lado, no volver a verlo. Cerré los ojos con fuerza, me dolía la cabeza y no soportaba el bullicio de gente.

—Ya vamos— dijo, al final—. Pero espera que voy a pagar al mostrador.

Me quedé ahí sentada con los ojos cerrados por un rato. Respiré profundo y me levanté de la silla, inmediatamente me mareé y tuve que volver a sentarme.

—¿Estás bien?— preguntó poniendo una de sus manos sobre mi hombro. La quité con una mueca de desagrado e intenté levantarme de nuevo. Adrien tuvo que tomarme de la cintura, casi caigo dura al piso—. No, definitivamente no estás bien— dijo. Apoyé mis manos sobre los hombros de Adrien y me puse firme.

La Bella y la Bestia [AU Adrinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora