Capítulo 54

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Desperté a las cinco de la mañana, la cabeza me dolía a más no poder y una fina capa de sudor se deslizaba por mi frente

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Desperté a las cinco de la mañana, la cabeza me dolía a más no poder y una fina capa de sudor se deslizaba por mi frente. Volteé en la cama y sin querer, toqué el hombro de Adrien, éste se removió entre las sábanas y siguió con su pesado sueño.

Me senté sobre la cama y quité el cabello de mi rostro, ¿dónde había quedado mi coleta hecha por Adrien? Un simple desastre en persona. Los ojos me ardían y sentía que el calor se apoderaba de mí para dejarme devastada. No soportaba la fina tela del camisón, se pegaba a mi cuerpo y molestaba como nada esa noche.

—Adrien...— murmuré.

No hubo rastro del movimiento de sus músculos y siguió respirando tranquilamente en aquella calurosa noche estrellada.

Decidí no molestarlo y me puse de pie. Un repentino mareo me obligó a sentarme nuevamente. El movimiento del colchón al sentir mi peso, hizo que Adrien volviera a moverse y volteé para verlo.

—¿Qué ocurre?— preguntó abriendo un solo ojo.

—Me siento fatal— respondí en un susurro.

Terminó de abrir sus ojos y se sentó en la cama. Frotó su cara con ambas manos y luego dio la vuelta a la cama, para sentarse a mi lado y tomar mi mano.

—¿Qué es lo que te duele, amor?— preguntó y brindó leves caricias a la piel de mi mano.

—Todo, es como si un camión me hubiera pasado por encima y estropeado todos mis huesos incluidos mis músculos.

—¿La cabeza?— asentí—. ¿Las piernas?— asentí—. ¿Te sientes mareada, cariño?

—Si, muy mareada— pasé una de mis manos por el sudor de mi frente—. Tengo mucho calor, Adrien.

—Es normal, estoy a tu lado— bromeó.

Sonreí levemente y se acercó más a mí.

—¿Qué haremos contigo?— preguntó en un susurro—. Creo que deberíamos llamar al médico, que venga aquí, para no dejar a los niños solos.

—Lo que digas— dije y me tiré a la cama.

Mis piernas colgaban de la cama y mi espalda estaba apoyada sobre el colchón. Ese calor era insoportable, molestamente asqueroso. Adrien soltó mi mano y se acostó a mi lado.

—¿O crees que debo llevarte al hospital?

—No, no, aquí— dije rápidamente.

Adrien besó mi mejilla y se puso de pie. Lo vi caminar apresuradamente cruzando la habitación y entró al baño.

La costumbre de mi esposo, dejar el móvil cargando en el baño. No pregunten, solo ignoren las anormalidades.

Entró nuevamente en la habitación, con el móvil en mano y una cara de preocupación que dejaba mal al más serio y sin sentimientos.

La Bella y la Bestia [AU Adrinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora