Capítulo 35

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Llegué hasta la puerta de madera

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Llegué hasta la puerta de madera. Mi corazón parecía jugar una carrera hasta llegar a mi garganta. Dudé unos segundos antes de empujar la puerta que permanecía sin cerrojo. Di dos pasos y ya me encontraba dentro de la habitación. Suspiré, debía ser más valiente y no una simple niña asustada. Cerré la puerta por donde había entrado y la manta cubriendo mis pies, me jugó una mala pasada haciendo que cayera redonda al suelo.

—¿Quién está ahí?— preguntó una voz adormilada y amagó a encender la lámpara.

La electricidad se negó a aparecer en la habitación y Adrien se desesperó por eso. Comenzó a apretar el pequeño interruptor con notoria desesperación.

—Soy yo— respondí con dolor en mi voz. Me acababa de dar un buen porrazo contra la nariz y la barbilla. Mi boca sabía a sangre.

—¿Marinette?— preguntó alarmado—. ¿Qué haces aquí y qué fue ese ruido?— preguntó sentándose en la cama.

—Dolió— le dije mientras me sentaba sobre el suelo y cruzaba mis pies, acto seguido, cubrí mis dedos helados con la manta.

—¿Te caíste?— preguntó y segundos después sentí su presencia a mi lado—. Hey, nena, ven aquí— dijo con ánimos y me envolvió en sus brazos.

Mi cuerpo se tensó y a los segundos se relajó sabiendo que estaba en buenas manos y nada podía ocurrirme. Estar entre sus fuertes brazos me hizo sentir protegida y todo el miedo se esfumó, dejándome tranquila y en paz junto a él.

—Me duele la barbilla— me lamenté. Se separó un poco de mi cuerpo y levantó mi barbilla—. Auch, justo ahí— dije quitando mi cara de sus manos. Chasqueó la lengua.

—Creo que no hay luz— dijo más que acertado—. Y si no me equivoco, te has lastimado la barbilla lo suficiente como para que estés sangrando— dijo y se puso de pie. Extendió su mano y la tomé—. ¿Se puede saber que hacías?

—Tenía miedo— admití antes de volver a estrecharlo en mis brazos. Sin pensarlo dos veces recibió mi abrazo y agradecí que lo hiciera, pues ya me estaba arrepintiendo de haberlo abrazado.

—Vamos a ver que pasa con la luz— dijo besando mi frente y luego nos separamos—. ¿Llueve?

—No lo sé— dije levantando la manta del suelo y al ponerme derecha me mareé.

—¿Estás bien?— preguntó preocupado cuando me afirmé en su hombro.

—Si te dijera que si, estaría mintiendo— dije con sinceridad.

—Okay, quédate en la cama, iré a ver que pasó con la luz— me dijo.

El miedo que antes se había despedido de mí, volvió siniestramente para quedarse. Mis manos sudorosas y temblorosas sobre el hombro de Adrien, se negaron a soltarse y Adrien lo notó.

—En serio, no estás bien y sin luz no puedo saber qué es lo que te ocurre— me tomó por la cintura.

—No te alejes— le dije arrugando mi nariz.

La Bella y la Bestia [AU Adrinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora