Capítulo 36

340 12 0
                                    

La analicé un segundo antes de volver a responderle

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La analicé un segundo antes de volver a responderle. Su cabello estaba perfectamente liso y caía suavemente sobre sus hombros, sus labios con un toque de brillo, se veían extravagantes y delicados.
Mi mano formó un puño intentando contener los celos y las ganas de echarla de "nuestra casa".

—Adrien, Adrien Agreste— dijo ella.

—Sí, sé quien es mi novio— le dije. Su sonrisa se hizo aún más amplia y mis ganas de darle un puñetazo, crecieron—. ¿Quién eres?— enarqué una ceja.

—Sabrina— dijo sin que su sonrisa se esfumara.

—¿Y cómo entraste?— pregunté. Hizo una cara de fastidio y posó su mano sobre su cintura.

—¿Dónde está Adrien?— preguntó. Largué una risa mientras mi rostro demostraba enojo y furia.

—No se encuentra en casa— respondí—. ¿Cómo entraste?

—Disculpa nena— su sonrisa se esfumó—. No estoy como para cuestionarios tuyos.

—Pues deberías estar para mis cuestionarios porque estás en mi casa.

—No, no, no— movió su dedo de un lado al otro—. Esta es la casa de Adrien.

Crucé mis brazos y la miré amenazadoramente. Hizo mi mismo gesto y me sacó la lengua. ¡Que aniñada resulto ser! Sonreí con ironía y luego abrí la boca para echarla de casa.

—No es solo la casa de Adrien— dije—. También es mía. Es mi novio— dije lento y claro. Largó un bufido.

—¿Eres Marinette?— preguntó arqueando una ceja. Asentí sin bajar la guardia.

—¿Cuál es tu problema y de dónde sabes mi nombre?— pregunté rápido.

—Primero, no tengo ningún problema y estoy cansada porque acabo de llegar de España y segundo, sé tu nombre porque Adrien te ha nombrado una que otra vez— largó al descuido.

Las llaves del otro lado de la puerta se hicieron sentir y ambas dirigimos nuestra mirada hacía allí. Siendo las once y media de la noche, Adrien atravesaba la puerta principal de la casa.

—Marinette ya...— dejó de hablar cuando se dio cuenta de nuestra presencia—. Llegué— hizo una mueca al terminar su oración.

—¿Quién es ésta?— pregunté a Adrien. Él sonrió y miró a Sabrina.

—¡Sabrina!— gritó con emoción, acto seguido, la abrazó—. ¿Cómo has estado?— preguntó aún en sus brazos.

Pintada, tal cual una pintura sobre la pared, con la diferencia que si hubiera sido una pintura de un cuadro, me hubieran apreciado. Los miré atónita y me dediqué a controlar mis notables celos. Mis ojos vagabundearon por la sala y me decidí por irme a dormir en vez de ver a estos dos abrazarse.

La Bella y la Bestia [AU Adrinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora