Capítulo 24

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Cuando salí del baño, Adrien no estaba en la habitación

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Cuando salí del baño, Adrien no estaba en la habitación. Aproveché para buscar algo que ponerme. Un vestido azul con unos tacones negros. Entré en el baño para secarme el cabello y maquillarme, sentí la puerta de la habitación cerrarse.

—¿Adrien?— pregunté intrigada.

—Si, soy yo— gritó desde alguna parte de la habitación—. ¿Ya estás?— entró en el baño. Lo vi a través del espejo y le sonreí. Camisa blanca y pantalón negro. Sexy.

—¿A dónde estabas?— pregunté mientras cepillaba mi cabello.

—En recepción— dijo mientras observaba mi rimel—. ¿Para qué sirve este palo?— lo había abierto.

—Primero, no es un palo— reí y se lo saqué de la mano—. Y segundo, se usa para pintarse las pestañas y alargarlas— le dije. Me sonrió. Comencé con el maquillaje mientras él posaba su mirada en mis acciones—. ¿Qué hacías en recepción?

—Ese invento es una perdida de tiempo— dijo mirando como colocaba el rimel.

—Adrien, tienes cerebro de primate— le dije. Rió con gracia—. Dime, ¿Qué hacías allí abajo?

—Ah, me llamaron porque faltaba un florero y lo tuve que pagar— me dijo. Me sonrojé—. ¿Sabes quien pudo haberlo roto?

—Perdón, estaba enojada.

—No te preocupes— dijo desinteresado.—. Ya me aburrí.

—Okey, déjame que termino con el maquillaje y nos vamos.

—Okey— salió del baño y se tiró en la cama—. ¿Por qué te maquillas?— gritó.

—Para verme linda.

—No necesitas el maquillaje— dijo mientras jugaba con un almohadón. Sonreí frente al espejo—. Yo creo que eso es una perdida de tiempo.

—¿Por qué lo crees?— tomé mi cepillo de dientes y la pasta dentífrica. La coloqué sobre el cepillo y comencé a cepillarme.

—Porque la mujer más bella siempre es la más natural— dijo. Enjuagué mi boca para responder.

—A veces me sorprendes Adrien— dije apagando la luz del baño para salir—. Listo, vamos.

—Al fin— dijo levantándose de la cama—. Ya me estaba poniendo nervioso.

Me coloqué unas gotas de perfume, tomé mi bolso y salimos. Llamé el elevador mientras Adrien cerraba la puerta de la habitación. Bajamos hasta la planta baja y salimos del hotel.

—Por aquí se estacionan los taxis— dijo mirando a lo lejos—. Ven aquí— tomó mi mano mientras me encaminaba hacía donde estaban los taxis.

Subimos a uno. Adrien le indicó a donde íbamos. Como de costumbre, yo desconocía las calles, pues claro nunca en mi vida había salido de Nueva York.
Mi mano reposaba sobre mi pierna, y sobre esta, la mano de Adrien, quien brindaba pequeñas caricias a mi recién encremada piel.

Observé el camino a medida que el automóvil avanzaba. Calles, parques, gente andando por allí. De seguro era el centro de la ciudad. Las estrellas dispersas por el cielo y una hermosa luna que hacía contraste. Sonreí, al parecer Adrien lo notó.

—¿En que piensas?— preguntó risueño.

—En nada— dije aun observando el lugar—. Es todo muy lindo. ¿No crees?

—Claro que si— suspiró para llamar mi atención. Dejé el paisaje de lado y le dediqué mi mirada—. ¿No habías venido nunca?— preguntó curioso.

—Nunca— dije mientras arreglaba el pinta labios en mi boca—. ¿Tú si?

—Si— contestó cuando el auto se detuvo—. Podemos seguir la platica en la mesa— me sonrió—. ¿Cuánto es?— le preguntó al taxista.

—Catorce con cuarenta y cinco dólares— respondió mirando el aparato digital. Adrien sacó su billetera y le pagó.

—Muchas gracias— dijo abriendo la puerta.

—A ustedes. Que disfruten— agregó el hombre.

Baje detrás de Adrien, a solo segundos de cerrar la puerta, el taxi retomó su camino. Adrien tomó mi mano, haciéndome dar cuenta de que estábamos frente a un hermoso restaurante.

—Wow, ¿aquí cenaremos?— pregunté atónita. Me miró y sonrió.

—Exacto, no sabes lo que me costó conseguir para poder cenar aquí, así que espero que te guste.

—Por ahora, me gusta el lugar, veamos que tal la comida. ¿Ah?— le sonreí, me devolvió el gesto. Entramos y un hombre de traje nos dio la bienvenida haciendo una elegante reverencia.

—Buenas noches. ¿En que les puedo servir?— preguntó el hombre.

—Buenas noches. Tenemos una reservación a esta hora.

—Apellido— dijo el morocho mientras sacaba una libreta.

—Agreste— contestó Adrien—. Mesa para dos.

—Si, aquí está— dijo sonriente—. Los acompaño— nos condujo hasta una pequeña mesa de a dos—. Que disfruten la velada— agregó antes de irse.

Nos sentamos uno frente al otro. Minutos después un mozo dejó el menú sobre la mesa y se retiró.

—¿Qué vas a pedir?— me preguntó mientras buscaba algo para cenar.

—No lo sé— dije pensativa—. Es que todo es tan elegante— agregué—. ¿Tú que pedirás?

—No lo sé— dijo pensativo—. ¿Has comido algo de esto?— preguntó arqueando una ceja.

—No— reí. Que poca cultura—. ¿Tú?

—Yo si, pero muy pocas. ¿Pedimos algo para compartir?— preguntó.

—Claro. ¿Algo como qué?— levanté mi mirada para encontrarme con sus ojos color verde esmeralda mirándome.

—Mmm... ¿Pechugas de pollo a la gordonblue?

—¿Ah?— levanté una ceja—. ¿Qué es eso?— pregunté casi en un grito.

—Baja la voz— rió—. Es pollo— me explicó, asentí.

Mientras hablábamos el mozo que antes había dejado el menú sobre la mesa, nos tomó el pedido. Luego trajo las bebidas y más tarde la comida.

—¿Te gusta?— preguntó mientras pinchaba de su plato.

—Si, está bueno— le sonreí.

—Me alegro— me devolvió la sonrisa—. Bueno...— si, estaba nervioso. Pero... ¿Por qué?

—Bueno...— repetí graciosamente—. ¿Qué quieres decir?— pregunté—. Si tienes algo que decir, dilo, sin rodeos.

—Mejor te dejo comer tranquila y luego lo hablamos— me dijo. Arqueé una ceja. ¿Qué estaba pasando?

—Dime... puedo comer y hablar a la vez.

—Okey, no es de lo que quiero hablar pero creo que debemos— me dijo. No comprendí.

—¿Entonces?— lo incité a seguir.

—La boda— dijo. El pollo que pasaba por mi garganta se quedó atorado.

Es que no quería pensar en eso, solo quería que ocurriera de una buena vez y ya dejar de pensar en lo que vendría luego, la luna de miel, mi peor pesadilla, Adrien y sus fantasías sexuales.

La Bella y la Bestia [AU Adrinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora