6~ Volver

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Jian Yi se dejó caer sobre una de las bancas del parque. Habían ido directo hacia ahí después de salir casi corriendo de la casa de She Li. Necesitaban aire, y un espacio grande y abierto para pensar en lo sucedido.

Zheng Xi se sentó a su lado, aprovechando para rodearle los hombros con su brazo. Quería reconfortarlo, no soportaba ver esa expresión triste y angustiada en el rostro de su novio.

—¿Te sientes bien? Podemos ir a casa si lo prefieres— dijo con tono calmado y cálido, lo que hizo sonreír al rubio.

—Estoy bien, es sólo que... Dios, es demasiado, todo esto es mucho para procesar.

Sus ojos se llenaron de lágrimas sinceras, las que dejó salir cuando recibió el fuerte y agradable abrazo del castaño.

Jian Yi se sentía profundamente agradecido por tener esa clase de apoyo en momentos así. Zhan Zheng siempre había estado a su lado, y esa era una de las razones por las que más lo amaba.

De pronto miró a Mo Guan, quien se mantenía alejado con ambos brazos cruzados, la espalda apoyada en un árbol, y la mirada perdida en la nada. Se notaba su dolor y enojo, pero el rubio sabía que no podía hacer más por él.

—Xixi... ¿Crees que cabeza roja estará bien? Me preocupa— murmuró, aún abrazando a su pareja.

—Deja de ver por las otras personas, yo estoy más preocupado por ti. ¿No lo entiendes?

—Es que él era su novio, o algo así. ¿No?

—¡¿Qué?!— lo miró a la cara, sin poder evitar una leve risa— Claro que no, ni siquiera fueron amigos, aunque tal vez sea por ese remordimiento que el pelirrojo sufre tanto, no lo sé.

—Ojalá pudiera hacer algo para que se sienta mejor.

—Cállate, es suficiente— Zheng Xi tomó su brazo y lo hizo levantarse— Vamos a mi casa, cenaremos ahí y te quedarás a dormir.

—¿Estás invitándome a pasar la noche contigo?

—Quiero que estemos juntos, no pretendo dejarte solo y que te deprimas pensando en la muerte de He Tian. ¿De acuerdo?

—Supongo que tiene sentido...

—¿Entonces lo dejarán aquí, rindiéndose tan rápido?— preguntó Mo Guan, acercandose mientras arrastraba los pies.

—Lo lamento, pero es que ya no hay nada por hacer, tu mismo lo viste en la foto— respondió Jian Yi, cabizbajo.

—Sí, pero...

—No es sano seguir con esto— interrumpió el castaño— Hubo pruebas, además de que She Li no dudó en nada de lo que dijo, pareció muy sincero, así que ya deberíamos dejarlo.

—¿Y qué pasa si es mentira? La foto puede ser de una casa cualquiera, ese idiota también puede estar inventando todo.

—Mo... He Tian está desaparecido, y ya viste cómo dejó el departamento. Si es mentira o no, ya no importa, porque creo que eso es suficiente para saber que no regresará.

En seguida los dos se despidieron y se marcharon, dejando al pelirrojo solo, abrumado y exageradamente triste. No le quedaba de otra que volver también a casa y tratar de dormir un poco, si es que podía hacerlo.

Cuando pasó por la puerta principal recibió el alegre saludo de su madre, quien notó enseguida su humor.

—¿Estás bien, cariño?— preguntó acercandose a él.

Sin esperar respuesta pusó una de sus delicadas manos sobre la mejilla de su hijo, y la acarició con ternura.

—Te ves terrible, Mo. ¿Qué ha pasado? Supongo que es malo. ¿No es así?

El pelirrojo sólo asintió, el nudo en la garganta no lo dejaría hablar sin ponerse a llorar. Le dolía el pecho, se sentía derrotado, y lo peor era que nada de lo que hiciera podía arreglarlo.

—Ven aquí, mi pequeño— fue hacia los brazos de su madre y la abrazó con fuerza. Era su único consuelo, pues He Tian ya nunca más estaría ahí para él.
















A miles de kilómetros de distancia, Qiu salió del carro a toda velocidad, necesitando ver con sus propios ojos el fuego que consumía la pequeña casa que sería su refugio. Bien, ahora ya no había lugar a donde ir, y esto lo hacía sentir un completo perdedor.

He Cheng se puso a su lado, observando la escena con cierto alivio. Se notaba lo reciente del fuego, y no le quedaba de otra que aceptar su error y agradecer a su hermanito.

—Oye, Tian, ven aquí— ordenó con voz fuerte y profunda. Fue obedecido— Creo que el inesperado retraso que causaste al salir del aeropuerto ha sido algo bueno, y aunque no apoyo lo que intentaste hacer, te agradezco por salvar nuestras vidas.

—¿De qué demonios hablas?— preguntó el menor, con un cigarrillo en la boca y sin apartar los ojos del fuego.

—Lo tenían todo calculado— explicó el peliblanco, de mala gana— Hubiésemos llegado hace diez minutos si no fuera por tu patético intento de escape, por lo que estaríamos... muertos.

—Está bien, creo que preferiría eso— dijo antes de soltar un pesado suspiro. «Al parecer he salvado nuestras misérables vidas, bien por mí, pero no vale de nada. ¿Qué tal si entro a esa casa y me envuelvo en el fuego? No sería tan malo, después de todo es menos doloroso que lo que siento ahora mismo al no ver a mi montañita».

He Cheng miró a su hermano, notando la tristeza y desesperación en su rostro. Ahora que el plan estaba arruinado, y que además de eso estaban vivos gracias a ese niño, no pensó en más que ceder y esperar a que pasara lo mejor.

—Volveremos— murmuró, mirando de reojo a Qiu— ¿Están de acuerdo con eso?

—¿Hablas en serio? Después de todo por lo que hemos pasado, ahora sólo quieres regresar a los brazos de tus próximos asesinos. ¡Estás loco!

—Yo sí estoy bien con eso— dijo He Tian, con un poco de ánimo.

—¡Claro que lo estás, desde un principio querías quedarte! Pero... — Qiu colocó su brazo al rededor de los hombros de su compañero— No dejaré que te maten, a ti no. ¿Lo entiendes?

—Protegerás a mi hermano, ya te lo he dicho— reclamó éste, con seriedad.

—Te prefiero a ti, Cheng.

—Asqueroso— susurró Tian, poniendo los ojos en blanco.

Siempre había sido así, la relación entre esos dos era tan cercana y cursi que hasta daban ganas de vomitar. Aunque, por supuesto, de alguna forma lo admiraba y envidaba, pues deseaba con todas sus fuerzas poder estar así con Mo Guan Shan.

—No, está decidido, tenemos que volver y enfrentarnos a ellos— habló He Cheng, con firmeza.

—Bueno, veo que no hay nada que pueda decir para que cambies de opinión, así que desde ahora te juro lealtad y compañía en tu pelea— dijo Qiu, a la vez que ponía la mano derecha sobre su propio pecho.

—No es el presidente, estúpido— se burló el más bajo, pero sin ganas de reír.

De pronto vieron más carros acercándose. Era hora de irse, rápido y con sigilo.

Si te importo, sálvame. (He Tian & Mo Guan) 19 Days.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora