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La última semana de vacaciones pasó volando pero con pocas novedades. Sophia y yo pasamos muy poco tiempo ya que debíamos arreglar y buscar algunas cosas que nos hicieran falta para la escuela, y con respecto a la familia nueva lo único que he descubierto es que tal y como lo imaginé una familia de tamaño normal, muy probable de cuatro integrantes.

Era lunes, me había levantado más temprano de lo normal en mi horario de clases, pues al ser una vez más el primer día todo debe estar organizado y llegar tarde no sería nada bueno.

Me duche, vestí, arreglé, desayuné y salí a las seis treinta y me encontré con Sophia en la parada del autobús, como de costumbre lo hacemos.

-Buenos días -me saludó la pelirroja con una sonrisa en su rostro.

-¿Qué tal? -respondí-. Te ves muy feliz, ¿algo en especial?

Ella negó.
-Sólo quería regresar a clases, ya no soportaba estar en casa.

-Igual yo -comenté.

El autobús llegó, subimos y nos sentamos en uno de los últimos asientos antes de llegar a los del fondo. Yo estaba junto a la ventana.
Al ser muy temprano el camión iba casi vacío. Llegamos más rápido que cualquier otro día y al bajar en la escuela habían pocos alumnos que también estaban en la misma situación que nosotras, no había nadie que conociéramos o que fuera de nuestro grupo de amigos.

-Demasiado temprano -comentó Sophia-, ¡te dije que íbamos a llegar muy temprano ___! Ni siquiera desayuné bien.

Rodé los ojos, Sophia llegaba a ser muy dramática.
-Te prometo que en cuanto las puertas de la escuela se abran iremos a buscar algo para que desyaunes.

No volvió a decir una palabra. Estábamos de pie y tratamos de estar los más cerca de la puerta, hacía muy poco frío, era un clima soportable y cada vez iba llegando más población estudiantil. Faltaban cinco minutos para que las puertas abrieran.

Pasados los cinco minutos y de que se hayan abierto las puertas Sophia y yo entramos tan rápido como un cohete y nos dirigimos hacia la cafetería. Era preferible que se alimentará lo más pronto posible, o dentro de poco estaría de muy mal humor, y cuando Sophia Lillis esta de malas, y lo más irritante del mundo.

-Puedo sobrevivir con un café y unas galletas -dijo cuando por fin había comprado lo anterior mencionado- ¿Tu desayunaste?

Asentí.
-Yo sí desayuné -sonreí.

La pelirroja simplemente alzó los hombros.
-¿No has visto a las chicas? -preguntó mientras volteaba a su alrededor y se llevaba una galleta a la boca. Yo simplemente negué moviendo la cabeza-. Deberíamos buscarlas, o ver a quien nos encontramos. Aún falta tiempo para entrar a clase.

Accedí a su propuesta y salimos de la escuela, ya había más gente, el estacionamiento comenzaba a llenarse, los autobuses escolares llegaba casi a la par, los grupitos de amigos se hacían presentes, las parejas abrazándose y dándose cariño, otros simplemente llegan solos y entran de inmediato al plantel. La preparatoria era un pequeño mundo del cual todos queremos huir.

-¿No has visto a Jaeden? -pregunté a Sophia con intención de molestarla.

-Muy graciosa -se quejó mirándome de mala manera-, ¿Dónde está...?

La miré fijamente esperando a que diera un nombre.
Ella ha tenido mil pretendientes y novios, si me preguntan no terminaría la lista. En cambio yo no tenía muy buena suerte con chicos, puedo contar cada uno con los dedos de una mano sin problema alguno.

-No Sophia, no hay nadie -sonreí.

-Pobrecita, esperemos que te llegue algo bueno este año.

Decidimos entrar de nuevo al plantel. Compartíamos unicamente dos materias, una de ellas nos tocaba a primera hora el día de hoy para nuestra buena suerte.
El salón estaba en el segundo piso del edificio, la vista era buena, pero la clase no.
Tomamos nuestros asientos cerca de la venta, el grupo empezaba a llegar y el salón se veía más lleno cada vez.

BLOOD | Finn Wolfhard×YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora