Cuestión de Tiempo [Cuestiones II] ©

2. Como no tienes idea

Torrance

No importa el lugar, es lo de menos, solo que tocó esperar hasta llegar a casa para desatar toda la falta que él me hace.

Apenas cruzamos la puerta lo tomé con posesividad, no quise esperar más. No demoramos en encontrar un lugar cómodo en una de las salas de estar para entregarnos, y doy gracias que Hope ni Ronnie no estén para presenciar lo que haríamos. Montada ahorcajadas sobre el regazo de Ethan, pruebo con vehemencia sus labios. Sus manos me recorren la espalda, bajo mi ropa, dejando que maneje la situación cuando le pido que me presione contra su cuerpo, sintiendo su prominente erección tallar mi entrepierna. Me aprieta de momento los glúteos, comenzando a moverme en ese vaivén pasional que calienta mi interior. Dejo que su boca actúe, pasando su brazo por mi espalda, pegándome más, hundiendo el rostro en medio de mis senos aún cubiertos por la sudadera. Mirando hacia el techo, consumida por las ganas y tratando de recobrar el aliento, rio divertida por su intento de devorar mi piel con la ropa puesta.

—¿Tanto me deseas? —balbuceo entre jadeos, tomándolo de los cabellos para apartarlo, siendo sutil.

Ethan alza la vista; su sola expresión hace que por poco ruegue por sentirlo. Ver cómo su rostro se frunce, su voz gime, sus brazos se contraen cada que me toca, que me toma como él solo lo sabe hacer. Su cabello revuelto, sus ojos oscurecidos, hasta su boca de labios enrojecidos por los besos y su rostro ruborizado por la excitación, es el complemento perfecto para que lo quiera en plenitud, unido a mí.

—Como no tienes idea —musita, tragando espeso.

En un movimiento audaz, me sube la sudadera para despojarme de ella junto con la camisa que traigo debajo. Mis pechos quedan justo frente a su rostro por lo que detalla el sostén que me cubre.

—Creo que me empieza a gustar el rojo —comenta, viendo atento mi cubierto busto.

Sin darme tiempo de responder, aprieta uno de mis senos mientras hunde el rostro en medio de ellos, dando una lamida que me obliga a cerrar los ojos, morderme los labios y tomar su pelo para sumergirlo más su cara.

De un jalón, sobresaltándome, tira del sostén hacia abajo, liberando mis pechos que quedan dispuestos ante él; no demora en atacarlos. Succiona los pezones, los acaricia con la punta de la lengua haciendo círculos con la misma; mientras atiende uno, al otro lo acaricia con sutileza. Repite con los dedos lo que hace con su boca, acariciando en círculos la areola para después dar un pellizco a ese montículo carnoso, acción que me hace perder la razón.

Hasta que abro los ojos, vuelvo a la realidad, respiro a través de mi boca, jadeante, deseosa porque extienda esa caricia por todo mi cuerpo.

—Ethan, por favor —le pido, tomándolo de los cabellos nuevamente para verlo a los ojos.

Me sonríe con una perversidad que mi estómago se estremece, temiendo y a la vez queriendo saber qué tiene planeado hacer.

—¿Eso quieres? —inquiere, con esa mirada penetrante que me pone indefensa, sometida a su voluntad.

Me muerdo el labio cuando retoma las succiones en mis pechos, siendo tan delicado, humedeciendo con tal minuciosidad que me impacienta, su lengua apenas si roza mis pezones. Insisto, tratando de empujar su rostro para que pruebe más, pero me agarra de las muñecas, impidiéndome actuar.

—Es mi turno, Torr —murmura en voz grave, dando una lamida descarada en medio de mis pechos, arqueando una ceja mientras me observa, siendo engreído.

—¡Dios, eres tan cruel! —refunfuño, con molestia.

El ríe, fingiendo arrogancia, lo que termina de molestarme. Intento liberarme pero en un movimiento sagaz me agarra de la cintura y me deposita a lo largo del sofá. Sin despegar sus ojos de los míos, se despoja de su ropa quedando como Dios lo trajo al mundo, perdiéndome en su torso tonificado que se relaja y contrae por su respirar agitado. Creo que nunca dejaré de morderme el labio al verlo así, dedicaría mi tiempo entero solo para contemplarlo.