12. It y Krueger

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Torrance

Ethan me mira con ternura, una que trasmite lo que siente por mí en ese momento. Está sobre mí, apoyado sobre sus codos sin recargar todo su peso, unidos en ese ínfimo lazo, siendo uno aún. Tiene los párpados ligeramente caídos, su piel perlada por el sudor y la respiración agitada luego de la reconciliación que nos permitimos, que de no ser por el hambre y el agotamiento de la jornada que tuvimos —él en el trabajo y yo defendiendo a un gato de unos chiquillos y también adelantando trabajo de la universidad—, seguiríamos sometiéndonos el uno al otro hasta caer rendidos.

Mientras peina mi cabello con una de sus manos, yo acaricio con mis yemas su espalda, dejando que mis dedos resbalen por su piel perlada, subiendo y bajando lento, de vez en cuando cierra los párpados luciendo indefenso cada que hago es caricia tortuosa que eriza cada centímetro de la piel que toco. Es hasta que siento un escozor molesto en mi brazo derecho, donde contraigo las facciones de medio rostro que la ilusión se rompe.

—¿Qué pasa? —cuestiona, preocupado—. Te lastimé.

Eso me endulza el alma. La verdad diría que fue todo lo contrario a dolor lo que me causó, aunque fue imperante, posesivo, siendo cada arremetida tan poderosa que hasta me hizo sentir fuera de órbita, más en la posición en la que estábamos. En realidad es otra cosa la que me causa ardor.

Dejo de rodear a Ethan con mis brazos, él enseguida se separa un poco, apoyando su peso en un brazo para evaluar mi estado, barriéndome con la mirada de arriba abajo, haciéndome sentir cohibida, más por la forma en que me mira, con tal deseo que me indica precaución por lo que pueda hacer. Para captar su atención estiro mi brazo al frente, semiflexionado, revelando el motivo de mi dolor; no es notorio de lejos pero de cerca se ve claro el rayón que el gato con sus uñas me causó.

Ethan me toma de la muñeca con delicadeza, siendo abrupto se deslinda de nuestro lazo sintiendo esa sensación de ausencia al sentirlo alejarse de mí. Se incorpora, quedando de rodillas y me jala hacia él, ayudándome a sentarme. Toma mi brazo con tal cuidado para examinar la herida.

Junta las cejas, siendo severo revisa mi otro brazo; allí también tengo arañazos pero no son tan molestos como el otro. Luego me enfoca, endureciendo más el semblante cuando despeja el cabello de mi hombro derecho para examinar la herida que hasta ese momento me escuece cuando roza ligero con su dedo pulgar.

Por mi parte no sé si dejarme llevar por la forma analítica en la que me tiene a ojo de lupa o por la posición en la que estamos, desnudos, frente a frente. No debería acomplejarme ni sentir vergüenza de mi cuerpo, pero no sé por qué siento que con él quedó tan expuesta, creyendo que no cumpliré sus expectativas, más que nada porque siempre que pienso en todo lo que hemos compartido juntos antes de ser novios, me considero aún la colegiala que tiene un cuerpo de más setenta kilos, que buscaba por todos los medios ocultar sus llantas, conejos, lonjas y piernas regordetas para que él no lo notara, ser agradable a su vista.

Por instinto me mando el brazo hacia mi pecho, cubriendo los senos mientras me siento sobre mis piernas, juntándolas para intentar ocultar mi intimidad.

Ethan se cruza de brazos, ocultando en su seriedad la burla que le produce que me muestre así. Aprieto mis labios a la par con mi entrecejo, apartando la mirada cuando me examina con ese interés marcado, diría que hasta pervertido. De solo pensarlo hasta siento arder las mejillas.

—En serio, no entiendo tu pudor —denota; trago espeso, despejando los nervios que me produce ahora el que de seguro me esté detallando de más.

—Para ti es fácil, tienes cuerpo de modelo —musito, forzada, cayendo en cuenta lo que acabo de decir. ¡Ay, no! Ahora pensara que soy una jodida pervertida o qué sé yo.

Cuestión de Tiempo [Cuestiones II] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora