Prólogo

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Reparo en su espalda; luce más calmado, ignorando la herida que corta parte de su muñeca y brazo. Centrándome solo en eso, rebusco en el lugar algo con que frenar la sangre, encontrando el saco de su traje; voy por él, agarrando la manga. De vuelta estoy tras él, temiendo que vuelva a actuar de otra manera, pero no me dejaré.

Tomo con cuidado su mano lastimada, enrollando la manga del saco alrededor de la cortada, Víctor enseguida me vuelve a ver, girando de modo tal que quedamos frente a frente. Se deja atender; no me atrevo a alzar la vista, me centro envolver el corte en ese intento de venda.

Cuando termino, me esfuerzo en encararlo, encontrándome con sus ojos expectantes, atentos, fijos en mí.

—¿Qué haces aquí? —cuestiona, inexpresivo, adoptando esa actitud distante, como si lo que pasó minutos atrás no hubiera sucedido.

—Esa pregunta debería hacerla yo —declaro, un poco ofuscada.

Retira su brazo de mi agarre, sin deshacer la manga del saco alrededor de su brazo, presionándolo contra su pecho, contrayendo las facciones de medio rostro por el dolor que le produce.

—Es mi maldita empresa, es una pregunta estúpida —zanja, mordaz, de vuelta con esa arrogancia que pone a prueba mis intentos de ser amable.

—Es tuya, pero no para que termines de destruirla —alego. Se torna irascible, sacudiendo la mano lastimada a un lado, desenvolviendo el saco alrededor.

—¡Es mi puto problema! —amenaza, dando una zancada hacia mí—. No eres nadie, solo una aparecida que desde que llegó me ha jodido la vida.

—Aparecida a la que le debes mucho porque si no fuera por mí, no tendrías empresa que destrozar —declaro, ardida, cruzándome de brazos.

Detesto que me trate así, es frustrante porque tantos años trabajando para la constructora, escalando puestos y nunca reconozca mi esfuerzo. Solo le importa el dinero y que cumplan con sus mandatos, como si las personas bajo su cargo valieran nada.

Víctor de vuelta está en punto de ebullición; sus facciones se tensan, su mirada se hace negra, el aire sale de su sistema como una locomotora, dejando la calma en el olvido.

—¡Me jodiste! —recalca, dando otro paso, obligándome a retroceder—, tanto que estoy aquí intentando destrozar lo que no puedo, intentando borrar lo que no puedo tener.

Junto las cejas, sin comprender.

—Lo tienes todo, no es mi problema que te dejes cegar por obtener más de lo que puedes soportar.

Da un bufido satírico, rodando los ojos para luego acercarse, con esa decisión que me imposibilita actuar con rapidez.

—Lo único que no tengo... —repone; miro hacia atrás intentando no tropezar con la silla que obstaculiza mi huida, pero me toma de la cintura, pegándome a él de modo tal que me obliga a arquear el cuerpo hacia atrás. Me sonrojo en menos de un segundo al sentir su erección tallar contra mi vientre.

Su mirada vuelve a ser la misma, cargada de imposición, de oscuridad, una que temo indagar.

—Es a ti.

•••

Interesante esta perspectiva...

¡Volví Tormentas!

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¡Volví Tormentas!

De nuevo les doy la bienvenida, espero la pasen bien, que disfruten la lectura como siempre. Como anuncié al final de Cuestión de Orgullo, abarcaré cuatro perspectivas: Ethan, Torr, Víctor y Francesca Carmin. La trama será un poco más seria, entre lo juvenil y el romance maduro y eso sí, con su picante...

En fin, gracias por leer como siempre, compartan la historia. Les estaré esperando en el grupo para dialogar sobre la historia si quieren y compartir con uds. (pueden encontrar los enlaces directos en la descripción de mi perfil).

¡Saludos y gracias por leer!

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Cuestión de Tiempo [Cuestiones II] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora