46. Mentira insostenible

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Víctor

Esperé un tiempo, hice el amago de perdurar mi estadía tanto en la constructora como en la firma, buscando un motivo para sostener esta especie de mentira. Creí que las cosas cambiarían para bien, como un ciego que tiene la fe de volver a ver cuando los diagnósticos dicen lo contrario y así fue, solo que muy diferente a mis expectativas. Siempre pasa que cuando en mis labores todo marcha bien, superando los obstáculos, mi vida va cuesta abajo.

Creí, en serio, quería convencerme que había logrado algo con Francesca, mostrarle de manera sutil mis sentimientos que fueron creciendo con el pasar del tiempo y con cada encuentro, pero solo bastó con ver su contrariedad ante mis palabras, intimidación por cada intento de atención, ante el cambio que adopté para ella. Esperaba que se diera cuenta que mis intenciones no iban solo de sexo, que estaba empezando a quererla, pero como siempre me equivoqué, como siempre siendo un imbécil al fijarme en una mujer que igual que las demás me ve como el hombre que jamás frecuentarían, que solo tratan por cuestiones de trabajo o porque les brinda una buena sesión de sexo sin compromiso.

Así que no di más vueltas al asunto; luego de que sin pensarlo le dije que la quiero, me alejé lo más posible, procurando en no tener que ir a la constructora. Traté de buscarla en otra, saciar con otro cuerpo la falta que me hace, pero fue imposible porque ninguna se le compara; cada mujer que miraba, cada dama que me atrevía a invitar a salir no tenían punto de comparación. Francesca es perfecta por donde busque, irreemplazable, no solo por sus labios carnosos, su piel morena, sus piernas de infierno, curvas tentadoras o su cabello de seda, sino porque su compañía lo era todo para olvidarme de mi realidad, esa donde ella me trata como una persona y no como su jefe.

Por eso, desde ese mismo día puse todo en marcha, tomándome un largo mes para dejar todo en regla. Medité si era lo correcto, si me arrepentiría a futuro por lo que estaba por hacer, pero al poner las cartas sobre la mesa solo una idea se me pasó por la cabeza; alejarme de esta vida.

Contraté otra nueva asistente; luego de mi rompimiento con Nadia ella dejó su cargo así que me vi en la obligación de solicitar a una pasante ya que son las más atentas al acatar órdenes, solo que con esta chica tengo que armarme de paciencia pues es demasiado servicial. Es hermosa; siempre suelo pedir a alguien así como un modo de distraerme, tal como hice con Nadia, pero esta ocasión lo único que está mujer despertaba en mí eran las ganas de salir de mi oficina directo a la constructora para buscar a Francesca. Es alta, delgada, de curvas precisas, busto abundante y cabello rubio, por donde pasa acapara miradas. Más de una vez se me insinuó, sentándose en mi escritorio, contoneando las caderas, lanzando halagos atrevidos y hasta llevando vestimentas que mostraban más de lo debido, pero lo único que recibía de mi parte era rechazo.

A veces me burlaba, ahogando en alcohol esta nueva faceta donde solo la bebida me acompaña, siendo lo único que me hace olvidar de mis sentimientos, esos que cada noche me quitan horas de sueño, marcando de a pocos los recuerdos de esa mujer que impregnó su perfume en mis sabanas y su sonrisa en mis memorias. Pensaba que con beber hasta perder la conciencia lograría borrarla pero consigo todo lo contrario. Ya no hay nada, solo un hueco en mi pecho, ya el sexo es algo inexistente queriendo solo hacerle el amor a una mujer, esa que volveré a ver luego de tanto. Dos copas de whisky bastaron para armarme de coraje para ir a la constructora, es tiempo de enfrentarla para dar mi decisión, ya es tiempo de acabar cualquier cosa que me ligue al apellido que siempre aborrecí, ya es momento de acabar con esta mentira insostenible.

•••

Francesca

No supe cómo sentirme la mañana después de esa extraña y última noche que pasé con Víctor. Al despertar y arreglarme para marcharme de su apartamento, no lo vi por ninguna parte, encontrando en su lugar a Pancer, su chofer, quien muy encarecido se ofreció a llevarme a casa; desde entonces no volví a saber de Víctor.

Cuestión de Tiempo [Cuestiones II] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora