40. Nosotros

3.1K 353 62
                                    

Francesca

El día de la audiencia llegó, hubo bastante movimiento y preocupación en la constructora, más que nada porque en las últimas semanas los empleados estaban al pendiente del futuro de la empresa, temiendo que fueran a ser despedidos. Se corrió el rumor de la intervención de Víctor aquel día en mi oficina, donde puso todo patas arriba, sumándole el que el ahora dueño, de ese arrebato, pensaba en despedir a los empleados que estuvieran relacionados con el proyecto Casias, pero era solo eso, un chisme que me tocó pronto solucionar en una junta, diciendo lo que Víctor me aseguró; que solo tuvo un mal día por una noticia que recibió.

Desde aquel encuentro no volvimos a frecuentarnos mucho, si acaso ha venido para seguir al tanto sobre la información que podía brindarle acerca del proyecto, pero nada más, siempre manteniendo distancia pues muchas de esas ocasiones me encontraba ocupada o acompañada. He querido estar a solas con él para preguntarle cómo está, saber un poco más de por qué irrumpió así en las instalaciones el otro día pues no me quiso decir, por mucho que le indiqué que confiara en mí. Lo noto abatido, más estresado que antes aunque lo disimula. No debería preocuparme ya que nuestros límites serían los de dos personas que comparten un rato y nada más. Solo que me nace ayudarle, tal vez porque he notado que conmigo se muestra más dócil que antes; mientras que con unos es cortante, dando órdenes precisas e incuestionables, a mí me preguntaba, tomando a consideración mi palabra. No lo quiero tomar como algo personal, pero quisiera que así mismo como me brinda la posibilidad de opinar en cosas laborales, pueda darle un consejo para que deje de sentirse agobiado por tantos problemas que estoy segura, le aquejan.

Llega la tarde, preguntándome entre tanto tramite por ejecutar, cómo le habrá ido, a veces me tienta el llamarlo pero no quiero parecer desesperada. A veces me pica el ansia de hacerlo, pero me detengo cuando recuerdo los términos que entablamos en esta especie de relación; no inmiscuirnos en la vida del otro. Así que mejor resuelvo en concentrarme en mi trabajo. Lo bueno es que de estar tan enfrascada en lo que hago, termino a tiempo para llegar temprano a casa, relajarme un poco de tanto ajetreo en la oficina. Mientras acabo de analizar los costes de una obra que está por concluirse, el teléfono sobre el escritorio suena, así que resuelvo contestar.

—Diga —hablo, mientras anoto algo en mi agenda para no olvidar.

—Señora Carmin, el señor Bathory ha venido, quiere hablar con usted. —Toda acción en mi cuerpo se detiene, siendo repentino el nerviosismo que me invade cuando un escalofrío se dispara desde mi pecho hasta todo mi cuerpo. Tardo varios segundos en reaccionar, sacudiendo la cabeza para despejar las sensaciones tontas para contestarle a Isabela.

—Dile que pase —comunico. Cuelgo la llamada, siendo automático el que revise si estoy presentable.

A veces suelo jugar tanto con mi cabello cuando trabajo, pasándome la mano repetidas veces por él que termino despeinada, cosa que pasa justo ahora. Es una manía que he acogido más desde que me delegaron el cargo de Johanna y ya que casi nadie viene a mi oficina a visitarme no me importa desarreglarme un poco, a veces hasta me quito los zapatos para relajar mis pies. En el afán de la inesperada visita, rebusco en mi bolso un moño para recogerme el cabello en una alta coleta, peinándome con mis manos. Tanteo con mis pies los zapatos para ponérmelos, justo a tiempo en que tocan a la puerta. A este punto los nervios se han disipado, aun así estoy inquieta por volverlo a ver. Me pongo de pie, anunciando un «pase» que es atendido enseguida cuando abren; del otro lado se asoma un hombre en traje ejecutivo, cuya camisa tiene desabotonada del cuello, sin corbata. Su barba es estilizada, el cabello lo tiene algo desordenado luciendo incitante, pero eso no es lo que me deja atónita. Luego de cerrar la puerta con seguro, se acerca dando zancadas; está muy molesto, su mirada es penetrante, tanto que me deja paralizada. No entiendo qué pasó, aclaramos muchas cosas entre los dos, pero ese enfado que emana me preocupa porque la verdad no sé cómo lidiar con eso; me aventuro entonces a indagar lo que le sucede.

Cuestión de Tiempo [Cuestiones II] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora