Cuestión de Tiempo [Cuestiones II] ©

42. En sus manos

Ethan

Todos llegan a una etapa en la vida donde parece que las cosas van cuesta abajo. Cuando más quiero formalizar mi vida parece que tendré que posponerlo hasta que todo se solucione. En el trabajo ya no hallo paz, mi tiempo se limita a revisar hoja tras hoja de documentos que se me hacen interminables de leer, el estrés acumulado me ha relegado a buscar paz en una sola persona.

Después de lo que pasó nuestro lazo se ha vuelto más sólido, o eso quiero creer, pues compartimos más tiempo juntos, aparte de que las conversaciones sobre nuestro diario vivir van más allá de cosas de mi trabajo o de su estudio. Lo que me gusta más de todo esto es despertar en las mañanas, encontrar el lado derecho de mi cama ocupado por esta mujer que irrumpió en mi vida tan abrupto que ya es difícil sacármela de la cabeza. Ver sus piernas enredadas en mis sabanas, inhalar su fragancia impregnada en mi cama, hasta sonrío cuando encuentro su ropa tirada en el suelo del baño mientras aprecio su silueta a través de la puerta corrediza de la regadera, tomándose una ducha sin mí. Es un privilegio solo mirarla moverse por cada espacio de mi apartamento, desordenándolo por donde pasa y no me importa, pues es grato compartir este lugar que antes se me hacía inmenso a pesar de que lo ocupaba con alguien más.

La he notado diferente en estas últimas semanas, creo saber la razón y no me atrevo a preguntarle para que no esté mal. Intento a mi modo saber cómo se siente, si quiere decirme algo o le cuestiono sobre cómo marchan las cosas en la universidad, pero solo responde con un bien, siendo su sola expresión la que me indica que no quiere hablar del tema. A parte, ese ánimo que la caracteriza se ha opacado, cosa que no me gusta porque es como si perdiera su brillo, donde todo el tiempo sonríe, me atrapa con su encanto, con sus monerías, esa luz que ya no está y que trato en lo posible sacarle. La invito a cenar, a distraerse de sus labores, y en parte logro que se olvide de eso que le aflige, sin embargo parece no ser suficiente.

Pero eso no es lo que me preocupa en ese cambio, sino lo que me enteré tiempo después, cuando decidí saber personalmente cómo iba en el estudio. Excusas me daba cada que le sugería ir a recogerla en la universidad, diciéndome que estaba fuera en una práctica de grupo, que no había podido ir porque se sentía indispuesta. Al principio intenté comprenderla, darle su espacio, pero cada vez los pretextos se hicieron constantes, y aunque le preguntara si sucedía algo que la perturbase con lo que al estudio respecta, me respondía que todo marchaba bien, eso sí, con muchas evasivas. La dejé ser pero la duda persistía, así que fui por averiguar por mi cuenta lo que pasaba.

—Ella se va y vuelve a la noche, como siempre, señor Zoellick, aunque a veces se queda en casa, indispuesta en ir a estudiar. —Fue lo que me respondió Hope cuando le pregunté sobre Torrance.

Aunque no me competía, estuve en su universidad, enterándome de que volvió a ese punto donde nada le importa, donde se pierde en ideas erróneas de que lo mejor es dejar de luchar por sus sueños, creyendo que así va a lograr que el mundo comprenda su dolor.

Faltó varias veces a clase, días en los cuales me decía que supuestamente recibía clases. Me preguntaba qué se la pasaba haciendo, por qué se ausentaba sí pareciera tenía un motivo por lo menos para hacer lo que quería.

No saco conjeturas apresuradas, quiero confiar en ella, pensar que es solo una etapa donde cree que si sigue estudiando leyes es por mandato de su padre y no por ella, por lo que en esta tarde de jueves la invité a salir, eso sí, recogiéndola en la universidad a lo cual no me dio excusa aunque me desilusionó saber que no se presentó a estudiar.

Cuando la vi caminando entusiasta hacia mi coche aparcado frente a la entrada principal del establecimiento estudiantil, gracias a la energía que irradia pude mostrarle una sonrisa, aunque por dentro me embargaba la desilusión de que me mienta.