27. Por amor a mí

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Víctor

He sido meticuloso cuando de mi trabajo y de mi vida se trata, no me gusta que se inmiscuyan en mis asuntos, que alguien se atreva a dar opinión de mis acciones. Sí, recibo consejo, pero cuando tomo una decisión es determinante, la última, no hay vuelta atrás. Es por eso que cuando Francesca dejó en claro su punto aquella noche en ese club, decidí que solo sería una empleada más. No obstante, mi cabeza no puede asimilarlo.

He sido orgulloso, cuando una mujer me rechaza me alejo lo más posible, pocas veces me ha sucedido, pero cuando pasa su palabra es incuestionable porque no soporto el rechazo, he vivido de él toda la vida y tenerlo de vuelta es algo en lo que no pienso invertir mi tiempo.

Cuando volví a la constructora mi trato con ella fue distante, no había charlas amenas de por medio, ni siquiera saludos de buenos días ni de despedida, solo llegaba, pedía reportes de lo que le solicitaba el día anterior y ya, de vez en cuando pedía explicaciones y me las daba, igual que yo, yendo al punto sin diatribas. Solo que, aunque me engañe que no me atrae, es más fuerte el deseo de por lo menos tenerla cerca.

Me pierdo en su lienzo, en su piel trigueña que apenas si se maquilla; es de belleza natural, como me gusta. Sus labios carnosos recuerdan ese beso que le di, donde por poco doy cabida a mi deseo, son una tentación cuando articula palabra, a veces desatando esa irritación de querer tenerlos atrapados en mi boca. Pero lo que me deja al vilo es ese cuerpo de curvas precisas que no deja nada a mi imaginación, teniendo fantasías donde paso mis manos por cada contorno, por su cadera, apretándola despacio contra mí, donde mi boca se deleita con su largo cuello, queriendo memorizar su perfume natural.

Es una tarea ardua, a veces salgo de su despacho enojado, no con ella sino conmigo porque no la puedo tener. Otras veces me desquito, cuestionando su proceder, solo para contemplar esa mirada austera que siempre me dedica, teniendo unas irrefrenables ganas de quitársela a punta de besos, callar su alegato provocándole placer que estoy más que seguro que recibirá con gusto, pero que con ese jodido anillo de compromiso que luego de nuestra dispuesta ahora porta con orgullo, se niega a aceptar.

Así que la dejo pasar a mi modo, como siempre hago cuando no puedo obtener lo que quiero; con bebida. El alcohol se ha vuelto mi desayuno, el sexo con Nadia es nulo a este punto, no quiero verla ni hablarle, más aún cuando estamos a meses de concretar esa fecha especial donde pedí su mano. No tengo cabeza para decirle que nuestro compromiso ha terminado, de mi parte.

Además, el tomar también me sirve no sólo para olvidar a esa jodida mujer que me ha regresado a donde estaba, siendo un tipo enojado, metódico y ajeno al mundo, sino también para despejar la mente con los problemas más allá del trabajo que se presentan.

Torrance llamándome un día de tantos, diciendo que necesitaba hablar con urgencia sobre el vídeo que dejó Johanna. Estuve más que iracundo por una larga semana, pagando un investigador para saber quién se atrevió a tomar ese vídeo de mi poder. Pregunté a Tadeus si se lo pasó a alguien más o si había copias, pero aseguró que no, hasta cooperó para que investigara sobre él si se lo entregó a un tercero. Hasta la fecha no he sabido quién fue el infeliz que hizo eso. Se lo iba a decir cuando fuese debido, cuando Meredic me aceptase como padre.

El asunto me tuvo más que liado. De nuevo Johanna haciendo estragos en mi vida, primero con la mujer que dejé embarazada de Dominic, quien desapareció luego de dejarlo a mi cuidado, enterándome tiempo después que le pagó para que se fuera para siempre con mi hijo, ahora esto. Me enojé demasiado con ella aunque no quería ya que hice una promesa luego de ver el vídeo, de que por dejar descansar su memoria no la odiaría más.

Ella siempre fue así conmigo, no lo comprendía, intenté de mil modos ganármela aunque sabía que no se podía y cuando lo conseguía me alejaba, engañándome, torturándome cuando estaba con otro hombre. Intentaba rehacer mi vida y de nuevo aparecía, haciéndome promesas de que las cosas entre los dos serían mejor, a escondidas, hasta que de nuevo me daba de golpe con la realidad cuando la veía con otro y otro, siempre dándome la excusa de que debía aparentar ante los demás para que no sospecharan de nuestro ínfimo lazo.

Cuestión de Tiempo [Cuestiones II] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora