Torrance
Del tercer instituto que me cambiaron duré tres meses, traté de adaptarme a mi modo, sin congeniar con nadie, marcando mi territorio para evitar que me tomaran el pelo o idiotas como Maxwell Teng fueran a sobrepasarse; en ese entonces aún era virgen. Muchos chicos por mi actitud me frecuentaban, es como si ser hecho mierda fuera un imán para esos que creen que eres de esas que solo les ofrecen una cosa; sexo. Maxwell era de esos tipos, o no sé si lo siga siendo, acosaba mucho, no al punto de obligarme pero si donde estuviera tenía que ocupar el mismo espacio, insistiendo en hablar conmigo hasta que un día me trató de la forma más dulce, siendo directo en decir que solo quería una cosa de mí, así que, para aclararle con quien se metía, lo cité en el gimnasio, lo lleve a un cuarto pequeño donde se almacenaban los implementos de deporte y le dije que se quitara todo, quedando en calzones. Fingí quitarme la ropa pero en un descuido, mientras esperaba sentado a sus anchas sobre unas colchonetas, tomé su ropa y salí corriendo como alma que lleva al diablo, siendo justo el momento en que el tropel de animadoras entró al gimnasio. Desde ese día no pude volver al instituto, no por el escarmiento que me diera él sino porque me expulsaron al día siguiente.
Y ahora estoy aquí, siendo la vida que me recuerda el jodido pasado que pretendo olvidar.
No soy de las que se siente cómoda sola, rodeada de gente desconocida y esto me pasa justo ahora cuando el tipo frente a mi está acompañado con un grupo que parece una banda de harlistas que están por tomar el lugar a punta de botellazos, batazos, armando un escándalo. La mayoría son chicos, vestidos bien sea con una chaqueta de jean o cuero. Hay dos chicas que visten casi, casi similar a ellos, con un aire roquero, una de ellas con un pantalón de cuero ajustado y una coleta alta, la otra con el cabello enmarañado cuyo fleco casi le cubre los ojos, de mallas con una falda a cuadros estilo escolar. Se nota a leguas que son niñas que apenas están en preparatoria, ¿cómo le hicieron para entrar?
Maxwell termina de barrerme con la mirada; está cruzado de brazos, escrutándome con una ceja levantada. Se manda el labio inferior al interior de su boca para relamerlo. Me contengo un segundo de reír. Nunca me he acostumbrado a su vista rasgada, es asiático por lo que no sé si mira con sospecha o siempre es así su expresión.
—Pensé que eras de esos que les gusta estar en lugares más... finos —zanjo, subiendo un poco la voz, sin desprender la vista de él, imitando su postura.
—Y a ti que te gustan los lugares con menos categoría para mostrar en lo que eres buena al mover el culo, no más para dejársela parada a cualquiera.
Sus amigos emiten un «Uh», hasta un par de esos idiotas chocan los puños, un gesto infantil que me irrita sobremanera. ¡Que puto imbécil! Con eso sé que me guarda rencor después de todo, pero si cree que me voy a mostrarme ofendida está pero a tres metros bajo el infierno para conseguirlo.
Me rio sarcástica, hasta exagero un poco.
—Sí, así como te dejé a ti esa vez, ¿recuerdas? Donde fuiste mi perro faldero rogando porque te lo diera.
Silencio absoluto y yo me río entre dientes cuando uno de los amigos de Maxwell suelta una carcajada, ganándose la mirada asesina del aludido, acallándolo enseguida.
El pelinegro cuyos cabellos tiene parados con gel, se para frente a mí, afianzando el cruce de sus brazos sobre su pecho, mirándome directo a los ojos, cual puñales queriendo atravesarme la cabeza.
—No me voy a andar con rodeos, Torr —endosa, siendo arrogante—. Quiero que pagues por lo que hiciste.
Ante ello ruedo los ojos y rio por tal imposición. Primero se gana una patada en las pelotas antes de que pretenda que me va a obligar a hacer algo.
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Cuestión de Tiempo [Cuestiones II] ©
RomanceCOMPLETA | CONTENIDO +18 | 2ª parte de la trilogía "Cuestiones" | Varias vidas ligadas por un mismo apellido donde descubrirán más de una verdad Una relación a prueba que hará a dos familias colisionar Un conflicto que unirá a dos individuos que no...