35. ¿Qué haces aquí?

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Francesca

Cuando me llamó mi secretaria que seguía en turno por los deberes pendientes que decidió adelantar para el siguiente día no me lo creo, pensé que estaba tomándome del pelo, pero la preocupación en su voz me hizo temer por lo peor. No me dio tiempo de aparcar mi auto frente a la casa para tener que ir de vuelta a las oficinas de la constructora, fui a velocidad moderada pero las insistentes llamadas de Isabela me pusieron de los nervios, mirar los minutos que pasaban el tener que retornar de nuevo a mi lugar de trabajo.

Estando frente al edificio, en las entradas pesadas de vidrio que dan la bienvenida a la constructora está Nigel, uno de los vigilantes, hablando con otro que recién conozco pues fue asignado recientemente; mi secretaria se encuentra con ellos. No me doy el tiempo ni de ir al parqueadero con el que cuenta la edificación, enseguida parqueo y me bajo.

Ante mi presencia los tres me miran expectantes. Al ascender por las escaleras me percato que hay más gente aún, pero están hablando entre sí, al parecer la situación parece salida de control.

—¿Qué pasó? ¿Por qué no han llamado a la policía? —cuestiono, dando un vistazo general a los tres, sin detenerme para entrar a la edificación que me recibe de puertas abiertas a esta hora de la noche.

—Señora Carmin, es que no me dejó explicarle por teléfono —se apresuró a decir Isabela quien me sigue el paso, la miro de reojo para luego reparar en varias personas que curiosas ven en mi dirección lo cual me deja más que confundida—, se trata del señor Bathory.

Justo cuando llego ante el ascensor y presiono el botón abro los ojos en amplitud, formando una O con mi boca, incrédula por lo que acaba de decir. Me repongo al segundo, cerrando los ojos, sacudiendo la cabeza.

—¿Qué pasó acaso?

Reviso el letrero analógico que marca el número de piso, impaciente porque baje rápido y me lleve a mi oficina.

—La verdad no sé, llegó furioso, empezó a destruir su oficina.

El ascensor no demora en abrir sus puertas, doy un paso al interior. Pronto, me vuelvo para reparar en la morena que no sabe si entrar conmigo o no.

—Intentaré calmarlo, si algo llega a suceder te llamaré y sube con Nigel y Tomas...

—Tobias —me corrige.

—Lo siento. —Le sonrío para disculparme por mi torpeza.

Las puertas se cierran ante mí, devolviéndome mi reflejo en la brillante superficie metálica.

Confinada en ese reducido espacio me muerdo los labios, preguntándome que habrá pasado. Según tengo entendido el caso del fraude está a pocos días de concretarse su primera audiencia. Me advirtieron de Víctor no admitía derrotas, y con esto que sufre la constructora no dudo que quiera desquitarse con cualquiera si es que llegase a perder el caso.

Me pregunto cuál es el motivo para que irrumpiera así, temiendo por qué hubiese pasado si aún estuviera en la oficina, enfrentando su furia desmedida, hasta temo en imaginar los posibles escenarios.

El ascensor se detiene, las puertas se abren. Doy un hondo respiro por la boca, colocando mi máscara para las imposiciones que me esperan de parte de ese hombre.

Como es de esperarse el último piso está a solas como ordené, para evitar que la integridad de los empleados que seguían laborando no se viera afectada, camino por los pasillos escasamente iluminados por algunas luces que se dejan encendidas. Reviso los alrededores, el silencio me ensordece, dejando que la intranquilidad me cobije.

Cruzando los pasillos, pronto me encuentro en la última oficina, la que me fue asignada este año, las puertas están entre abiertas, la luz del interior ilumina tenue el pasillo que se sume en la oscuridad. No vacilo en dirigirme allá; estoy cansada, quiero ir a casa, así que entre más rápido solucione este alboroto podré irme.

Cuestión de Tiempo [Cuestiones II] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora