33. Asumiré el riesgo

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Ethan

Creí que si hacía las cosas de la manera correcta, podría encontrar felicidad; alcanzar metas, satisfacer a mi padre, enorgullecer a mi madre, ser un ejemplo para mis hermanos, tener una esposa e hijos, solo que no pensé que me estaba dejando manipular. Es irónico ahora que lo considero, ya que siempre quise ser escritor, realizar mis propias historias, manejando la vida de los personajes conforme se me ocurre; ahora veo que yo soy el personaje en la historia de mi vida, escrita por todas las personas a mi alrededor menos por mí.

La tarde se va de Trenton dando paso a la noche, me encuentro solo en la oficina que espero dentro de poco, deje de serlo. Sentado en la silla giratoria, con un vaso de licor en la mano, ahogo en esta bebida la amargura de saber de que a pesar de ser honesto con las personas, vivo entre falsedades.

Lo extraño de todo es que ya no siento ni rabia, tristeza o dolor, solo vacío, como si me hubiesen arrancado las ganas de seguir. Creo que es porque me acostumbré a tantos desplantes o porque, tal vez, nunca me sentí conforme con lo que tenía, y sabiendo que no me llenaba del todo, simplemente lo dejé ir. Lo que no entiendo es por qué el saber que mi madre en realidad nunca me quiso como tal, no me afecta, puede que sea porque no viví junto a ella, aparte de que siempre me guio por el camino que creyó, era el correcto, pero para ella.

Así fue con todo; en la universidad estudiaba por cumplir, no porque me apasionara, en el trabajo igual, no me importa incluso que otro se lleve los créditos de mi esfuerzo. Cuando tuve parejas me dejaban por no ser lo suficientemente afectuoso y era porque las tenía cuando me confesaban que les gustaba, pero yo en realidad no sentía más que atracción por ellas. Ahora está esto que siento, que más que desgracia, es un modo de liberarme de esta sensación de vacío.

Llaman a la puerta, sin necesidad de moverme le digo a quien esté del otro lado que pase; sospecho que se trata de Torrance, la única persona que quiero conmigo, pero el escuchar el toque de unos tacones contra el suelo de cerámica me extraña, así que giro en el asiento para saber de quién se trata. El malestar enseguida me llega a la boca del estómago, preguntándome ahora qué es lo que ella quiere.

—¿Qué haces aquí? —le cuestiono a la mujer en traje rosa pálido, cuyo cabello anaranjado lo despeja de su rostro con un alto bollo. Alza la barbilla un poco, en un gesto arrogante que no me molesta o intimida; me da tan igual que se comporte así, a pesar de que la sigo viendo como mi madre.

—Quiero hablar contigo —comenta mientras camina hacia el escritorio. Estando cerca rodea uno de los asientos para las visitas y se acomoda, manteniendo la postura recta.

—Creo que ya hablamos lo suficiente en la sala de juntas, ya deje en claro lo que quiero —le recuerdo, manteniendo la firmeza en mis palabras.

Mi madre mira alrededor de la oficina, detallando el lugar, luego repara en mí, manteniendo ese gesto imperturbable.

—No quiero que por un capricho eches todo a perder, Ethan. Nunca antes eras así, y no temo en afirmar que es por esa niña.

Aprieto la botella que apoyo en mi pierna, fastidiado porque siempre crean que las decisiones que tomo son por influencia de otros. Erin ha sido así desde que tengo memoria, diciendo que me porte bien, que no sea como los demás ni siga consejo de otros porque lo considera a mal, como si yo no tuviese la capacidad de considerar mis acciones.

—Eso no tiene nada que ver con Torr, esto lo he venido pensando desde siempre y el que decida con quién estar o qué hacer con mi vida es solo asunto mío —recalco, intentando mantener a raya el no parecer arrebatado pues no quiero entrar en discusiones.

—Te pondré las cosas claras, Ethan —habla, con tal frialdad que ahora si me irrita. Me quedo a la espera de su intervención; luego de unos segundos continua—: quiero que sigas tu compromiso con Rachel, que sigas ejerciendo tu trabajo aquí en la firma...

Cuestión de Tiempo [Cuestiones II] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora