14. Complementarnos

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Francesca

Han pasado dos semanas luego del incidente donde Víctor Bathory me acusó injustamente sobre el fraude del proyecto, no temí por una represalia de su parte ni por sus amenazas sin fundamentos, me mantuve a la expectativa de recibir esa carta que anunciara mi despido, una que nunca llegó, confirmando que después de todo no es tan intimidante como parece. Lo que si me tuvo ocupada fue averiguar el asunto del fraude; el caso seguía estancado por donde sabía. Tadeus Smith, abogado de la difunta Johanna Bathory, me contactaba para preguntar detalles sobre el proyecto, venía a la constructora pidiendo documentos, los revisaba, solicitaba originales y copia para después irse, haciéndome poco participe de ello y lo prefería así. Mi deber era solo regular los costes más en lo legal es otra área en la que no me desenvolvía pues confiaba, así como la señora Bathory, en las personas que ella dejó a cargo.

Por todo lo demás, los proyectos que se llevaban en ejecución y en aprobación, me mantenían relegada a mi oficina, siendo el medio día el único espacio del día para poder descansar.

Miro el reloj de la laptop, aún queda una hora para poder despejarme un poco de este ambiente pesado. El teléfono suena, deseando por lo más sagrado no sean más capachos de costes por revisar. Tomo el auricular y contesto.

—Dime, Isabela. —Retengo el teléfono entre mi oído y hombro mientras respondo un correo electrónico que me acaba de llegar.

—Señora Carmin, el señor Víctor Bathory está aquí, quiere hablar con usted —comenta con cautela mientras, contrariada, frunzo el ceño en demasía.

¿Ahora qué quiere ese hombre? No tiene nada que hablar conmigo pues el abogado Smith es quien le comunica a él todo lo que se lleva a cabo en el proyecto. Espero no sea uno de sus arrebatos por querer hacer cumplir su amenaza del otro día.

—Okay, dile que pase —aviso y con ello cuelgo.

La irritación se instala en mi sistema; de solo recordar su trato no sé por qué siento que voy a reñir fácil con él, poder que no le voy a dar. He tratado con tipos así, que creen que con dinero pueden menospreciar a cualquiera. Sacudo la cabeza despejando mis pensamientos, entre más le preste atención, más me va a alterar y es lo que menos quiero.

No pasa más de un minuto cuando la puerta de mi oficina se abre; el hombre del otro lado ingresa sin anunciarse, obligándome a mantener la mirada sobre él. Su andar es decidido, su pose imponente, siendo su altura y contextura complementos para hacer que el aire que trasmite al pasar sea cargado de prepotencia y también intimidación. No me extraña que por donde pase su presencia sea notoria, sobre todo cuando irradia no sólo braveza sino también seguridad de sí mismo.

Por mi parte me mantengo firme, imperturbable, posando mi máscara ante esta situación que espero sobrellevar como acostumbro. Me levanto de mi asiento; apenas está ante mí, sus ojos mieles algo ensombrecidos no se separan de los míos; le sostengo la mirada así me resulte penetrante.

—Buenos días, señor Bathory —saludo, inexpresiva, sin alterar ni mi postura ni mis facciones.

—Buenos días, Francesca Carmin —alude, igual de severo, imperturbable.

Cuando llega ante el escritorio, me escruta un par de segundos, estando a nada de apartar el rostro pues su mirada es tan pesada que me hace sentir inquieta, queriendo que deje de verme así.

—¿A qué debo su visita? —cuestiono mientras retomo mi asiento, procurando que mi vestido no se suba más de lo debido ya que es entallado, se pega a mi cuerpo y llega hasta las rodillas. Víctor ya se ha acomodado en su lugar con propiedad.

—Vengo solo para informar que tomaré lugar del Proyecto Casias que mi hermana regulaba.

La noticia no me sorprende, era cuestión de tiempo el que quisiera tomar partida, más que nada para estar al tanto por el problema que se presta y él, siendo abogado, le quedará más fácil empaparse del conflicto para darle pronta solución.

Cuestión de Tiempo [Cuestiones II] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora