4. El hombre de los mil compromisos

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Víctor

Después de enterarme del fraude, no he descansado para averiguar quién es el canalla que ha destruido lo que con tanto esfuerzo Johanna pretendía conseguir con ese proyecto por el que sé, ha trabajado casi toda la vida. No me importa sacar conjeturas apresuradas, no temo en apuntar con el dedo a posibles culpables y el que acusara a esa mujer de verse implicada en esa situación es algo irrelevante, así no tenga sospechas claras.

Tadeus me disuadió de no demandarla o siquiera despedirla pues según él su trabajo es incuestionable, pero ¿quién me lo asegura? Apenas si la conozco. Había oído hablar de ella en ocasiones por parte de Johanna pero nada más, no tenía idea de lo severa... y hermosa que es.

Eso fue lo que me descolocó, una mujer así no pasa por alto ante mis ojos, por el nombre creí que era de más edad, pero los prejuicios traicionan. Desde que entró a la sala de juntas con ese aire imponente, no pasó desapercibido que más de uno le rendía cierto respeto, e interés de parte de algunos hombres y no es para más si se presenta con una falda entallada que contorneaba bien sus anchas caderas, realzando ese trasero que admito, me calentó de solo apreciarlo. Sus generosos senos a pesar de la blusa recatada que llevaba puesta causaron estragos, imaginando como se amoldarían a mis manos, ni que decir de esa boca de carnosos labios que, cuando habló... de no ser por el asunto serio que implicaba esa reunión, me hubiera perdido en ellos pues eran un poema.

Fue difícil lidiar excitación creciente, lo oportuno fue que por el asunto por el que estaba allí y la intervención de esa mujer que me resultó inconsistente y escueta, hizo que todo ese deseo que le rendí se aplacara al instante. Fijarme en alguien que en sus narices tuvo los papeles del fraude me enervó, más fue la furia cuando ella me respondió como lo hizo. Nunca nadie me había dirigido la palabra de ese modo, mucho menos delante de varias personas, por eso, en este momento, inquieto en el asiento trasero del auto, apaciguo la impotencia, sintiendo la sangre hirviendo, repitiéndose en mi cabeza sus palabras.

«Haga lo que quiera, señor Bathory»; esa frase es la que más hace eco. Ese haga lo que quiera invita a muchas cosas; a aborrecerla y hacerle la vida imposible, a intimidarla para ver cuánto tiempo mantiene esa frigidez, el poseerla para comprobar si es capaz de dejar que haga lo que quiera con ella.

Mirando hacia la ventanilla la ciudad que a esta hora del día tiene bastante movimiento, trato de despejar esa sensación de frustración por el desafío que me impuso esa mujer. Ganas no me faltan de acatar mi palabra con tal de hacerle ver que soy de armas tomar, pero por otro lado me intriga, medirla, probarla hasta saber a qué punto llega su voluntad, si sólo mantiene esa severidad ante los negocios o siempre es así. Es una tentación, un deseo reprimido; todas las mujeres con las que he estado no dudan en darme lo que quiero, sin cuestionar, luego de que entablamos un par de charlas donde les dejo claras mis intenciones. Se doblegan, les ordeno qué hacer, cómo tratarme, que satisfagan mis deseos. Les prometo cosas vanas como ropa, joyas, algo que no me pesa darles para dejarlas contentas, hasta les propongo matrimonio con tal de disfrutar de ellas otro rato más y luego las dejo cuando me aburren. Siempre es el mismo proceso, por eso me llaman entre las mujeres que trabajan para y cerca de mí en la firma como el hombre de los mil compromisos, pues siempre doy un anillo que nunca ve un altar.

Pero en todo lo que respecta a mujeres, solo una me puso en contrariedad y era alguien prohibida, alguien que aunque lo deseara no debía poseer. Sin embargo, ella fue mía. Sólo que llegó esta mujer despertando en mi un deseo diferente, uno que no he experimentado con otra. Ha habido reto de algunas, pero no pasa más allá del primer encuentro, se dejan manipular a mi antojo y las dejo comiendo de la palma de mi mano, pidiendo por más. Pero con Francesca, no sé por qué presiento que el desafío será diferente.

Cuestión de Tiempo [Cuestiones II] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora