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Quedan cuarenta y cinco segundos en el reloj, la tensión a todo lo que da. Suena el pitido del árbitro, iniciando así, la cuenta regresiva de diez segundos para que salga la jugada. Ya es tercera y cinco, necesitamos un pase de cinco yardas para poder entrar a zona de gol, luego anotar y ganar por dos touchdowns contra los Fairfax.
—¡B-32! ¡B-32! — grita Garrett por sobre la música y los gritos de la gente que viene a apoyar a ambos equipos. —¡Hut! —.
Comienzo a correr en línea recta unas tres yardas y hago un corte hacia dentro; puedo llegar a la zona de anotación. Me desmarco y entro en la zona. Pido el balón y, por suerte Garrett me avista y lanza el pase antes de que un linero lo taclee. El balón vuela por los aires, el defensivo que me cubre comienza a hacer interferencia de pase, mientras que el balón viene un poco alto. Salto un poco para poder atrapar el balón y el defensivo me imita, está buscando interceptar.
«Bésame el trasero, inepto».
Estiro el brazo encima de él y logro tomar el balón con una mano, lo aseguro y busco poner ambos pies dentro de la zona para que pueda ser un touchdown. La punta de mis pies toca el piso y el defensivo me empuja con su peso fuera de la zona de anotación, pero es tarde, he anotado.
Suena el silbato del árbitro, anunciando el touchdown y le cargan el castigo de interferencia de pase al defensivo. La multitud enloquece en gritos y festejos, y mis compañeros de equipo vienen a festejar la anotación. Cómo me gusta el football, esa sensación de adrenalina que corre por todo tu cuerpo mientras corres para llegar al balón, no se compara con nada. Excepto...
—¡Benditas sean tus manos, cabrón! — exclama Garrett con una sonrisa de oreja a oreja mientras me palmea la espalda.
Beau me taclea levantándome en dirección a las gradas. Me uno a los gritos de victoria, pido que nos aclamen más y el público obedece. Todavía quedan unos segundos para poder patear el gol de campo y nuestro pateador anota. Los gritos aumentan aún más y los árbitros finalizan el último partido de pretemporada, dándonos la victoria en casa.
Nos estrechamos la mano con todos los jugadores y entrenadores del equipo contrario y regresamos a nuestras gradas. Las porristas comienzan a hacer su rutina, sólo una se sale del grupo y se lanza a mis brazos. Su olor cítrico me llega a las fosas nasales junto con su risa para darme un ligero calmante. Ebba. Se unió a las porristas hace poco diciendo que quería hacer ejercicio, sin embargo, sé que es para pasar más tiempo conmigo, y me gusta que lo haya hecho.
La estrujo contra mí tanto como mi equipo me lo permite y la levanto del suelo, no puedo evitar unirme a su risa.
—Excelente, Jake— murmura en mi oído con palpable alegría.
Me separo un poco y la dejo en el suelo; mis compañeros no tardan en llegar para empujarme lejos de ella y dejar que el público nos vitoree. Ebba vuelve a su lugar con las porristas cuando todos gritan una porra para nosotros.
El entrenador se nos une y, cuando termina la porra, nos lleva a los vestidores. Todos vamos riendo, gritando y dando palmadas o golpes amistosos al prójimo en el trayecto, jugamos increíble. Cuando llegamos, el entrenador nos pide calmarnos y cerrar la boca.
—Vaya anotación, hermano— comenta Paul con admiración una vez que se coloca a mi lado para escuchar al entrenador. —A una mano—.
Me da unas palmadas en la espalda con una mano, con la otra se soba parte del pecho, lo taclearon algo rudo en la última jugada. El pitido del silbato del entrenador suena con estruendo para que todos nos acerquemos al entrenador y por fin dejemos de hablar; los que todavía tenían sus cascos, se los quitan.
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Barely Human ✔️✔️ [COMPLETA]
Romance"-He matado personas, lastimado a inocentes-. -Es tarde, ya estoy enamorada de ti- susurra contra mis labios." ¿Y si al final de Drácula, él y Mina se hubieran quedado juntos? Si tan solo Drácula no hubiera muerto y si Mina lo hubiera dejado todo...