7 - Celos

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Me despierto antes que ella, son las siete y media, pensaba comenzar a entrenar a las ocho así que no hay mucho tiempo. Su pierna está sobre las mías, hago mi mejor esfuerzo por no mirar porque si no trae nada debajo de la camiseta hay cosas que no quiero ver sin su consentimiento.

Con mis ojos cerrados la cubro con las sábanas y quito su pierna de las mías suavemente. Mi erección matutina es más intensa que otros días, pero bueno es entendible. No todos los días uno despierta al lado de una chica hermosa a la que no le ha tocado un pelo.

Mejor me voy a dar un baño antes de que se despierte, aunque no creo que eso suceda pronto.

El baño se me hace un poco largo, y cuando regreso a despertarla ya son ocho menos cinco.

— Alegra, ya, levántate — sacudo suavemente su hombro y ella me aparta molesta.

Tal vez con más ternura...

Aparto el cabello de su rostro y le hago una caricia en la mejilla.

— Vamos, no seas perezosa... — sus ojos se abren apenas.

— Déjame un ratito más... — pide haciendo un puchero.

— Ya es tarde, vamos, te compraré un churro de camino.

Se sienta en la cama y me da una media sonrisa.

— Bueno, dame un minuto.

Le lleva unos diez minutos bañarse, sale de mi baño con su cabello mojado los shorts que traía ayer y una camiseta mía anudada a un lado dejándose su abdomen descubierto.

— Estoy cansada, no tengo ganas de nada — protesta volviendo a sentarse en mi cama.

Estoy comenzando a bajar mi guardia con ella, no estoy seguro de que sea buena idea porque lo que me dijo Ben aún no sale de mi mente, pero no lo puedo evitar. Después de todo este soy yo, no el frío y cobarde, a veces yo también extraño al viejo Lucas y de alguna forma ella logra que salga.

— Vamos, te llevaré hasta el auto — me volteo y me agacho para que se suba a mi espalda.

Ella toma al perrito del suelo y se sube de inmediato recostando su cabeza en mi hombro.

— ¿Eres de esos chicos a los que les encanta consentir a su chica? — no puedo verla pero juraría que tiene sus ojos cerrados.

— Tú no eres la chica de nadie, Alegra. Nunca lo has sido y nunca lo serás — suelta una pequeña risa.

— Touche — murmura.

— Sujeta bien al perrito — le pido antes de salir corriendo y ella apenas alcanza a sujetarse de mi cuello.

Su risa resuena por la casa mientras bajo las escaleras y me parece un sonido maravilloso.

Mi papá y Félix están en el comedor, así que voy hacia ellos a saludar. 

— Buenos días — no bajo a Alegra de mi espalda, es solo un saludo rápido antes de salir — Él es mi papá, ella es Alegra.

— ¿Es tú...? — lo interrumpo antes de que haga una pregunta incomoda.

— Es solo Alegra, papá.

— Oh, entiendo, sin preguntas, lo siento. ¿No se quedan a desayunar?

— Tenemos prisa, pero vendré a almorzar luego del entrenamiento.

Alegra protesta en mi espalda así que tomo un pastelito de la mesa y se lo doy, me gano un tierno beso en la mejilla por eso, Félix no parece contento y ya comienza a fastidiarme su actitud.

Aroma a felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora