12 - Tú eliges

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ALEGRA

Ya comimos el helado, pero no mi churro porque donde los venden estaba cerrado por ser domingo.

— No quiero llevarte a casa aún, ¿a dónde quieres ir? — me da mucha ternura su sinceridad.

Voy a responder pero su teléfono suena y el aprovecha que se detiene en un semáforo para mirarlo.

— Es mi papá, dice que si queremos ir a cenar.

— ¿Yo también?

Mira hacia adelante un poco avergonzado.
— Sí... tal vez le hablé un poco sobre ti.

Muero de ternura por eso.

¿Ternura? ¿Acaso habita dentro de mí un sentimiento similar? ¿Qué pasa conmigo?

— Vamos, me cae bien tu papá.

— Espera... — murmura deteniéndose a unas calles de la casa de su papá — Quiero que hablemos antes.

— ¿De qué? — mi corazón late a una velocidad impensada.

¿Por qué? Vaya uno a saber.

— Me gustas, pero de verdad me gustas, no es juego, no es similar a nada que haya experimentado antes.

No sé qué decir a eso, quiero ser sincera pero por algún motivo tengo mucho miedo.

— Tú también me gustas.

Él asiente y se toma un segundo para seguir hablando.
— No es eso lo que quiero saber, es que... ¿Estamos yendo en serio o estamos jugando?

Dios ¿Qué pasa conmigo? Me transpiran las manos, tengo ganas de hacer pipí y mi estómago parece que tiene halcones en lugar de mariposas.

De todas formas me muestro segura, eso me sale bien.
— Al parecer estábamos jugando y de pronto todo se volvió serio. Quiero confiar en ti, pero ¿cómo avanzar cuando tú no crees en el amor?

Se voltea a verme, sus ojos azules indagan en los míos buscando sinceridad y es lo único que encuentran.

— Si tú me aseguras que no estás jugando yo confiaré en ti, ¿tú crees en el amor?

— Sí.

— Pues enséñame a creer a mí también.

Quiero hacerlo, de verdad que sí, pero ¿por qué tengo tanto miedo?

No puedo decir nada, así que solo le doy un beso tierno que dice "lo intentaré".

— Solo dejémoslo fluir, sin presiones ¿Sí? — asiento brevemente rozando nuestras narices y sonriendo.

— No creas que porque estoy asumiendo que me traes tonta dejas de deberme un churro, aún me lo debes y lo reclamaré hasta que lo pagues.

Me acomodo en mi asiento y pone el auto en marcha otra vez.
— Lo sé, pesada.

— Sí, siempre dices que lo sabes pero nunca me lo compras... — él sonríe, y como efecto automático yo también lo hago.

Llegamos a su casa, mete el auto al garaje y eso solo significa que planea dormir aquí.

— Escucha, mi papá hará preguntas incómodas, no tienes que responder si no quieres...

Parece nervioso así que le doy un beso para que se tranquilice, o en realidad cualquier excusa es buena para besarlo.

— Estaré bien, mientras la comida no sea pescado, odio el pescado.

Él se ríe y se afloja moviendo sus hombros.
— Es vegetariano, aunque seguro pidió que hicieran carne para nosotros.

Aroma a felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora