22 - Adrenalina

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ALEGRA

Estoy muy nerviosa, estoy poniendo la red de mentiras que he construido frente a mi mamá en las manos de Lucas. No sé qué pasará si algo sale mal pero me aterra.

No parecías tan aterrada cuando te cogía en el armario con tu madre afuera.

Bueno, eso es diferente, las hormonas hicieron su trabajo, ahora me parece una locura. ¿Se imaginan que en lugar de dejar la ropa limpia sobre la cama se le ocurría guardarla en el armario? Eso hubiera sido vergonzoso, humillante y lo que le sigue.

Cállate, lo volverías a hacer sin dudarlo.

Obviamente sí, mejor me callo.

— ¿Listo? — pregunto y casi que siento mi corazón en mi garganta.

— Sí — sonríe y giro la manecilla de la puerta para por fin entrar en mi casa.

— Hola, pequeña — saluda mi mamá que ya está preparando la cena — Hola, Lucas. Pasa, ponte cómodo.

— Buenas noches señora — le da una sonrisa tan encantadora que casi que moja mis bragas —. Traje helado, del sabor favorito de mi pequeña.

Extiende la bolsa de la heladería hacia mi mamá que de inmediato se va a la cocina a ponerlo en el refrigerador, vaya uno a saber de qué sabor es el helado pero tendré que fingir que es mi favorito.

Solo espero que no sea menta granizada, porque entonces no podré fingir.

— ¿Necesita ayuda? — le pregunta siguiéndola a la cocina.

— ¿Sabes cocinar? — mi mamá luce gratamente sorprendida.

— Claro que sí, mi mamá siempre me ha dicho que debo ser un hombre independiente.

Eso no es cierto, su mamá es súper machista, si por ella fuera pondría a la pobre Valeria a servirlo todo el día. Su papá le dijo eso, él le enseñó a cocinar.

Me voy de la cocina y los dejo conversar porque bueno, mi mamá es mi mamá, sí puede notar cuando estoy nerviosa y la realidad es que lo estoy.

Me siento en el sofá y le envío algunos mensajes a Olivia para que me dé su apoyo emocional.

Se oyen risas desde la cocina, él lo hace muy bien, nunca he traído un chico a casa y por eso mi mamá está tan entusiasmada.

— Linda, ¿Puedes poner la mesa? — me pide unos minutos después desde la cocina.

— Claro, mami — me pongo de pie y tomo el valor para mentir descaradamente.

Intento hablar lo menos posible hasta que los tres estamos sentados en la mesa para por fin comer. Observo la carne al horno y mi estómago revuelto por los nervios igual la desea.

Hambre, algo que nunca me falta.

Pero el nudo en mi estómago se hace más grande cuando Lucas dice lo siguiente.

— Debo confesarle, Julia, que yo mismo le pedí a su hija que organizara esta cena para pedirle formalmente permiso para salir con ella.

Mi mamá le da una bonita sonrisa, y asiente suavemente.
— Necesitas su permiso, no el mío.

— Lo sé, ese ya lo tengo. Pero sé cuánto cuida a su hija, y quería asegurarle que yo también la cuidaré con mi vida.

— Me alegra oír eso... — los ojos de mi mamá se posan en mí y se echa a reír — Mira lo que le haces hacer al pobre chico, tiene que estar muy enamorado de ti porque mira que en pleno siglo veintiuno venir a pedirme tu mano...

Aroma a felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora