MAX
Es en los momentos clave de la vida cuando llegas a cuestionarte cómo mierda fue que llegaste hasta allí. Lo entiendes, sabes que estás jodido, y lo más peligroso de llegar a ese punto es que no tienes nada que perder.
Pero lo más difícil es descubrir en qué parte del camino fue que te jodiste tanto.
Tal vez a los cinco años, cuando mi hermano me cubría los ojos mientras nos escondíamos bajo la mesa para que no tuviera que ver cómo mi padre golpeaba a mi mamá hasta dejarla inconsciente. Pero la manito temblorosa de un niño de ocho años no ayudaba mucho, de todas formas lo podía escuchar, su llanto, el sonido de su puño golpeándole el rostro una y otra vez...
O tal vez fue a los doce años, cuando la policía entro en mi casa por la noche para un allanamiento nocturno y me sacaron en ropa interior a la calle en pleno invierno. Las piernas me temblaban, pero quería detenerlo porque tenía que ser un hombre, y los hombres no tienen miedo. Mi papá hacía tiempo se había ido, pero Nate estaba metido en cosas raras ya. Se lo llevaron a él y a mi mamá, y mi destino fue pasar la noche en servicios sociales.
Ojalá esa hubiera sido la única vez.
Pasar las noches en ese maldito hogar se volvió un hábito desagradable, por la madrugada, cuando el frío es tanto que te llega a los huesos y no te deja dormir, tienes la certeza de que estás realmente solo, y de que si no haces algo para salir de esa situación nadie lo hará por ti.
Fue entonces, cuando tenía quince años, que conocí a Tony. Él me mostró que yo era el dueño de mi propia libertad y el responsable de lo que eligiera hacer con ella.
La pandilla era como una familia, pero el sentimiento de soledad no desaparecía. Era como si realmente estuviera vacío por dentro.
Entonces conocí a una chica. Una niña de apariencia linda y tierna de un mundo completamente ajeno al mío, y no, no estoy hablando de Alegra.
.
—Max ¿Qué estás haciendo? —pregunta Alegra con calma luego de varios minutos en silencio.
—No tengas miedo, no te voy a hacer daño y lo sabes —intento actuar con naturalidad, después de todo ella no es el motivo principal por el que hice todo esto.
—Me tienes aquí contra mi voluntad, eso ya es hacerme daño.
—Y lo sé, pero no te haré más daño que ese. ¿Tienes hambre? Creo que hay pastelitos, de esos con chispas de chocolate ¿Aún te gustan?
Se sienta sobre el sofá dejando su mirada perderse, la conozco bien, sé que está buscando una respuesta lógica a todo esto, está intentando buscar en su mente los detalles que pasó por alto porque piensa que así logrará llegar a mí de alguna forma.
—No tengo hambre... —murmura y luego muerde su labio— ¿Has sido tú? ¿Todo este tiempo has sido tú?
Ya no tengo necesidad de mentir, así que simplemente asiento.
—No quería asustarte, lo siento si lo hice. Sabía que no tendrías miedo.
—Es que no tiene sentido. ¿Por qué? ¿Por qué necesitarías este estúpido plan? Yo confiaba en ti, si querías traerme aquí solo necesitabas decir una mentira.
Solo sonrío y no respondo, entiendo que ahora soy el villano de la historia, pero no compartiré con ella cada detalle de mi plan como un estúpido. Soy consciente de que esto puede salir mal, y si las cosas se salen de control no será bueno para mí que ella conozca los detalles.
— ¿Café con leche? —pregunto caminando hacia la cocina— Hace frío, deberíamos encender la calefacción.
Ella se ríe con arrogancia, me gusta que no me tenga miedo, eso ayuda mucho.
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Aroma a felicidad
Teen FictionDespués de varios fracasos amorosos y familiares, Lucas siente que la felicidad solo existe en el imaginario de las personas. Perder su tiempo intentando alcanzar algo que nunca llega ya no le parece una buena idea, así que se resigna a transitar es...