Pasaron dos eternos días en los que la vida pareció pesarme el doble. Dos días en los que hice un esfuerzo sobre humano por levantarme y responder de buena manera a cada una de mis responsabilidades que parecían ser muchas más de las que era capaz de cubrir.
La ausencia de Amelia me había pegado fuerte, incluso desde el momento mismo en el que la vi marcharse e impotentemente no pude hacer nada para evitarlo.
― ¡Abre la maldita puerta, Amelia! ¡Bájate de ese auto! ¡Ahora! ¡Tenemos que hablar! ―Le había gritado desesperadamente mientras golpeaba el cristal que me separaba de ella.
Verla partir así, sin que ni siquiera volteara a mirarme, me resultaba doloroso e incluso exasperante, sobre todo porque no era capaz de entender en qué momento toda la situación se había salido de control para llegar hasta ese punto.
Sí, sabía que el hecho de que me hubiese encontrado en la cama con Grace, era motivo suficiente para que me declarara la guerra sin posibilidad de tregua y siempre fui consciente de que si llegaba a enterarse de esa forma -o de cualquier otra- tendría que asumir las consecuencias. Pero jamás llegué a imaginarme que sus represalias serían tan drásticas y radicales.
― ¿Dónde está Amelia? ―Le había preguntado a Taylor una vez que noté que no podía correr tras ella por toda la Casa Blanca, mucho menos sin ropa, por lo que había regresado a mi habitación, me había puesto un chándal negro y salí a retomar la búsqueda.
―Debes darle tiempo ―sugirió tratando de ser conciliador.
― ¿Para qué? ―espeté caminando a su lado a paso veloz en dirección al Despacho Oval― ¿Para que consiga un sable y venga a dejarme sin día del padre?
Que lo dijera con todo el pánico del momento, no hacía que mi comentario dejara de sonar gracioso o incluso absurdo, pero puedo asegurar que esa no podía estar más lejos de mi verdadera intención.
―Para que logre digerir lo que acaba de pasar ―bufó entornando los ojos― Le fallaste, Carter.
No necesitaba decírmelo porque lo sabía, pero que lo hiciera solo venía a remecerme aún más de lo que las mismas circunstancias lo habían hecho. Despertar con la voz de Amelia esa mañana, había resultado más aterrador que cualquier otra experiencia en mi vida.
―Taylor, ¿me das un momento con el presidente? ―dijo Rossie alcanzándonos en la puerta de mi despacho.
―Claro, adelante ―Le permitió entrar y nos dejó prudentemente a solas.
― ¿Qué pasa, Rossie? ―interrogué porque me había bastado con verle la cara para saber que no era portadora de buenas noticias.
― ¿Qué pasó con Amelia? ―Su tono de voz me resultó profundamente cuidadoso y más que sospechoso.
― ¿Te dijo algo? ―Arqueé una ceja.
―Algo ―confesó― Pero me gustaría oír tu versión.
Antes de responderle suspiré con resignación, porque estaba seguro de que la señora Klein también juzgaría mis actos, que como tantas veces me traían más problemas de los que me sentía capaz de resolver.
―Descubrió mi relación con Grace ―murmuré con honestidad, pero claramente no estaba siendo todo lo exacto y explícito que ese hecho había sido realmente. Además, tampoco me sentí capaz de decirlo más fuerte porque me sentía culpable y como si estuviese en un maldito confesionario, revelando el más vergonzoso de mis pecados.
―Ya veo ―Suspiró ella esta vez― No la busques ―No lo dijo como una orden, pero era evidente que ella sabía algo que yo no. Alzó su brazo y me extendió un sobre entre sus dedos― Amelia no va a volver.
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FIRST LADY - Trilogía Cómplices II [TERMINADA]
RomanceA un año de asumir la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica contra su voluntad, la vida de Carter McKellen es radicalmente diferente a la que tenía, pero también a la que quería. Mucho más juicioso, sereno, maduro e increíblemente apropi...